Hermosa

Capítulo 2

Regalo de cumpleaños

Marcus Hansford sin duda era el joven más codiciado del lugar. Era atractivo, elegante, inteligente y rico, muy rico. Su familia tenía una herencia demasiado grande que hasta el rey de Inglaterra envidiaria. Así que cuando la familia Laugmore se enteró que el joven de los Hansford se había interesado en su 4ta hija no dudaron en hacer presente que ambos jóvenes se comprometieran lo más pronto posible.

Y a pesar de que sus padres se veían escépticos con la idea, el joven rubio estaba más que encantado.

Desde el primer día que la vio, Marcus sabía que se había enamorado de ella y se dijo a sí mismo que aquella joven de tan característico vestido azul y pintura en su mejilla sería su esposa.

Estaba cautivado por su belleza, pero supo que estaba completamente enamorado al conocerla. Era una joven inteligente, graciosa pero sobre todo humilde y amable. Tenía un gran corazón y una hermosa sonrisa, que él por supuesto estaba dispuesto a dar todo de sí para mantenerla feliz en esta vida y en las siguientes.

Por supuesto que aquel amor ciego que su hijo tanto profetizaba era una de las más grandes preocupaciones del Sr. y la Sra. Hansford, y no es para que se malentienda, a ambos les agradaba la joven, era una mujer encantadora, pero la insistencia de su familia intuía en ellos una ambición oculta y era algo con lo que no se sentían muy cómodos al respecto.

Pero aún con sus insistencias, el día había llegado, y ambos habían prometido respetar y apoyar las decisiones que su hijo mayor tomará. Entonces todos estaban tratando de arreglar los últimos detalles para la fiesta.

Se suponía que hoy se celebraría un cumpleaños, pero todos en el lugar sabían que lo más importante ahí sería la posible propuesta de matrimonio que la joven Laugmore recibiría.

Todos estaban intrigados por esa sorpresa que no era tan sorpresa. Pero Marcus, aquel joven que siempre había obtenido lo que quería y nunca había tenido un no por respuesta estaba aterrado.

Nunca en su vida había sentido tantos nervios y menos por algo que todo el mundo daba por sentado.

Ahí estaba él, en su alcoba mirando desde la ventana como los invitados estaban llegando, él sostenía entre sus dedos una pequeña caja de cristal y cuando la abrió sonrió un poco al ver el anillo que estaba dentro.

Era una joya familiar, que les había pertenecido a los Hansford desde hace varias generaciones, y fue su abuela quien se lo otorgó a él cuando ella aún estaba viva. Un zafiro rosa con incrustaciones de diamantes alrededor, era hermoso.

Y Marcus… él solo esperaba que a ella le gustará.

Entonces escucha la puerta de su cuarto abrirse y ve a su madre entrar.

—Hijo —Lauren una mujer madura se acerca a él, y sonríe de manera forzada al ver el anillo—, ¿Te encuentras bien? Los Laugmore están por llegar.

—Si, madre —Marcus sonríe, mete la caja en su bolsillo y extiende sus manos hacia su madre—, ¿Qué te parece?, ¿Crees que dirá que sí?

Lauren sonrió conmovida y puso ambas manos en la mejilla de su hijo.

—Esa joven estaría perdida si no lo hiciera —ambos sonrieron, pero la mujer se aparta un poco de su hijo y lo mira con seriedad—. Te lo volveré a preguntar, ¿estás seguro de esto?

Sabía que esa pregunta podía parecerle a Marcus repetitiva y hasta fastidiosa, pero su hijo sonrió y pego su frente con la de ella.

—Nunca había estado más seguro en mi vida.

—Te tiemblan las manos, querido —menciona con burla y él sonríe apenado.

—Son los nervios, madre. Ella aún podría decir que no.

—No lo hará —le palmeó la mejilla y lo empieza a guiar a la puerta— y será mejor que ambos bajemos que todo mundo está llegando.

La fiesta estaba siendo un éxito, la comida había sido servida y ahora los jóvenes estaban bailando, mientras los adultos conversaban y disfrutaban de la velada.

En la pista de baile, en medio de todos, estaba aquella pareja por la que los invitados estaban esperando. No había persona que no esperara el momento en que el joven Hansford se arrodillara e hiciera la gran pregunta, por qué sin duda aquella pareja formaba la boda del año.

Marion por su parte comenzaba a creer que el momento no ocurriría, al menos no este día. Marcus había estado evitando su mirada y casi no pronunciaba palabra alguna. Por ello, aceptó de inmediato cuando él la invitó a bailar. Aún desde la pista de baile ella podía sentir la presión por parte de su madre, que se encontraba alardeando con sus amigas sobre cosas que no tenían, o que aún no ocurrían. Y no era para menos, todos en el salón tenían su vista sobre ellos, cada paso que daban era observado por los invitados y estaba segura que Marcus también lo sentía.

Fue entonces cuando la música paró, y entre los aplausos de los invitados Marcus le tomó la mano y de manera repentina empezaron a caminar hacia el jardín trasero.

Ella no dijo nada, solo se dejó arrastrar, puesto que si el joven Hansford haría lo que ahora era más probable que haría, ella suponía que aquel momento tenía que ser algo íntimo, entre dos personas… 

El jardín era amplio, con varias fuentes y adornado con flores a su alrededor. A Marion le gustaba ese lugar, era tranquilo y un buen espacio para poder pintar, le agradaba visitar a Marcus, porque a él solo le bastaba con mirarla y así podían pasar horas, mientras ella pintaba, él leía a su lado y la contemplaba. 

Con cautela se acercó a la rosa más cercana y al notarlo la puesta de sol estaba en su punto máximo, el ocaso estaba ocurriendo, entonces escuchó un carraspeo y al girar sobre su propio eje ve a Marcus arrodillado sobre una pierna enfrente a ella. Ninguno había dicho ni una palabra, pero ambos se miraban a los ojos y parecía que lo decían todo.

Ella cubrió sus labios con su mano como signo de sorpresa, estaba sonriendo y él también sonrió al saberlo.




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