Hera: La caída del sol y el rayo

Gran Maestre

—¿Y si el nombre del oráculo ha sido cambiado? — froté mis brazos sintiendo frio —Tal vez ahora llevé el nombre de gran maestre — dije —Y es por eso que aparece en el papiro—.

—Entonces tendríamos que ir y buscarle por ese nombre— Zeus hizo una mueca —Aunque no puedo comprender como es que han logrado ir al nuevo mundo— suspiró con cansancio.

—¿Entonces que esperamos? No encontraremos respuestas aquí— Poseidón se puso de pie —Vámonos— suspiró enrollando el papiro —Morfeo puede encontrarnos donde sea— asentimos.

—¿Hacia dónde? — preguntó Helios.

—Hacía las oficinas de turismo— Zeus respondió a lo que Helios y yo le vimos confundidos.

—Pero no así— Poseidón señaló su ropa.

—Bien, entonces a nuestra casa primero— Zeus suspiró con cansancio.

¿A casa? había pasado demasiado tiempo desde que no íbamos, supongo que todo debía de seguir tal cual le habíamos dejado desde que nos fuimos. Zeus no esperó ni un segundo más y nos llevó hasta allá, más no estaba preparada ante la torpeza de mis pies los cuales trastabillaron cayendo de espaldas al suelo sintiendo la áspera arena. Cubrí mi rostro respirando agitadamente, traté de buscar la forma de que todo dejase de girar, al parecer un mareo me había hecho sucumbir.

—¡Hera! — Zeus alzó la voz.

—Carajo— escuché a Poseidón decir.

—¿Qué está sucediendo contigo? — murmuró Helios acuclillándose a mi lado.

—S-solo estoy cansada— aparté mis manos observando a los tres con una expresión preocupada.

— Acaso tu... — Poseidón frunció el entrecejo —¿Estas embarazada? — preguntó.

—¿Embarazada? — murmuró Zeus alarmado.

—¿Qué? ¡No! — me senté de golpe —Deja de suponer estupideces— dije molesta.

—Es lo que parece— se encogió de hombros.

Definitivamente viajar demasiado en pasajes estaba debilitándome con mucha más rapidez, ¿en verdad estaba haciendo lo correcto en no decirles nada? Mordí mi labio con fuerza al sentir como mi cuerpo comenzaba a doler.

—Vamos— Helios me cargó en brazos. Podía jurar que había escuchado a Zeus gruñir.

—La ropa de Hades puede que sea de tu talla— Poseidón le dijo a Helios —Su habitación es la primera puerta del pasillo, busca algo que pueda quedarte—.

—¿Aún queda ropa para mí? — le pregunté a Zeus.

—Creo que si— dijo —Yo la llevo— se acercó quitándome de los brazos de Helios para tomarme en los suyos.

—Puedo caminar— murmuré mientras andaba por el pasillo.

—No— dijo seco —Yo puedo llevarte—.

Entramos a su habitación y él cerró la puerta con su pie, reviví cada momento que pasamos en este lugar desde los divertidos hasta esos momentos en que caíamos en lo más bajo de la lujuria. Me puso sobre la cama despacio y yo me acomodé sentándome en el borde, comenzó a buscar entre sus cosas pasándome las mías, aún quedaban dos camisas y un pantalón, él regresó a la tarea de buscar su ropa. Me puse de pie, pero caí al suelo nuevamente al sentir mis piernas como si fuesen un débil hilo.

—¿Hera que está sucediendo? — se acercó a prisa recogiéndome para sentarme una vez más sobre la cama.

Agaché la mirada evitando la suya para dejar al fin que mis lágrimas fuesen libres. Mi valor ante él había desaparecido ¿cómo no hacerlo si él era el único con el cual podía ser yo? Esa chica frágil y temerosa, él era el único que siempre estaba a mi lado en esos momentos en que yo no podía seguir siendo fuerte y ahora le había alejado de mí. Deslicé mis brazos por sus caderas atrayéndole para esconder mi rostro en su abdomen.

—Vida mía— murmuró acariciando mi cabello —¿Es por mí? — preguntó preocupado y yo negué —¿Helios? — volví a negar —Preciosa háblame— aferré más mi agarre —¿Te duele algo? — asentí —Hera— le escuché angustiado.

—L-lo siento — me separé de él poniéndome de pie y al hacerlo fue como si en las plantas de mis pies se clavaran cuchillas —Voy a cambiarme— tomé la ropa, pero Zeus me detuvo.

—Mi amor solo olvida por un segundo lo que ha sucedido entre nosotros— suplicó —Y dime que sucede contigo, ¿qué puedo hacer por ti? —.

—Zeus yo...—

—¡Tenemos que irnos! — Poseidón gritó.

—No podemos seguir aquí hay que darnos prisa— tragué saliva arrepintiéndome de contarle la verdad.

—Espera— dijo.

Caminé a paso veloz hasta el cuarto de baño encerrándome ahí, recosté mi espalda en la puerta cerrando los ojos con fuerzas. Mi frente estaba volviendo a desprender esas pequeñas gotas extrañas que me causaban horror, puse la ropa sobre la mesa y fui hasta el lavado mojándome la cara con agua.

alcé mi rostro para verme en el reflejo del cristal dándome cuenta que mis labios estaban pálidos, incluso mi piel estaba mucho más pálida y las sombras violetas bajo mis ojos se habían vuelto profundas, estaba hecha un asco. Cambié mi ropa rápidamente entallándome en los pantalones. Al ponerme la camisa me di cuenta que estaba bastante ajustada en la parte de mis pechos, al parecer después que Hebe nació estos habían crecido un poco más, halé mi camisa hacía abajo, pero fue por demás ya que al alzar los brazos esta se subía mostrando mi ombligo, resoplé con molestia y me dispuse a ponerme las sandalias. Al salir Zeus ya no estaba ahí, supongo que se había cabreado.

Salí de la habitación y fui hasta la sala viendo a los tres tomando lo que parecía ser icor, Helios lucía guapo, sin duda la ropa humana le hacía ver mucho más apuesto, y qué decir de los chicos, ¡eran una maravilla! Los tres se percataron de mi presencia volteando hacía mí.

—Carajo— murmuró Poseidón —Tus te...—

—Cierra la maldita boca— murmuró Zeus dándole un trago a su vaso —Aun quedaba una botella de icor— dijo —Toma— me ofreció un vaso poniéndome nerviosa.

—Y-yo no, no gracias— sonreí —He tomado suficiente en el templo de Apolo— mordí mi labio y él frunció el entrecejo.

—Te he dicho que lo bebas— dijo con su típica voz de mando.



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En el texto hay: trianglo amoroso, drama, amor

Editado: 15.12.2020

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