Hermandad: Ciudad Oscura (vol.3)

Paz en tiempo de fiesta.

Eva Milim se encontraba analizando algunos datos en su computadora pero el sonido del festival y estar frente a una de las calles más recurrentes no le ayudaba a concentrarse, sin mencionar que los fuegos artificiales nunca le hacían sentir cómoda hasta ese momento.

Ella vestía un pantalón holgado gris, y una chamarra del mismo tipo, del mismo color, un conjunto que que usaba cuando nadie la veía o cuando estaba sola en casa y podía disfrutar un poco de la libertad de aquellas ropas.

Su padre la había criado para ser siempre llamativa pero también era cansado. Aun así ella creía que era perfecta así que no había problema incluso usando esa clase ropa. Seguía siendo tan llamativa como siempre.

No, a su padre esa respuesta no le gustaría pero no estaba su padre.

Otro cuete la hizo saltar y no tuvo más opción que cerrar su computadora, mostrándose frustrada.

—Quizá si busco un lugar más tranquilo— Dijo ella soltando un suspiro frustrado.

Ella era una chica de baja estatura, de tez muy pálida, ojos azules brillantes como perlas que ese día no se maquillo y para mejor, amarro sus cabellos largos azules en una cola elegante. Era de nariz respingada y labios delgados.

Si, era hermosa y llamaría la atención de verdad por lo que no pudo evitar sonreír con orgullo cuando noto algunas miradas sobre ella.

Empaco su computadora con sus notas y se puso la capucha con despreocupación.

Decidió ir a una pequeña cafetería que conocía que casi siempre estaba muy tranquila pero cuando llego, no pudo evitar hacer una mueca al ver que estaba llena de gente mirando el torneo o de mucha gente afuera gritando con emoción.

—Fue un pensamiento demasiado bueno pensar que seguirá tan tranquilo— Dijo ella mirando por un breve momento las pantallas y se preguntó ¿Qué haría ella en esa situación de peligro?

Se sonrojo al darse cuenta del extraño pensamiento que estaba pasando por su mente y se fue de ahí, en busca de otro lugar tranquilo para trabajar.

Nunca se preocuparía tanto pero la SDO había estado pidiendo venenos y demás cosas químicas sin consideración a su tiempo. No le molestaba, le gustaba estar ocupada pero no comprendía para que querrían los venenos de forma tan urgente.

Quizá todo era para el torneo.

Que horrible forma de desperdiciar talento.

La chica siguió avanzando buscando por la ciudad, tratando de evitar a los transeúntes distraídos pero sobre todo, tratando de alejarse lo más posible de los malditos juegos artificiales.

Con el tiempo, los carteles, los globos, la ruidosa gente junto con el sonido de los fuegos artificiales se fueron alejando, cosa que relajo tanto a la chica que hasta ese punto no se había dado cuenta de que estaba encogida en sus hombros.

—Ahora solo debo buscar un lugar donde quedarme— Dijo ella regresando la vista por donde vino, esperando que la gente no comenzara a expandirse hasta ahí— Buscaré en mi celular.

La chica comenzó a teclear, buscando cafeterías o restaurantes tranquilos hasta que dio con uno que estaba muy cerca de ahí.

Cuando llego, la chica lo vio de fuera y no pudo evitar sentirse aliviada pues pese a que había gente, no estaba repleto y pese a que mirando las pantallas, el ambiente era tranquilo.

La chica entro con nerviosismo.

— ¡Bienvenida!— Santiago la reconoció pero no dijo nada— Le podemos ofrecer una mesa en…—El chico reviso su libreta— Solo tenemos arriba o bien, cerca de la cocina pero usted decide.

—La ventana está bien— La chica se quitó la capucha con un leve sonrojo y trato de actuar de manera arrogante— No esperaba que fueras tan insistente conmigo ¡Ni porque te veas apuesto con esa ropa podrás conquistarme!

—Sea cual sea la idea en tu cabeza, estas equivocada— Santiago hablo con una amabilidad más marcada mientras guiaba a la chica por las mesas hasta las escaleras— ¿Puedo ofrecerle la sopa de crema verde o los camarones dorados? Son nuestra especialidad.

Eva no pudo evitar admitir que era muy profesional.

Vestía aquel traje elegante, pantalón negó, zapatos negros brillantes, una camisa blanca debajo de su chaleco negro y un moño. Contrastaba con su tono de piel, sus cabellos y sus ojos negros profundos.

—Le dejo el menú— Dijo cuando llegaron a la mesa y le señalo un botón—Puede tocarlo cuando esté lista para ordenar. 

Lo estaba viendo demasiado por lo que al instante aparto la vista. Debía centrarse en su trabajo.

La chica se sentó, comenzó a sacar sus cosas y de nuevo, pudo sentirse tranquila de que los cuetes no se escucharan y de que la gente, pese a que interesada en el torneo que pasaban por la tele, no estaba como loca.

Antes de comenzar, la chica verifico el menú y selecciono aquellos camarones dorados que le recomendó el chico que se veían bonitos en la foto y también pido una bebida de sangría dulce.

La chica toco el botón y Santiago subió con tranquilidad.

— ¿Así que me estás diciendo que esta es tu área de servicio? ¿No la cambiaste para poder venir a verme? ¿No es esa una gran coincidencia?— La chica trato de cubrirse pero había olvidado sus abanicos.



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En el texto hay: torneo, peleas, superpoderes

Editado: 26.12.2022

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