James Harrison, de 81 años, hizo su última donación de sangre el 11 de mayo de 2018 (Tara Delia / Cruz Roja Australiana)
En 1951 un niño australiano de 14 años llamado James Harrison se despertó tras una operación de tórax de importancia. Los médicos le habían extirpado uno de sus pulmones en un procedimiento de varias horas que lo mantendría hospitalizado durante tres meses.
Harrison estaba vivo, en parte, gracias a una gran cantidad de sangre transfundida, según le explicó su padre. "Dijo que había recibido 13 unidades de sangre y que me habían podido salvar la vida gracias a la donación de personas desconocidas", recordó Harrison a CNN décadas después.
En ese momento, las leyes de Australia exigían que los donantes de sangre tuvieran, al menos, 18 años. Pasarían cuatro años antes de que Harrison fuera elegible, pero juró entonces que él también se convertiría en donante de sangre cuando fuera lo suficientemente mayor.
Después de cumplir 18 años, Harrison cumplió su palabra y donó sangre regularmente mediante el Servicio de Sangre de la Cruz Roja Australiana. No le gustaban las agujas, por lo que desviaba la mirada e intentaba ignorar el dolor cada vez que le insertaban una en el brazo.
Mientras tanto, los médicos en Australia luchaban por descubrir por qué miles de embarazos en el país terminaban en abortos espontáneos, muerte fetal o defectos cerebrales en los bebés.
"En Australia, hasta aproximadamente 1967, literalmente miles de bebés morían cada año sin que los médicos supieran por qué. Fue horrible", le dijo a Gupta Jemma Falkenmire, del Servicio de Sangre de la Cruz Roja Australiana. Resultó que los bebés padecían la enfermedad hemolítica del recién nacido o HDN. La afección ocurre con mayor frecuencia cuando una mujer con un tipo de sangre Rh negativo queda embarazada con un bebé que tiene sangre Rh positivo, y la incompatibilidad hace que el cuerpo de la madre rechace los glóbulos rojos del feto.
Los médicos se dieron cuenta, sin embargo, de que podría ser posible prevenir HDN inyectando a la mujer embarazada un tratamiento hecho con plasma donado con un anticuerpo raro.
Los investigadores buscaron en bancos de sangre para ver qué personas podrían tener ese anticuerpo. Encontraron un donante en New South Wales. Se llamaba James Harrison.
Para entonces Harrison había estado donando sangre completa durante más de una década. Confesó que no lo pensó dos veces cuando los científicos se acercaron a preguntarle si participaría en lo que se conocería como el programa Anti-D.
"Mi pidieron que fuera conejillo de Indias, y he estado donando desde entonces", dijo Harrison al Sydney Morning Herald.
En poco tiempo, los investigadores desarrollaron una inyección llamada Anti-D que usa plasma de la sangre donada por Harrison. La primera dosis se le dio a una mujer embarazada en el Royal Prince Alfred Hospital en 1967, según Robyn Barlow, el coordinador del programa Rh que encontró a Harrison.
Para entonces Harrison había estado donando sangre completa durante más de una década. Confesó que no lo pensó dos veces cuando los científicos se acercaron a preguntarle si participaría en lo que se conocería como el programa Anti-D.
"Mi pidieron que fuera conejillo de Indias, y he estado donando desde entonces", dijo Harrison al Sydney Morning Herald.
En poco tiempo, los investigadores desarrollaron una inyección llamada Anti-D que usa plasma de la sangre donada por Harrison. La primera dosis se le dio a una mujer embarazada en el Royal Prince Alfred Hospital en 1967, según Robyn Barlow, el coordinador del programa Rh que encontró a Harrison.
Continuó donando durante más de 60 años y su plasma se ha utilizado para producir millones de inyecciones Anti-D, según informaciones de la Cruz Roja. Debido a que alrededor del 17% de las embarazadas en Australia requieren las inyecciones Anti-D, el servicio de sangre estima que Harrison ha ayudado a 2,4 millones de bebés en el país.
"Cada ampolla de Anti-D hecha en Australia tiene a James en ella", comentó Barlow al Sydney Morning Herald. "Ha salvado a millones de bebés. Lloro solo de pensarlo".
Los científicos no saben todavía por qué el cuerpo de Harrison produce naturalmente el raro anticuerpo, pero creen que está relacionado con las transfusiones de sangre que recibió cuando era adolescente. A lo largo de las décadas, Harrison ignoró los elogios numerosos de sus viajes constantes al centro de donación de sangre desde su casa de Umina Beach, en la costa central de Nueva Gales del Sur.
Nunca consideró la posibilidad parar, tal y como contó al Daily Mail en 2010.
"Probablemente mi único talento es que puedo ser donante de sangre", ironizó a CNN en 2015, cuando la cadena de televisión lo siguió mientras realizaba su donación 1.101.
Al llegar saludó a las enfermeras que lo conocían muy bien. Como siempre, miró hacia otro lado cuando insertaron la aguja, mientras sujetaba una pelota antiestrés naranja en su brazo derecho.
Cuando un periodista le preguntó si lo que estaba haciendo era valiente, Harrison apretó los ojos y negó con la cabeza.
"Esa es la otra cosa rara sobre James", señaló Falkenmire a la cadena. "Él piensa que sus donaciones son las mismas que las de cualquier otra persona. No cree que sea extraordinario".