Hermandad de sangre, parte ll

Capítulo dos.

Lazos.


El estado de inconsciencia de Gregori no paso desapercibido para nadie en el avión. Gregori había estado inusualmente inquieto, hablando en sus sueños, hasta que su respiración comenzó a ser anormal, aparentemente ese ahogando.

—¿Qué le sucede? —interrogó Toss buscando a Egion con la mirada.
—No es consciente de que en sueños, puede viajar a través del reino de su padre. Presente, pasado o futuro. Y creo que está en medio de un sueño…
—Es un poder asombroso. 
—Pero peligroso Toss, si lo descubren podría quedar atrapado entre ambos mundos. 
—¿Habría forma de recuperarlo? 
—Claro que la hay, amigo —le respondió el Lobo, acariciando el cabello del chico, quitándolo en de su rostro “Vuelve, pequeña, sombririta…”.

Egion llamó mente a mente, una y otra vez esperando alcanzar al chico, y hacerlo volver. Gregori Se movió un poco, la tensión en el rostro de Moira se relajó. Recostó el chico y lo cubrió con una manta, dándole un beso en la cabeza para dejarlo descansar.

—Duerme el sueño de los mortales, Gregori hijo de Alastor, no el sueño de tu gente.


*   *   *

—¡Soy hijo de mi padre! 
—Un maldito traidor de mierda —replicó su amigo de toda la vida, Dirtton Leniko 
—See… 
—Y ahora nosotros tenemos que resolver tu estupidez.

Ëros Jefer meditó un momento las palabras de Dirton, pensando en lo que había pasado. Ellos eran parte de un grupo dedicado actualmente a casar a los Muriak, como protección a las razas de sangre, incluida la raza humana. Un grupo clandestino de guerreros, una protección de su mundo, surgidos de la necesidad de sobrevivir, Recorrían el viejo país de un lado a otro, pero eran insuficientes, pues por cada Muriak que destruían, surgían otros… era una tarea monumental. Además, después de que el mundo se enterara del resurgir de la Hermandad de sangre, se sentían solos. Ëros los catalogaba a sí mismos como, un grupo de Rebeldes, haciendo lo que nadie más parecía querer hacer.

—Quizás si lo buscamos. 
—Ellos desaparecieron de nuevo, solo dijeron aquí estamos, para largarse otra vez —gruñó Ëros. 
—Oír rumores.

El hombre volvió su mirada chocolate a su amigo, ya casi amanecía habían estado en guardia buscando Muriaks por la ciudad, y esperaban al resto del grupo

—Ellos viajan a Hungría.
—¿Todos juntos? 
—No, ella la reían de los lobos no está, creen que fue convocada al reino de la Gran magia, supongo que por la muerte del maldito

Ëros mérito las palabras de Dirtton, quizá ese no era el motivo por el que fue convocada, pero no podía estar seguro.

—Entonces, quizá es hora de acudir a ellos… y organizar bien la ofensiva. 
—Pero es territorio húngaro, y a él no va a gustarle.

Ëros desnudo sus colmillos, sacó su teléfono celular y espero un par de timbrazos. El hombre del otro lado respondió en un tono molesto, algo no muy normal en este.

—Lamento molestarte tan tarde G, pero necesitamos ir a Hungría. 
—Alastor no permite a nadie que no esté con ellos. 
—¡Nosotros estamos del mismo lado! 
—Les darán muerte, si vienen. 
—Entonces moriremos. 
—Este no será buen momento, su hijo viene a casa y no piensa poner en riesgo su heredero.

Ëros puso los ojos en blanco, eso era algo que aún no lograba comprender.

—Espera hay una sombra aquí… los quiero en Hungría para ayer… habla con Ettard y con los gemelos Yurkemi.

Después de eso, G corto comunicación.

—Eso fue raro. 
—¿Qué te dijo? 
—Que ya deberíamos de estar en Hungría. 
—¿Pero qué hay de las leyes del Rey Alastor? Él nos se exilió hace siglos. 
—Lo sé, me ha dicho un poco más, pero es hora de volver a casa con nuestro rey y afrontar las consecuencias.

_            _              _

Hungría, una tierra antigua mágica y magnífica. Hogar y tierra de las Sombras de sangre. Ahora hogar de otros seres, que se enamoraron de la forma en que la luz brilla al amanecer, del aroma de sus plantas y el color de su cielo. Todo, todo ahí era distinto. Todo, desde ese lado del mundo, cambiaba cuando se vuelve la vista atrás. Ocultos en una pequeña comunidad, las Sombras desarrollaron sus vidas, viven sus vidas y disfrutan de ellas ayudan y son ayudados por sus vecinos.

Uno de los pocos lugares en el mundo, donde la civilización aún no llegaba en su totalidad, aún podían apreciarse carreteras tiradas por caballos. Calles de tierra, roca y arena, pozos. La comunidad era unida, pacífica y estaba bajo la protección de Alastor. De que había asumido el trono, de una familia sumamente vieja y que era muy reservado, amable y caritativo con su comunidad. Pero algo había en el que hacía que todos le temieran, se contaban historias magníficas a su alrededor.

Cerca del poblado había un bosque denso y oscuro, que ocultabas el hogar del rey Alastor. Esta zona era de la “clase alta” o por lo menos eso pensaban las personas. Alastor trato por todos los medios de modernizar un viejo pueblo, para hacer las cosas más fáciles para todos los lugareños. Sin embargo, se resistieron al cambio, ellos creían que si le permitían hacerlo, perderían en algo de sí mismos en el proceso. Por ello el bosque dividía ambas comunidades, sin embargo, humanos y Sombras vivían en la misma comunidad en armonía y en paz.

Dos camionetas todoterreno negras acercaban al pequeño poblado, toda la gente sabía exactamente hacia dónde se dirigían. Se dirigían al hogar del señor Alastor, pero sucedió algo que no imaginaron. Bajaron por un poco de comestibles y víveres, tal parecía que solo era para hacer notar de quienes se trataba, después de eso continuaron su camino.  Era una comitiva que no todos sabían que estaban allí, pero los que sí, estaban emocionados y habían solicitado al rey Alastor poder tener una audiencia con ellos, pero el rey fue tajante que eso tendría que esperar. Pasaron por una enorme puerta de herrería, esta se abrió con un sonoro chillido. En la puerta de la inmensa propiedad, ya los esperaba el rey. Gregori fue el primero de bajar de la todoterreno, incluso antes de que esta se detuviera.




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