Heradise: Redención

Introducción

Heradise ha pasado por varios escenarios. Escenarios felices, escenarios tristes, escenarios trágicos y escenarios llenos de vida y esperanza. Una nueva Ángel nació, una Ángel nacida del amor de los dos Ángeles más poderosos de Gilius, una Ángel cuya herencia fue el poder de la Luz y la Oscuridad, el poder de un Creador, el poder de un Dios.

Pero, solamente era una niña de 8 años, que apenas iniciaba su vida y descubría día a día nuevas bellezas en su realidad. Era sorprendente, triste y hasta cierto punto, desesperado; cómo esa dulce niña iba a cargar el peso de Heradise. A pesar de ello, ella abraza ese deber porque estaba cansada de vivir su niñez rodeada de estrés y preocupación a manos de su familia.

—¡Papá! —exclamó con alegría.

Dante recién volvía a Bellger luego de una reunión en Gilius. Habían pasado tres años desde que los Ángeles Caídos regresaron a su reino de origen para brindar el apoyo que el universo necesitaba de ellos. El Ángel de la Muerte denotaba cansancio de tantos sucesos inesperados, pero ver a su preciada hija, corriendo hacia él con una linda sonrisa inocente, curaba toda su preocupación.

—¡Angeline! —sonrió con profunda felicidad a la bienvenida de su niña.

—¿Cómo está mamá? —preguntó con curiosidad.

—Tuvo que quedarse unos minutos más para platicar con el tío Nyroh y el tío Kleit. Pronto volverá.

—Está bien.

Dante miró a lo lejos su hogar y pudo observar a Elis jugando con Evelyn, Elis reconoció la presencia de Dante y cargó a Evelyn en su lomo y volteó a verlo. Elis asintió la presencia de Dante e hizo una pequeña reverencia. De los tres grifos, hijos adoptivos de Pandora, Elis era la única que pasaba tiempo en Bellger, porque ella deseaba cuidar de Angeline, la hija de Dante que ella aceptó y amó como si fuera su hermana de sangre.

Para Dante, su situación en ese momento parecía irreal. Cargaba a su hija. Apreciaba tenerla con él. La visión que tuvo en el combate de Gilius parecía ser de cuatro años más tarde. Su hija parecía adolescente en esa visión.

 

La pequeña Angeline miró dubitativa el horizonte de la pradera de Bellger mientras pensaba en muchas cosas. Tenía curiosidad, quería saber de qué platicaban, a una pequeña edad, su pensamiento evolucionó mucho, pero mantenía su esencia inocente. Ella estaba cansada de escuchar cómo organizaban las defensas y los ataques a los comandantes. Sus amigos, su familia solamente buscaba la manera de acabar con el problema mediante metodologías violentas. Ella quería aprender a combatir, a defenderse y a controlar sus poderes que recién empezaban a tomar presencia en su interior. Pero, no para mitigar o matar a aquellos que intentaran destruir todo lo que ella conocía y amaba, sino para combatir, vencer y ofrecer el perdón. Ella ansiaba un mundo en el que todos vivieran en paz, que desapareciera la codicia, la ambición que tanto daño ha hecho a todos desde el inicio de la existencia. Quería hacer realidad algo que todos consideraban imposible. Ella deseaba encontrar una manera en la que las convicciones opuestas pudieran coexistir tras encontrar una solución pacífica.

Angeline, ella misma empezó a forjar su propia filosofía, una filosofía que planteada y hecha podría mejorar todo. Por su deseo, su amor a la vida misma y el sueño de lograr que Luvixia y Heradise pudieran coexistir sin conflictos, fue que ella cogió el destino de unir ambos mundos.




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