Hermandad: Ciudad Oscura (vol.3)

¡Antes de un combate predestinado!

La ciudad entera estaba atenta a los enfrentamientos del torneo, no solo los que habían asistido al evento de forma presencial, sino también en sus casas, en locales grandes y en otras zonas de la ciudad donde las pantallas mostraban todos los combates a gran resolución y sin interrupciones.

—La mayoría solo quieren presumir aunque bueno, no puedo culparlos, para eso sirve ese estúpido torneo— Edwin estaba sentado en el sillón de su base, mirando con desagrado las pantallas. No lo quería ver en realidad pero a su lado, alguien sí.

Edwin Laurence era un chico de ojos blancos, profundos y brillantes, como perlas blancas, alto, de tez clara, labios gruesos, nariz respingada y orejas que parecían de duende cubiertas por sus cabellos largos, despeinados y de un tono rojizo, como la sangre.

Vestía unos vaqueros simples y una camisa negra sin estampado.

La base de los Top, o al menos la que estaba en Ciudad Central estaba en una zona inaccesible dentro de un edificio y de manera subterránea. Pese a lo grande que podía verse, no era la gran cosa, solo una gran zona con las habitaciones del tamaño de un cuarto de quince por quince y una gran zona común con las facilidades de una familia común, aunque muy grande.   

— ¡Me parece muy divertido!— Dijo su compañera quien no pudo evitar emocionarse al ver los combates, no eran largos pero todos esos chicos eran increíbles ¡Y eran de su edad! ¡Ella quería hacer lo mismo cuando creciera!

Biri era una chica bonita, de tez blanca, como la de Nina, su hermana menor de probeta, de rostro pecoso, de labios gruesos, y cabellos largos pelirrojos y muy brillantes. De nariz respingada y mejillas rojas. Sus ojos también eran rojos.

La chica vestía lo mismo que él.

—Trabajan duro— Aseguro el chico detrás de él, que miraba la pantalla con una gran sonrisa.

— ¿Eh? ¿Hace cuánto estás ahí parado?— Edwin le miro concierta sorpresa.

—Hace poco… Lo siento ¿Los interrumpo?— El chico se mostró avergonzado y retrocediendo un poco— Estaba por irme a comprar algo de comer de afuera ¿Quieren algo?

El top diez, Joseph Eril era hombre de veintisiete años, sin barba, de ojos azulados, tez blanca, labios gruesos nariz fina y cabellos azabache cortos. Siempre esbozaba una sonrisa tranquila.

—El líder compro víveres hace poco…—Sugirió el chico. Aunque no es que le importará que hiciera.

—Lo sé pero eso es para ustedes, no te preocupes— Le dijo el chico mirando su reloj— Además, debo ir al Torneo dentro de poco así que me queda de camino... Eso quiere decir que no podré regresar, lo siento, no podré traerles nada.

—No te molestes— Edwin le quito importancia con la mano— Solo ¿A qué irás al torneo?

—Ah, pues nos invitaron a ver la premiación— El chico se mostró bastante confundido— Si, creo que nos dijeron ayer, el líder y Orlan y creo que también el encargado de la SDO ¿Lo olvidaste?

—Lo más probable es que ni haya prestado atención. De todos modos debemos replegarnos mañana así que prefiero descansar en lugar de estresarme por unos estúpidos premios— El chico se encogió de hombros.

En realidad claro que podría ir y lo que es más, seguro terminaría rápido su misión pero el problema más grande era su compañera, asignada a la fuerza.

Por otro lado, el top diez no sorprendió, por lo que solo le sonrió— Bueno, entonces me iré. Cuídense y espero verlos de nuevo muy pronto.

— ¡Gracias, nos vemos después!— Se despidió la chica con energía. Había hablado un poco con él y era muy agradable.

—Seguro, cuídate y cuídalo que es un poco torpe— Le dijo antes de cerrar la puerta.  

Edwin se dio cuenta de que ya iba armado, lo que significaba que una vez terminara la premiación, se iría a su misión pero ya no dijo nada y se centró de nuevo en la pantalla con aburrimiento.

Cuando el chico salió y llego a las calles abarrotadas, comenzó a estirarse con despreocupación.

Y como esperaba, nadie le hacía caso.

— ¡Bien! ¡Vamos por un burrito de pollo!— Gritó para sí mismo aunque varios se giraron a verlo con curiosidad, a lo que este se disculpó con vergüenza y comienzo a caminar con el rostro abajo.

—Ay, Aylin— Dulce Lair aun lamentaba que Aylin hubiese perdido. Estaba en su laboratorio, acompañada de Damián Allegado, su compañero profesor y algo más— ¡No pensé que perderías tan rápido! Aunque aún queda Iris y Esmeralda… ¡Javier, cierto!

La profesora era una mujer hermosa, joven y cabellos castaños cortos, lentes cuadrados rojos, ojos verdes, pecas en su nariz y curvilíneo cuerpo delgado. Era muy baja pero no quedaba mal con su blusa azul, su pantalón de vestir, sus botas de trabajo y su bata blanca e impecable.

—Quieres mucho a esos chicos ¿No?

— ¡Mucho!

Damián no podía esperar menos, todos la querían y ella los quería a todos… Brillaba mucho ante sus ojos.

Damián era un hombre de mediana edad, de cabellos rubios recortados de forma elegante, con una barba corta, unos ojos verdes como el mar, una complexión delgada, no musculada, de nariz fina y labios gruesos.



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En el texto hay: torneo, peleas, superpoderes

Editado: 26.12.2022

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