Fabricio
Recibí un mensaje que me hizo fruncir el ceño: "Alphas de manadas cercanas quieren hablar conmigo". Pensé en lo que acababa de suceder con Paulina; ella se había ido a transformarse. Dejé a mis padres y a Kate, la amiga de Pau, atrás y me despedí rápido. De repente, un olor a jazmín y coco me inundó, y mi lobo, Matt, reaccionó de inmediato.
—Mate, mate —dijo, inquieto.
—Luego la buscaremos, ahora hay algo que hacer —le respondí, intentando calmarlo. —Prometo buscarla tan pronto termine.
—Bien —dijo, desganado, aunque se notaba su frustración.
(...)
El reloj marcaba casi las cinco o seis de la mañana cuando regresé a casa. Al entrar, el mismo olor dulce y embriagante me golpeó de nuevo.
—Mate, mate —insistió Matt, su voz ahora más ansiosa.
—¿Cómo?, ¿Acá en la casa? —pregunté, alarmado.
—Noooo, en la casa del vecino —respondió, sarcástico—. Además, búscala... Creo que es ella.
—No, mierda... Pero ella... —dije, dudando, aunque una parte de mí ya sabía la respuesta.
—Me vale mierda, camina y confirma mis sospechas... O tomo el control y la declaro mía, ¡ya! —amenazó.
—Ya voy, ya voy... —respondí, resignado.
Caminé hacia el aroma, que ahora se sentía aún más fuerte. Abrí la puerta del cuarto de Paulina y, efectivamente, el aroma venía de allí. Maldita sea, esto será un problema. Según lo que sabíamos, éramos "hermanos" y ella me odiaba. Pero si la Diosa Luna lo quiso así, pues así será. Iba a conquistarla, solo esperaba que no se lo tomara a mal...
Me acerqué a su cama, la besé en la mejilla y susurré:
—Mía.
Ella se giró, todavía profundamente dormida.
—Tuya —ronroneó, aún en el limbo entre el sueño y la vigilia. Me alegré tanto al escuchar sus palabras. Aunque estaba dormida, ya nos aceptábamos. Me levanté y, con suavidad, besé sus labios de forma casta y pura. Luego me dirigí a la puerta, salí del cuarto y me fui a mi habitación. Ya era de día y Marcus pronto llegaría, así que me di una ducha rápida y me preparé para el desayuno.
(...)
Al terminar de desayunar, estaba en el living con Marcus, hablando sobre estupideces, como siempre. De repente, Paulina bajó corriendo. Se veía increíble, recién levantada, con el cabello desarreglado y en pijama: una camiseta de tirantes y un short flojo. Corrió hasta Marcus y se tiró encima de él. Él solo se quedó allí, asombrado, como si no esperara que yo fuera el motivo por el que bajó tan rápido.
Yo me sentí triste y enojado. No sabía qué pensar. En eso, se separó de Marcus y volteó a mirarme. Se veía molesta.
—¡ESTO DEBE SER UNA MALDITA BROMA! —dijo furiosa.
Solo aparté la mirada y miré al suelo, herido por sus palabras. En ese momento, sentí cómo se colgaba de mi cuello, y la vi con sus ojos cambiando de color. Eran azules, pero no como antes. Ahora su loba parecía estar tomando el control. Le devolví el abrazo, sin saber qué hacer. Sin querer separarse, queriendo tenerla así, cerca, cada vez más.
—No dejes que me rechace, por favor —dijo con una voz diferente, pero a la vez la misma—. Mis ojos son como los de ella, pero más oscuros —añadió con una sonrisa tímida—. Mi nombre es Star. Ya he hablado con Matt... —se volteó hacia Marcus—. Lamento lo de hace un momento, solo que no esperábamos que ellos fueran nuestros mates —dijo dulcemente.
Gruñí, pero ella me calmó con una dulce sonrisa:
»—Calma. ¿Podrías dejarnos solos, por favor? —le pidió a Marcus. Él asintió y se fue. Una vez solos, me miró a los ojos.
—¿Qué está pasando? —pregunté, preocupado. —¿De qué quieres hablar?
—Ella te odia, y ahora a mí, por haberte reclamado como mío —dijo, mirándome con tristeza en los ojos. —No puedo permitir que te rechace... Eres mi mate, nuestro mate... Además, Matt y yo no tenemos la culpa de sus estupideces infantiles...
—¿Cómo hago para evitar que me rechace? —pregunté, sintiéndome perdido.
—Le pedí un mes para que se conocieran mejor —dijo—. En ese tiempo tienes que enamorarla y amarla. Si después de eso no quiere estar contigo, aceptaré que te rechace... Si te acepta, seremos coronadas como alphas de la manada y tú como su luna... Si no lo hace, solo será coronada ella como alpha de la manada y, bueno, ella decidirá qué hacer contigo. Ya sea desterrarte... o incluso... —trago en seco apartando la mirada—. Matarte...
—¿Ella aceptó? —pregunté, angustiado.
—Sí, lo hizo. Pero está convencida de que no lograrás nada, porque dice que solo eres un mujeriego, estúpido e imbécil que solo la saca de quicio —dijo entre ligeras risas nerviosas. —En pocas palabras, su dolor de culo —rió—. Ella dice que siempre lo has sido. Creo que ya me voy... —divago— Por favor, enamórala. No creo poder soportar vivir sin mi mate, y ella tampoco, pero se hace la fuerte... Adiós.
Dicho esto, sus ojos volvieron a ser de ese azul eléctrico en el que me perdía con facilidad. Me quedé mirándola.
—¿Te gustaría intentarlo? —dije, con miedo, esperando su respuesta.
Ella rió, pero fue una risa macabra.
—¿Ahora te importo? —dijo sarcástica, empujándome para que me separará de ella, no me queje, aunque mi pecho dolió por su acción de rechazo—. Aún no se me olvida todo lo que me has hecho. El hecho de que seas mi mate no hará que te perdone por todas las mierdas que me has hecho tú y tus lame culos... Ah, y la perra de tu exnovia —añadió antes de subir a su cuarto.
—Tienes razón... —dije para mí, solo, mientras la escuchaba alejarse—. Pero haré que te enamores de mí... No solo porque eres mi mate, sino porque siempre he sentido esa atracción hacia ti...
Me levanté y me dirigí a la cocina. Prepararía jockeys con mermelada de fresa y jugo de naranja, su favorito. Siempre estaba pendiente de ella, siempre quería saber de ella, y de alguna forma era una manera de mantener tranquilo mi ansia.
(...)
Cuando terminé de preparar su desayuno, tomé la bandeja con su comida y entré a su cuarto. Estaba en la ducha, así que dejé el desayuno en su cama, junto con una rosa roja y una nota. Salí del cuarto, dirigiéndome a mi habitación. Se me ocurrió darle otro obsequio, algo que mi madre había elegido para ella. Tomé mi chaqueta y salí de la casa, dirigiéndome al carro.
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Editado: 03.03.2025