Amar como ella
La familia Laugmore es grande, algunos creían que con la economía que los precede ellos debieron abstenerse de tener más de 2 hijos, por lo menos. Pero ahí estaba Marion y sus 5 hermanos. El primogénito de sus padres era Nathan, casado con Alice Gradgam y con quién tiene (hasta el momento) 5 hijos. La segunda en la familia era Salma, una mujer extraordinaria y la única que decidió formar una profesión lejos del negocio familiar, está casada desde hace tiempo con Emil, quien a los ojos de Marion es un maestro devoto y comprometido con sus estudiantes, sin embargo, ella muy dentro de sí siempre creyó que aquel matrimonio no eran el uno para el otro. Después sigue Juliet, casada desde los 17 con un ex-soldado de nombre Darlon, el ahora trabajaba en el negocio familiar mientras ella se queda en el hogar cuidando a sus 3 hijos varones, en lo personal le parecía un desperdicio, su hermana siempre había mostrado habilidad con los números y cuentas, pero a su hermana nunca se le dio el impulso adecuado y se terminó casando a una edad joven.
De Juliet seguía Marion que se suponía sería la última de la familia, pero después de casi 14 años de haber determinado que ya no tendrían más hijos, sus padres habían concebido a un par de gemelos, Josephine y Andrew que ahora tenían tan solo 12 años. Ambos eran jóvenes, vivaces y hasta cierto punto inocentes. Andrew estaba fascinado con la figura que Marcus Hansford representaba, decía que era imponente, audaz y un ejemplo, para todos solo era mera admiración, pero él estaba complacido y emocionado al saber que sería parte de su familia. Por su lado Josephine era una romántica empedernida, tenía un pequeño flechazo hacia el prometido de su hermana mayor y al enterarse del compromiso ella rompió en llanto.
Marion tuvo que hablar con ella, fuera de las palabras de los demas que decian que Josephine era muy joven para saber del amor y que solo eran lágrimas de una niña caprichosa, Marion empatizo con su hermana, puesto que en un pasado ella había sido la que había llorado por amor, fue la “caprichosa” y la que derramaba lágrimas sobre su almohada como ahora Josephine lo hacía; sabía perfectamente que para sentir tales sentimientos no existía un límite de edad, que sus ilusiones se habían derrumbado y eso era algo que dolía. Ella no quería que ese lado romántico y soñador desapareciera por completo de su hermana como lo había hecho con ella, así que las dos hablaron.
Bajo ese árbol viejo y torcido ambas hermanas pasaron bastante tiempo conversando, hubo gritos de reproche, lágrimas reprimidas, pero lo más importante, aceptación. La plática no había surgido nada mal, Marion estaba orgullosa con la madurez que su hermana había tomado las cosas mediante una buena conversación donde se ponían todos los puntos sobre la mesa.
—Esto aún es doloroso —dijo la pequeña niña de nariz respingada y rojiza por el llanto.
—Eso significa que tus sentimientos fueron reales —Marion pasa una mano sobre su hombro y la abraza—. Y no hay nada de malo en eso.
—¿Algún día dejará de doler? —Josephine se recarga en el hombro de su hermana y juega con su cabello esperando una respuesta, pero esta no llega.
Siendo honesta, Marion no sabía en qué momento había dejado de llorar por el joven hijo de los Wallach, solo tiene la noción de que los días fueron pasando y con ello había dejado de hacerlo, pero no porque las lágrimas hubieran parado significaba que el dolor también. Aun con el pasar del tiempo ella sabia que habia una pequeña punzada en su interior dedicada a Theodore Wallach y que seguiria ahi por el resto de su vida aunque le doliera.
Así que no, tal vez para ella no dejaría de doler nunca, Marion sabía que estaba condenada a una vida llena de recuerdos de lo que fue y lo que no será, pero claro, aquello no se lo diría a su pequeña hermana que decía tener el corazón roto. Porque el amor obra de maneras misteriosas, pero nunca igual en cada persona.
—Solo te dire —Marion hace una pausa y piensa bien sus palabras—, que habrá un momento en que la veas y la verás sonreír, y aunque sea por otra persona, tú también sonreirás porque sabes que ella es feliz.
Josephine no se mostraba tan complacida por la respuesta, pero por un breve suspiro que salió de sus labios Marion creyó que su hermana daba por terminada la conversación, hasta que Josephine se separó de ella y musitó la última frase para después adentrarse a la casa.
Aquellas palabras habían dejado a Marion sin nada que responder y la hizo reflexionar por bastante tiempo, más de lo que le gustaría admitir. Porque Josephine tenía razón, ella nunca podría llegar a amar a su prometido como su pequeña hermana lo hacía. Y eso la hacía sentirse mal consigo misma.
Como si no creyera merecer el amor de Marcus.
Holis, la verdad es que no creo que alguien esté leyendo esta historia, pero si es un sí, pues agradezco mucho que se pasen a leer entre estas páginas electrónicas.
También quiero agradecer personalmente a Monica Patricia Montero Suarez, gracias por tu comentario, soy muy nueva en esto y es la primera vez que alguien comenta sobre algo que yo escribí, mereces el sol, la luna y las estrellas🌞🌜🌟.
Por otro lado, este capítulo es corto y no tiene mucho que ver con la trama principal, pero me gustó escribirlo, también para que conozcan más a la famila Laugmore, y hacer que esperen hasta que haya un reencuentro entre esos dos😏
Cuídense, paz y amor💜