Lucas sujeto mi mano con fuerza y senti como volviamos al presente algo dentro de mi cambio y entonces supe que debi hacer algo, lo mire a los ojos y supo que no podria detenerme, solto mi mano y me diriji hacia la casa sentia que el camino se hacia largo, entre y corrí por los pasillos de la casa, los latidos de mi corazón resonaban en mis oídos como un tambor incontrolable. La sensación de urgencia me apretaba el pecho. Las imágenes de mi madre, atrapada en el tiempo, no dejaban de invadir mis pensamientos, nublando todo lo demás. Mi madre… viva, pero perdida. ¿Cómo era posible? ¿Por qué nadie me lo había dicho? Mis pies apenas tocaban el suelo, casi tropezando, mientras me dirigía a la sala donde sabía que encontraría a mi padre.
Lo encontré sentado en su sillón, inclinado hacia adelante, con la cabeza apoyada en las manos. Parecía cansado, derrotado, como si llevara sobre sus hombros un peso insoportable que lo había aplastado poco a poco a lo largo de los años. Mi respiración era errática, y no podía contener las palabras que salieron de mi boca, atropelladas y desesperadas.
—¡Papá! —grité, deteniéndome justo frente a él—. Papá, tienes que escucharme. Vi a mamá. ¡Vi a mamá perdida en el tiempo!
Levantó la cabeza lentamente y me miró, pero en sus ojos no había sorpresa, solo una sombra que reconocí al instante: dolor. Un dolor que había ocultado durante años, pero que ahora se hacía visible, como una herida abierta. No dijo nada al principio, solo me miró con una expresión que me rompió el alma.
—Papá, por favor, tienes que decirme la verdad. Vi a mamá. Ella no está muerta, está atrapada, en algún lugar, en algún momento. Yo... yo lo sentí. Lucas y yo... pudimos verlo. No sé cómo, pero lo sé. No está muerta.
Su rostro se tensó, como si cada palabra que decía lo empujara al borde de una crisis que había estado conteniendo durante mucho tiempo. Finalmente, habló, pero su voz era baja, como si no quisiera que las palabras existieran.
—Lyv, basta —dijo, con una severidad que no había escuchado en años—. Deja eso. Déjalo así.
Me quedé helada, sin comprender. ¿Dejarlo? ¿Cómo podía pedir eso? Esto era sobre mamá. Era sobre lo que había sucedido, lo que me había sido ocultado durante toda mi vida. ¿Por qué no quería hablar de ello? Me acerqué más, negándome a aceptar su rechazo.
—No puedo dejarlo así, papá. ¡Es mi madre! —grité, las lágrimas comenzaban a arder en mis ojos—. No entiendo por qué me ocultaste esto. No entiendo nada. ¿Por qué nunca me dijiste lo que realmente sucedió? ¡Ella está viva! ¡Debemos hacer algo!
Mi padre se levantó bruscamente, su rostro se transformó en una máscara de furia contenida, una furia que nunca había visto en él. Su pecho subía y bajaba rápidamente, y por un momento pensé que iba a gritar, que iba a decir algo que cambiaría para siempre lo que quedaba de nuestra relación.
—¡Te dije que lo dejaras, Lyvia! —rugió, sus manos temblaban—. ¡No sabes lo que estás diciendo! No entiendes nada de lo que sucedió. ¡Nada!
Su ira me golpeó como una bofetada. Me quedé inmóvil, sin saber qué hacer o decir. Nunca lo había visto así, tan perdido, tan… roto. Y entonces, como si la furia hubiera sido solo un preludio, vi cómo su rostro se desmoronaba. Sus hombros se hundieron, y la fuerza que había mostrado un momento antes desapareció por completo. Se dejó caer en el sillón nuevamente, cubriéndose el rostro con las manos.
—Papá… —susurré, avanzando lentamente—. ¿Qué pasó?
Un silencio cargado de emociones se instaló en la habitación. Finalmente, entre sollozos reprimidos, comenzó a hablar.
—No quería que lo supieras —dijo en voz baja, apenas audible—. No quería que cargaras con esto… con todo lo que ha pasado. Tu madre… tu madre está atrapada, sí, pero no porque alguien más la haya enviado ahí. No directamente…
Me quedé allí, escuchando mientras mi padre hablaba como si las palabras dolieran más que el silencio que las precedió.
—Todo fue por tu tía Sofía. —Su voz se quebró cuando dijo su nombre, como si pronunciarlo le costara cada fibra de su ser—. Ella… ella siempre fue ambiciosa, siempre quiso más poder. Nunca le bastó con lo que tenía. Siempre envidió a tu madre, envidió su capacidad, su fuerza. Sofía intentó arrebatarle los poderes. Quiso tomar lo que no era suyo.
Sentí un nudo en el estómago. Todo lo que había creído sobre mi tía se desmoronaba en ese momento. Sofía, la mujer que había conocido solo a través de las historias que me contaban, resultaba ser una traidora, la causante del sufrimiento de nuestra familia.
—No pude detenerla —continuó, su voz quebrada—. Intenté… Dios, cómo intenté salvarla. Pero Sofía… ella encontró la forma de lanzar a tu madre fuera de nuestro tiempo. La lanzó a algún lugar del que no he podido traerla de vuelta. Busqué durante años, Lyv. Intenté todo. Utilicé cada recurso, cada conexión que tenía. Y nada funcionó.
Sus palabras me golpeaban con la fuerza de una tormenta. No podía creerlo. Mi madre, arrojada fuera del tiempo por su propia cuñada, y mi padre, desesperado por encontrarla sin éxito. Y durante todo ese tiempo, había crecido creyendo que mi madre estaba muerta, cuando en realidad, estaba perdida en algún lugar inalcanzable.
—¿Por qué no me lo dijiste antes? —pregunté, con la voz rota—. ¿Por qué me dejaste creer que ella estaba muerta?
—Porque quería protegerte. —Su respuesta fue inmediata, pero llena de un dolor que no podía ocultar—. No quería que cargaras con esto. No quería que supieras lo que le había pasado, no quería que crecieras con ese peso sobre tus hombros. No quería que vivieras con la esperanza de encontrarla, porque yo mismo no pude.
Me quedé mirándolo, con los ojos llenos de lágrimas, incapaz de comprender cómo había podido soportar ese dolor durante tanto tiempo, solo, sin compartirlo con nadie. Quería abrazarlo, quería decirle que todo estaría bien, pero las palabras no llegaban.