Entre tantos acontecimientos habia perdido la nocion del tiempo sentia todo tan irreal que de un momento a otro llego el día de mi cumpleaños número 21 empezó como cualquier otro, pero yo sabía que algo diferente estaba por venir. Había sentido esa energía extraña corriendo por mis venas durante semanas, esa sensación de que algo en mí estaba cambiando, evolucionando. Al principio, pensé que solo era la ansiedad acumulada de todo lo que había descubierto sobre mi familia, pero con cada hora que pasaba, algo en mi interior se encendía.
Los recuerdos de la carta de mi abuelo Arturo seguían retumbando en mi cabeza. Sabía que había una verdad más profunda que aún no había desenterrado del todo. Mis poderes, que hasta ese día habían estado latentes, comenzaban a revelarse, a pedazos, como fragmentos de un rompecabezas incompleto. Pero lo que no esperaba era lo que ese día me traería.
La mañana había transcurrido lentamente, con una calma engañosa. Fue Lucas quien apareció primero, como siempre, misterioso y lleno de enigmas que parecían desafiar cualquier lógica. Sentía esa conexión con él desde el primer momento en que nos cruzamos en el pasillo, pero era más que atracción; era como si compartiéramos algo más allá de lo visible, algo que iba más allá de nosotros mismos.
—Feliz cumpleaños, Lyvia —me dijo Lucas con una sonrisa torcida, acercándose mientras una leve corriente de aire se arremolinaba entre nosotros.
—Gracias —respondí, sin poder evitar una sonrisa nerviosa. Mi corazón latía fuerte, y no solo por su presencia.
Sabía que Lucas también tenía secretos. Había estado observándolo, sintiendo su energía cada vez que estábamos juntos. Pero nunca había imaginado que nuestros destinos estuvieran tan entrelazados. Fue entonces, en ese momento, que todo cambió. Una sensación abrumadora recorrió mi cuerpo. Los sonidos a mi alrededor comenzaron a volverse lentos, como si el tiempo mismo estuviera cediendo bajo mi control. Las hojas de los árboles parecían flotar en el aire, congeladas en un instante eterno. Miré a Lucas, quien me observaba con una mezcla de asombro y comprensión.
—Lo sientes, ¿verdad? —preguntó, acercándose.
Asentí sin palabras. Sabía que no estaba sola en esto. Lucas también estaba experimentando algo similar. Nuestras energías comenzaban a sincronizarse, como si hubieran estado destinadas a unirse desde el principio.
—Lyv, hay algo que no te he dicho —dijo con un tono más serio—. Mis poderes... también se están despertando.
Lo miré, sorprendida pero no incrédula. Siempre había sospechado que había más en él de lo que mostraba. Pero lo que no esperaba era lo que ocurrió después. Mientras Lucas se acercaba, sentí cómo nuestras energías comenzaban a mezclarse, detellos azules y verdes como un tornado, como si fuéramos dos polos magnéticos atraídos el uno hacia el otro. De pronto, sentí una fuerza poderosa dentro de mí, algo que no era solo mío, sino que compartía con él.
—Nuestros poderes... están conectados —susurré, casi sin aliento.
Lucas asintió, sus ojos brillando con una intensidad que nunca había visto antes. En ese instante, todo encajó. Mi abuelo había hablado en sus cartas sobre la posibilidad de que los poderes dentro de nuestra familia no solo se manifestaran individualmente, sino que, bajo ciertas circunstancias, podían fusionarse con los de otros. Y eso era exactamente lo que estaba sucediendo.
Mientras nuestras manos se tocaban, una corriente de energía vibrante pasó entre nosotros, como si el universo mismo estuviera conspirando para unirnos. Los relojes a nuestro alrededor se detuvieron, y todo a nuestro alrededor se ralentizó. Podía sentir cada partícula de aire moviéndose a cámara lenta, cada susurro del viento deteniéndose en el tiempo. Lucas y yo, juntos, éramos capaces de controlar el flujo del tiempo de una manera que nunca había imaginado.
—¿Sientes eso? —preguntó él, su voz sonando como un eco en mi mente.
—Sí, pero no sé cómo lo estamos haciendo... —respondí, atónita.
Justo en ese momento, un recuerdo que nunca había tenido antes inundó mi mente. Vi a mi madre, joven y hermosa, pero también asustada. Ella no estaba muriendo, como me habían dicho. No había muerto en un accidente. No. Ella estaba perdida... perdida en el tiempo.
—Mi madre... —susurré, mientras la verdad me golpeaba con una fuerza devastadora—. Ella no está muerta.
Lucas me miró, claramente confundido, pero yo seguía atrapada en esa visión. Vi a mi madre siendo arrastrada por un remolino de tiempo, atrapada en un bucle temporal del que no podía escapar. Fue entonces cuando entendí: sus poderes, como los míos, se habían manifestado el día de su cumpleaños. Pero algo había salido mal, y había sido arrastrada fuera de nuestra realidad.
—Mi madre está atrapada... en algún lugar del tiempo —dije, con lágrimas en los ojos.
Lucas me tomó de la mano con más fuerza, tratando de anclarme al presente. Pero yo estaba demasiado consumida por la revelación. El abuelo lo sabía. Las cartas lo sugerían, pero no lo decían explícitamente. Mi padre lo sabía, y por eso había mantenido todo en secreto. Mi madre había sido víctima de los mismos poderes que ahora corrían por mis venas.
—Tenemos que encontrarla, Lucas —dije, mi voz llena de una determinación que no había sentido antes—. Si nuestros poderes están conectados, podemos hacerlo. Podemos traerla de vuelta.
Lucas me miró con una mezcla de preocupación y resolución.
—No será fácil, Lyvia. Jugar con el tiempo es peligroso. Pero si hay una forma... la encontraremos juntos.
Supe entonces que no estaba sola en esta misión. Lucas y yo, unidos por algo mucho más grande que nosotros, estábamos destinados a enfrentar este desafío. Nuestros poderes, cuando estaban juntos, eran más fuertes de lo que podía haber imaginado. No solo podíamos ralentizar el tiempo, sino que, si nos concentrábamos lo suficiente, podríamos alterar su curso. Pero eso también significaba asumir un riesgo enorme.