Hermandad: Ciudad Oscura (vol.4)

Aquella que convierte el odio en felicidad.

—Pensándolo bien, no me gustaría quedarme a jugar ¡No eres tan linda como pensé!— Dijo Hotaru, levantando una mano en señal de que se detenga— Mantente quieta mientras llega la SDO por ti ¿Bien?

Hotaru comenzó a avanzar y por poco recibe un golpe directo en la cara con el antebrazo de su enemiga.

—Me costó— La chica parecía estar haciendo mucho esfuerzo para moverse aunque sea un poco.

—Vaya, debo admitir que no esperaba algo así— Hotaru le quitó importancia a sus acciones con la mano aunque el fondo se preguntaba cómo es que se liberó tan fácil— Pero no podrás ganar ni con todas tus fuerzas, así que mejor ríndete ¿Sabes a quien estas enfrentando?

—Te dije que lo sé y te odio ¿No te lo había dicho?— La chica había logrado moverse ya, aunque estaba claro que estaba haciendo un gran esfuerzo— No te creas mucho, princesa cantante. 

¿Era imaginación de Hotaru o estaba haciendo bastante calor? ¿Serán las maquinas?

—No necesito creerme mucho, soy mucho—Hotaru estaba confiada—Tener uno que otro Hater nunca me detuvo.

— ¿Hater? ¿Crees que odio tu trayectoria y tus logros?— La chica miro de mala forma a Hotaru— No, la verdad es que he visto tus series y también he escuchado tus canciones y no son malas. A quien odio es a ti.

— ¡Imposible! ¡Soy un amor!— Hotaru soltó una leve risotada.

La chica le miro con seriedad, por lo que Hotaru la correspondió, mostrándose seria.

—Bueno, si me odias de verdad, entonces ven a matarme ¿Es lo que quieres, no? Yo recibiré tus sentimientos, ese es mi trabajo, al fin y al cabo— Dijo está, mostrándole una dulce sonrisa.

— ¿Estas bromeando?— La chica le miro con hostilidad.

—No.

—Solo eres una hipócrita ¿Qué sabes tú sobre recibir dolor y odio? ¡Nada! Tu solo recibes los sentimientos buenos, las felicitaciones y el amor pero no importa, porque para eso estoy yo, para recibir lo que nadie quiere, para recibir lo que de verdad importa— Afirmo la chica rubia mientras esbozaba una gran sonrisa.

— ¿De qué hablas?— Hotaru le miro con el ceño fruncido.

—Eso es algo que gente como tú, que solo recibe amor, no entendería— Afirmo la chica.

Nataly creció sin apellidos, no, más bien, los había olvidado.

Había llegado a usar el de su papá en algún punto de su juventud pero lo había dejado de lado cuando se separó de él, mientras que el de su madre fue omitido por el rencor que el hombre le guardaba a su progenitora, así que ni lo conocía.

Casi desde que nació, ella fue abandonada por su madre con su padre.

El hombre había tratado de criarla, ya que la niña no tenía la culpa de nada así que pese a odiar a aquella mujer, se esforzó mucho por ella. Él tenía pensando ser diferente y ser mejor.    

Pero mientras la niña más crecía y maduraba, más se parecía a su madre lo que no era precisamente bueno.

Él no quería odiarla pero ¿Cómo no hacerlo? Se parecía tanto al amor de su vida, un amor que lo había dejado solo con una niña y que sin previo aviso, destrozo su corazón como si nada solo para irse con otro.

Pero las cosas se torcerían para el hombre, que sano mentalmente, ya no era.

Tiempo después la mujer, el amor de su vida había regresado pero no con él, sino con el jefe de su empresa y pese a que el afectado trato de contarle al jefe sobre la mujer que estaba acogiendo, este no lo escucho, si no que por el contrario, lo despidió por hablar mal de la madre de sus hijos, sin mencionar que la mujer presiono también para que lo sacaran de la empresa.

— ¡Esa maldita mujer!— Grito el pobre hombre mientras destrozaba sus platos— ¡La odio!

— ¿Pa.… papá?— Nataly, una chica de ya doce años se levantó debido a todo el ruido que estaba haciendo.

El hombre, ya trastornado, solo pudo recordar a aquella mujer cuando la conoció, con aquella expresión confundida, inocente y adorable que lo conquisto— ¡Tú también me traicionaras ¿No?!

— ¿Papá? C-claro que no— La chica se sorprendió cuando el hombre la sujeto de su muñeca para atraerla hacía él.

— ¡¿Tu no me traicionaras como tu mamá, cierto?!— La expresión de su padre aquella noche la asusto.

—No, yo no…

—Bien, entonces... —El hombre comenzó a besarla pero cuando la chica se apartó, solo recibió un golpe en la cara que la hizo caer— ¡Lo sabía, eres como esa perra! ¡Tengo que castigarte, entonces!

Fue la primera vez que el hombre la violo, su propio padre.

Ya no quería verla como su hija, si no como su nueva esposa, una que debía complacerlo en todo lo que pedía, una con la que podía tener relaciones en cualquier momento y una que de verdad aceptara sus sentimientos hermosos.

La obligo a hacer cosas que nunca le pedirías a una niña y cuanto más crecía, más cosas inmorales la obligaba a hacer pero ella, pese a que al principio sufría, con el tiempo, ella lo entendió todo gracias a lo que él le dijo.

—Tu deber es hacerme feliz, sin importar lo mucho que sufras, debes resistir— Le decía todas esas veces en la que la violaba y que ella no podía moverse— No te preocupes, serás feliz haciéndome feliz.




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