Heradise: Redención

XV. Bastardos

Heradise, Faris

03 de agosto de 2045

Desde la ida del escuadrón de Nyroh, las cosas estuvieron relativamente tranquilas. Lo que era extraño y preocupante. Konan estaba en su oficina, leyendo informes y firmando permisos, pero aquella duda la molestaba demasiado. ¿Habrá pasado algo? Pasó mucho tiempo desde que hubo un ataque en Heradise. ¿Y si la guerra terminó sin que lo supiéramos? Sentía que fue una mala decisión la que tomó la asamblea. No tuvieron el suficiente tiempo para definir quién era Devika, a pesar de que Nyroh y Pandora confiaban en ella, Konan como tal no.

—Debo discutir esto con Pandora —masculló—. Algo no anda bien, o está pasando algo que no sabemos y tampoco imaginamos.

Agarró todo el papeleo y lo guardó en una carpeta. La puerta sonó tras ser golpeada del otro lado.

—Pase —dijo en respuesta.

Zyphon se asomó por el umbral de la puerta y pasó.

—Konan —expresó—. Lamento interrumpirla, pero quiero hablar de algo.

Konan frunció el ceño y miró perdidamente su escritorio mientras pensaba. Esa extraña sensación, otra vez.

—Está bien.

 

Caminaban por los jardines traseros del templo. Konan seguía perturbada, pensando en la situación corriente. Zyphon planteaba sus palabras.

—Konan —dijo—, supongo que usted siente esa misma confusión, ¿verdad? Ha pasado tres semanas desde que los comandantes atacaron. Y para empeorar las cosas, no podemos obtener información del paradero de Nyroh y los demás.

—La verdad, sí —respondió atónita.

—Escuche, hay dos posibilidades —dijo—: Nyroh y los demás fueron descubiertos por los comandantes o algo está pasando en Dilia.

—¿En Dilia? —preguntó—. ¿Qué cosa podría pasar?

Zyphon exhaló pesadamente y giró para verla.

—Dilia está llegando a la cumbre de la locura. Deben estar ocupados, lidiando con su propia gente para mantener el control de todo. La última vez que estuve ahí. Los bestrayos estaban atentando contra ellos mismos y las demás naciones. Los humanos estaban sobrepasando los límites de la ética Diliana. Y los ciudadanos que juraron lealtad al imperio de Calamidad empezaban a dudar sobre su fe hacia los comandantes. Dilia estaba convirtiéndose en tierra de nadie. Seguramente, fue por eso que Devika vino a pedir ayuda. Quiere aprovechar la ocasión para salvar su mundo.

Konan permaneció en silencio varios minutos. Zyphon comprendió lo que pasaba por su mente y se dedicó a apreciar las bellezas del jardín.

—Zyphon —le llamó—. Creo que ahora entiendo todo. También creo que ellos serán totalmente capaces de ayudar a Devika. Ahora, quiero hacerte una pregunta.

Zyphon se sintió nervioso tras sus últimas palabras. Temeroso, asintió.

—¿Podrías volver a Luvixia?

Zyphon quedó petrificado.

—Konan —exhaló—. Con todo respeto, lo que me está pidiendo es una completa locura. Azriel y Roux no son estúpidos. Saben que fuimos atrapados y si vuelvo como si nada sabrán que estoy siendo usado como un agente de contrabando. No dudarán en matarme.

—Tal y como sospeché —expresó sonriente—. Sí son capaces de volver, sin necesidad de piedras rúnicas.

—¿Qué? ¿De qué habla? —preguntó atontado.

—Lo lógico sería que primero me preguntaras cómo llegarías allá. Pero ignoraste ese hecho, como si ya lo tuvieras cubierto. Puedes ir y volver sin problemas, ¿verdad? Sitara también.

Zyphon acarició sus cienes, atolondrado, y agarró la mano de Konan.

—Lady… hablemos esto en un sitio más privado, por favor.

Konan abrió sus ojos dorados y brillantes con sorpresa. Zyphon comprendió lo que había hecho y soltó con cuidado su mano. Sin querer, había creado un aura incómoda entre ambos. Konan sonrió endulzada por las reacciones de su inquilino y volvió a sujetar su mano.

Zyphon reaccionó enérgicamente y lo reflejó en su mirada. Estaba aturdido. Creía que Konan estaría molesta con él por haber escondido ese detalle, pero, no era así.

—Sígame —dijo sonriente.

Zyphon asintió curiosamente y entraron nuevamente en su oficina.

—Explique el asunto, por favor. Quiero que tomemos cartas en el asunto, no podemos dejar solos a Nyroh y su equipo sin saber la situación de Dilia.

Él no podía estar más de acuerdo con la idea de Konan.

—Verá. Calamidad creó unos dispositivos que nos permitía a nosotros como comandantes viajar de Luvixia a Heradise y viceversa sin problemas. Pero era un poco limitado para poder manejar grandes cantidades de soldados y movilizarlos a Heradise. Cuando se ejercían ataques a gran escala, él sacrificaba su energía para hacerlo. Con cada asedio e intento de conquista, Calamidad sacrificaba su propia vida. Dejó de hacerlo tras el asedio de Draken a Terra. Draken lo usó para mandar centenares, miles de bestrayos. Acabó débil, y aun así quiso luchar con Dante. Su deseo era tan retorcido, tan desquiciado, que se aferró tanto a ello y fue capaz de dar su propia vida con tal de que Dante también muriera. Es cierto, él estaba muriendo, pero no le importó acortar más su tiempo de vida con tal de seguir intentando, cuando pudo intentar redimirse y salvar su propio mundo. Siendo honesto, Konan, nunca fui capaz de entenderlo. Esa determinación retorcida y ambiciosa lo llevó a morir en manos de Dante, y a abandonar un mundo en completa miseria.

Konan asintió sus palabras y apretó su hombro con suavidad.

—Calamidad pecó de megalomanía —suspiró—. Llegó a un punto que perdió toda la razón y lo volvía loco ser incapaz de cumplir su objetivo. Al final, olvidó que deseaba conquistar Heradise y reemplazó ese deseo con las ansias de matar a aquel que estropeó todos sus planes. Se perdió en su propia locura. En fin, creo que nos desviamos un poco.




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