Herencia Maldita

Capítulo 3: Anhelo

Recuerdo que cuando era pequeño mis padres decidieron hacer un viaje, uno importante que como mucho les tomaría solo una semana, pero al cual no podían llevarme. Y como en los anteriores viajes para no quedarme ni sentirme solo ellos me dejarían con Nana, una mujer de unos cuarenta años aproximadamente, quién hoy se ha convertido en mi única familia.

Tenía cinco años cuando mis padres decidieron aventurarse en ese viaje, del cual desconozco muchas cosas, como el lugar hacia donde debían ir, las personas con las que viajarían, el motivo por el cual debieron partir con tanta urgencia dejándome atrás y sobre todo ¿por qué tras haber pasado veinte años, ellos aún no han regresado?

Nana me pide que no pierda la esperanza, que sin importar donde ellos se encuentren aún siguen cuidando de mí; muchas veces he deseado odiarlos por haberse marchado, por desaparecer, pero no puedo hacerlo nunca he podido tener sentimientos desagradables hacia ellos. Sigo manteniendo la ilusión de que algún día regresaran, eso es lo que creo sobre todo cuando estoy dentro del agua, ya que es ahí donde los siento más cerca que nunca.

Continué asistiendo a la escuela intentado llevar una vida ''normal'', pero lo único que se me hacía difícil era hacer amigos, creo que porque en el fondo tenía miedo de volverme a quedar solo. Decidí aprender a vivir de esa manera, sin relacionarme con nadie más que no fuera Nana, para evitarme complicaciones, o corazones rotos. Pero la vida se encargó de darme la contra... 

Cuando cumplí siete años y durante las vacaciones de verano, mientras jugaba en la playa me encontré a una niña de aparentemente mi edad acostada en la arena, inconsciente y mojada. Parecía haber sido arrastrada por las olas; busqué al rededor, pero no había nadie que pareciera conocerla, de inmediato llamé a Nana, y ella la llevo hacía nuestro hogar, donde le brindamos atención médica y todo lo que ella necesitaba en esos momentos.

Nana había trabajado como médico en su juventud, pero lo abandonó por motivos que solo ella conoce; la pequeña niña durmió profundamente por tres días. Nana me comentó que era evidente que llevaba demasiado tiempo sin comer ni beber agua.

Yo pasé cada día a su lado cuidándola con la esperanza de que despertara pronto, no podía evitar hacerme un sin fin de preguntas en mi cabeza y si era propicio o no hacérselas cuando recobrara la consciencia; en el tercer día cuando ella despertó nuestras miradas se encontraron, pero ambos solo nos quedamos inmóviles. Ella no se asustó ni se sorprendió y yo tampoco, extrañamente se me hacía familiar, como si la conociera de toda la vida.

Lo primero que le pregunté fue si tenía hambre y de inmediato asintió con la cabeza, pasaron los meses y ha pedido suyo nunca buscamos a su familia, y tampoco la presionamos a hacerlo ya que cuando mencionábamos la palabra –familia- entraba en una crisis nerviosa. Nana y yo decidimos respetar su decisión y apoyarla en todo lo que estuviera en nuestras manos ya que además no conocíamos su historia, ni el porqué de sus heridas y su condición.

Con el tiempo ella poco a poco se fue acercando a nosotros, sin embargo, lo único que no hacía era hablar con frecuencia era muy raro que ella enunciara palabras, aun así, no podía dejar de prestarle atención ya que tenía la sonrisa más linda de todo el mundo. Ella era una niña hermosa desde la punta de los pies hasta la punta de la cabeza, tenía el cabello un poco rizado además era de un color castaño claro y sus ojos eran verdes azulados como el cielo en verano; en verdad era una niña realmente preciosa.

Supe que me había ganado su confianza el día que me dijo su nombre, nos encontrábamos recostados en la arena observando las pocas nubes posadas en el cielo, cuando ella de repente se acercó más a mí, tomó mi mano y en mi oído susurró su nombre. No pude evitar sonrojarme, tenía demasiado cerca su rostro, y al oír su nombre comencé a tener un ataque de hipo el cual resultó ser favorable ya que ella comenzó a reír fuertemente.

Decidí convertirme en policía para poder encontrar a mis padres y también para poder encontrarla a ella, a Samanta mi preciosa niña quien me fue arrebata una tarde mientras jugábamos en la playa; hombres vestidos de negros se la llevaron el día que celebrábamos un año de conocernos. Los policías nunca lograron encontrarla, ni a ella ni a mis padres por ello decidí ser yo quien los buscara y quién finalmente los hallara.

Durante estos veinte años me he dedicado a buscarlos cada día sin cesar, y solamente una vez al año en la fecha en la que los tres coincidentemente desaparecieron, me tomo un descanso por las noches y me siento en la orilla del mar de aquella playa, donde los vi partir a esperarlos. Porque sin importar cuantos años transcurran, seguiré manteniendo la esperanza de hallarlos, ya que es lo que más anhelo en este mundo.

Y cumpliéndose exactamente hoy los veinte años, la vida ha decidido sorprenderme nuevamente; mientras iba conduciendo mi auto blanco camino hacia la playa un motociclista golpeó mi vehículo intempestivamente y se dio a la fuga. Claramente fui tras de él y para sorpresa mía aquel sujeto también se dirigía hacia la misma playa, sin embargo, cuando este llegó al muelle su motocicleta se volcó y lanzó un delgado cuerpo hacia el filo de la superficie siéndole imposible sostenerse y como resultado siendo absorbido por el mar.

Sin dudarlo me lancé tras de él para poder rescatarlo de la furia de las fuertes olas, gracias a los cielos ambos salimos ilesos de allí; cuando le quite el casco que aún mantenía prisionero su rostro me di con la sorpresa de que en realidad se trataba de una mujer quien iba al volante, pero me quedé sin palabras cuando le quite aquel cubre bocas negro del rostro. Esa mujer era similar por no decir idéntica a mi pequeña Samanta.

Tomé mi celular y me dispuse a llamar a la ambulancia, pero ella sujetó mi mano y entre jadeos me suplicó que no lo hiciera. Mientras la subía a mi vehículo por un momento me pareció notar que el color de su cabello y el de sus ojos habían cambiado, tornándose rojizo y dorados como el fuego. Pero quizás solo se trató de algún reflejo ya que encontrándose toda mojada era imposible percibir el verdadero color de ambos.




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