Voces del polvo

El camino al norte era polvoriento y largo. La hacienda El Trueno quedaba atrás, cubierta por una neblina leve. A su lado, cabalgaban dos hombres de confianza: Simón, el más callado, y Lucas, el más hábil con las palabras.

Llegaron al primer pueblo al atardecer. Era pequeño, casi escondido entre cerros. Al verlos, algunos niños corrieron a avisar a los adultos. No con alegría… sino con desconfianza.

—Vienen del Trueno —se oyó decir—. ¿Qué querrán ahora?

El joven pidió hablar con el consejo comunal. Una docena de hombres y mujeres mayores lo recibió en una vieja escuela. Lo miraron en silencio.

—No vengo a pedir favores —empezó—. Vengo a ofrecer defensa. Sé que lo que se avecina no es solo contra mi hacienda. La serpiente no conoce cercas.

Uno de los ancianos, con una bufanda roja y voz cansada, se inclinó hacia él.

—Tu abuelo… o quien te crió, Alejandro… alguna vez también vino aquí. Habló de unidad. Pero luego cedió tierras a un hombre que ahora nos cobra por respirar. ¿Sabés quién es?

El joven asintió.

—Caelum.

El anciano asintió.

—Ese nombre no se dice en voz alta aquí. Muchos lo ven como patrón, aunque nunca dio la cara. Pero los suyos vienen, amenazan, cobran, desaparecen.

El joven no se inmutó.

—Quiero que sepan que no los vengo a reclutar por miedo, ni por historia. Vengo porque esto ya no es solo mío. Caelum quiere todo. Y si no hacemos algo, lo va a conseguir.

Otra voz, más joven, se alzó.

—¿Y por qué deberíamos creer en vos?

El joven se acercó a la pizarra de la vieja escuela, tomó una tiza, y escribió:

"El Trueno no se hereda, se defiende."

—No me crean por mi apellido. Créanme por lo que voy a hacer.

Silencio.

Y luego, una mano se alzó. La del anciano de la bufanda roja.

—Yo estoy con vos.

Uno a uno, otros se sumaron.

Pero cuando se retiraban, un niño les entregó una nota.

—Un hombre la dejó en la mañana. Dijo que era para vos.

El joven la abrió. Decía:

"Sabía que vendrías. ¿Querés aliados? Veremos si están vivos cuando regresés. Atte. El hijo del desierto."

Era oficial. El hijo de Caelum ya estaba en movimiento