Heradise: Redención

III. Promesas Eternas

 Tras escuchar el motivo por el cual ella lo buscó, se alejó bruscamente, a lo que Devika reaccionó con preocupación.

—No deseo pelear, Nyroh. Este momento marcará un antes y un después para ambos universos. Por desgracia, se tendrá que derramar sangre, pero no debe ser la nuestra.

Las palabras de la sacerdotisa confundían al joven creador, se cuestionaba quienes serían los que derramarán sangre. Temía que uno de ellos tuviera que ser Dante, su gran amigo y pupilo.

—¿A qué te refieres con ello? ¿Quién o quienes deben derramar su sangre para que acabe todo esto?

—¿No lo sabes? Mm —miró el cielo, pensativa, y suspiró con pesadez—. Es cierto, Calamidad casi extingue a los vitores… es una pena.

Nyroh reaccionó con molestia al escuchar eso de ella, estaba dispuesto a atacarla por tanto cinismo, pero; la lágrima cargada de dolor que descendió su piel de porcelana hizo que se detuviera en seco.

—¿Qué? «De verdad, ¿la deprime de verdad?»

—Verás, Nyroh… no quiere decir que esté del bando de Calamidad, significa que soy mala. Me ves a su lado no porque comparta sus ideales o le tenga profundo respeto y admiración, al contrario… le tengo miedo.

Nyroh miró con sorpresa a Devika y relajó su cuerpo ante sus palabras.

—Entonces, ¿por qué participas en cada acción que él orquesta?

—Es obvio, ¿no crees? Si me niego, me mata, si me opongo, me mata. Después de todo, no soy su hija o alguna creación suya.

—¿A qué te refieres con ello?

—Es una larga historia…

—Entonces será para luego, debo ir con los demás.

—No puedes…

—¿Por qué?

Devika se deshizo de su vestido y quedó desnuda ante Nyroh. El joven creador reaccionó con vergüenza y nerviosismo ante la linda figura de Devika, tanto que todo su rostro se volvió rojo.

—Eres adorable —dijo entre risas—. Por desgracia, no puedo permitir que te vayas.

Por primera vez, Nyroh apreciaba el poder de Devika desde cerca. El cuerpo joven de Devika empezó a ser trazado por muchas runas que para Nyroh eran totalmente desconocidas, así, dando paso a su transformación Wendigo. Su estatura de 170cm aumentó a 230cm. Para Nyroh era una transformación maravillosa.

—¿Esta es tu verdadera forma? —preguntó con curiosidad.

—Esas preguntas no se hacen en combate, Nyroh —dijo con calidez.

La mirada suave de Devika se había ido y ahora solamente quedaban las cuencas vacías de una máscara de madera gris.

—En serio, ¿vamos a combatir?

—Me gustaría no hacerlo, pero solamente así evitaré que llegues con los demás y luego, ninguno de ellos sospeche sobre tus acciones durante este encuentro. No quiero que, por mí, acabes en problemas con tu familia. Tengamos un buen combate, Nyroh, uno amistoso que parezca duelo a muerte.

Nyroh pensó varias veces si seguir el juego de Devika o negarse, pero; si así lograba crear un vínculo entre ambos, aceptaría su petición.

—Está bien, Devika. Un combate amistoso que parezca a muerte —sonrió con diversión y su cabello anaranjado brilló conforme creaba una cantidad inmensa de cristales de energía, llegaban a ser cuarenta en total.

—Te admiro, Nyroh.

Y con sus sonrisas carismáticas, dieron lugar a un feroz combate.

 

 

 

Tras una espera, Calamidad hizo aparición con sus comandantes: Azriel, su primogénito —del auténtico Yix, cabe destacar—; Kreiger, el comandante blindado, y Feyre, la súcubo bestraya.
Dante observaba a todos los adversarios con su semblante serio. Su objetivo principal era Calamidad, Dante desconocía el tipo de relación que ellos pudieran tener con Calamidad, por lo tanto, eran impredecibles.

—Esa comandante es súcubo… sería imprudente mandarlos a ustedes contra ella —dijo mientras veía a Kleit y a Dorian—. La detendré.

—El grandote es mío.

Dijo Kleit con su hacha en mano y una sonrisa llena de emoción. Sus costumbres nórdicas lo incitaban a combatir contra un guerrero más grande que él.

—Entonces aquel que permanece inmutable será mi contrincante —comentó Dorian—. Dante, es obvio…

—Entretengan a los comandantes, tenemos la oportunidad de acabar con esta guerra.

Tras varios segundos, Dante dio el primer paso al frente.

—Admito que me sorprende que supieras de Bellger todo este tiempo. Supongo que te dejé tan malherido que tuviste que tragarte tus deseos por varios años.

La voz de Dante sonaba relajada y confiada, lo suficiente para hacer que Calamidad enfadara. Intentaba usar las mismas armas que Calamidad usó con él en sus inicios. Ahora era alguien más controlado, se guiaba por su razonamiento, no por sus emociones. En cambio, sabía que Calamidad podía ser un poco tentado ante estas.

—No tienes idea de cuántas ganas tenía de verte, una última vez.

Los tatuajes negros en los brazos oscuros de Dante destellaron con su particularidad, una señal para Calamidad de que ya daría inicio al final de esa guerra. Calamidad frunció sus cejas y atacó sin previo aviso a una gran velocidad. Una velocidad que solamente Clementine no pudo visualizar.

Dante reaccionó al instante y corrió hacia Calamidad. En el momento justo, antes del impacto, Dante adoptó su forma espectral y traspasó a Calamidad. En el último instante que su brazo iba a acabar ensartado en el torso, Calamidad desapareció y atacó por detrás al Ángel. Ese pequeño asalto, fue el grito de guerra para los comandantes y los guardianes de Heradise. Kleit alzó su hacha con tenacidad y saltó al ataque contra Kreiger. El cual esperaba ansioso la caída del héroe nórdico. Clementine analizaba a Feyre, la cual permanecía inmóvil y atenta a los movimientos de la terrana. Azriel y Dorian, grandes guerreros que permanecían quietos en sus puestos iniciales. Dorian se cuestionaba qué estaría pasando en la mente de aquel ser que parecía terrano. ¿Sería como Kleit? ¿Cómo un creador? No tenía idea y la probabilidad de que un paso en falso significara la muerte lo desmotivaba a siquiera atacar. Por otro lado, Azriel deseaba que Dorian decidiera permanecer ahí, lo que menos quería era luchar a muerte. Después de todo, nunca fue un guerrero como tal.




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