Hermosa

Prólogo

La tormenta

(Siglo XIX)

Era de noche y la lluvia caía sin parar, parecía que las gotas de lluvia nunca se detendrían, el techo de la estación tenía goteras y los individuos que tomarían el próximo tren estaban adentro de la estación resguardándose del agua y el frío.

El viaje aún no había sido cancelado, y todos esperaban que el tren apareciera lo más pronto posible.

A excepción de aquella señorita que había llegado empapada, con una sola maleta y que de inmediato se fue a la orilla de la estación. Parecía impaciente y temerosa, movía su pie derecho de arriba a bajo y miraba en dirección a la entrada principal constantemente.

Nadie sabía lo que le ocurría, agarraba su boleto con gran fuerza en las manos y casi de manera automática había aceptado el pañuelo que el viejo guardia de la estación le había ofrecido.

Era una joven doncella, de cabello oscuro, labios carmesí, nariz respingada y grandes ojos azulados, era una señorita muy hermosa pero su vestimenta parecía ser muy simple en realidad, no se veía ser de buena familia, su vestido era muy sencillo, sus zapatos estaban cubiertos de lodo, tenía una pequeña sortija que sobresaltaba de sus pequeños dedos, su cabello estaba empapado y sujetado en una trenza desalineada.

No era muy propio que una joven de su edad estuviera sola a estas horas del día y en esas condiciones. Pero a nadie le interesó cuando el tren apareció y todos empezaron a abordar.

El guardia al verla desde su posición, creyó que sería la primera en subir, pero mientras los pasajeros subían y el tiempo pasaba ella se mantenía en el mismo lugar que al principio, su vista se dividía entre las puertas del tren y la entrada principal. Se veía indecisa por la próxima decisión que tomaría, pero cuando se anunció el último aviso para abordar al tren, ella se quedó quieta, dejó el movimiento de su pie y miró fijamente al tren.

Dudando entre subir o no.

Entonces ella cerró los ojos y escuchó al tren partir. Al ser el único espectador el guardia pudo vislumbrar como una lágrima cayó por la mejilla de aquella doncella y antes de que él fuera a su ayuda, ella dio media vuelta y se fue de la estación.

Quería seguirla, pero la perdió de vista entre los árboles y la oscuridad.

Ya estaba hecho, aún con la lluvia la joven había salido, ella había tomado una decisión.

Sus lágrimas se camuflajean con las gotas de lluvia que caían sobre su cara, pero a ella no le importaba.

Porque esa noche, con la lluvia cayendo sobre ella, a esa pobre chica que aún sostenía su boleto con fuerza le habían roto el corazón.




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