Herroc - Un príncipe para la bestia

Siete: Expectativas

Herroc ingresó con un fuerte golpe de la puerta a la habitación de su amigo Karim. El susodicho se encontraba sentado en su escritorio ojeando una vieja agenda, o al menos fingiendo hacerlo. Él ya sospechaba que la visita del día no tendría los tintes amistosos a los que estaban acostumbrados.

—Al menos tienes la decencia de estar despierto.

Karim sonrió y su rostro pareció deformarse por esa mueca. Las horribles cicatrices que lo acompañaban desde hacía ocho años tensaron la piel de su rostro dándole un aspecto escalofriante.

—Tenemos que hablar.

Herroc no preguntaba, él estaba exigiendo una respuesta por su parte.

—¿En qué puedo serte de ayuda? —preguntó con sordidez. Karim estaba acostumbrado a lidiar con el carácter apabullante del otro joven heredero. Al fin y al cabo, a Herroc nunca se le había negado nada y no sabía lidiar con la objeción por parte de otros. —Supe que pasaste una excelente noche.

Los ojos del heredero Briceton brillaron peligrosamente.

—¿Este era tu maldito plan desde que me invitaste? —cuestionó con algo más que rudeza. Algo que todavía Karim no podía descifrar. —¿Querías deshacerte de la muchacha que tus padres habían buscado para ti? ¿Estas comportándote como un cobarde?

Ah, Herroc había dado justo en el blanco. Pero Karim no sería quien lo confesara.

—¿Deshacerme? ¿De qué estás hablando?

—Anoche bebimos en tu oficina y, según el último trabajo sano de mis neuronas, me contaste que tu madre finalmente había orillado a una pobre diabla a casarse contigo. Estabas hablando de Irina Phillips, ¿verdad? Era ella a quien te referías con tanta indiferencia.

Karim se quedó en silencio y eso le dio pie a Herroc para comenzar con su rabieta.

—¿Pensaste que, dejándola en mi habitación, en mi cama y desnuda conmigo —aclaró, —te librarías de su ímpetu casamentero?

Herroc suspiró profundamente. No sabiendo si su enojo provenía de la broma de mal gusto que su amigo le había jugado o, desde lo más profundo de su ser, de que se tratara de Irina.

—¿Qué no escuchaste cuando sus padres te dijeron que ella estaba más que dispuesta a llevar adelante este matrimonio conveniente? ¡Esa muchacha está tan desesperada por casarse que ni siquiera considerará mal visto el haber dormido con uno de tus amigos!

Karim hizo una mueca ya que cuando Herroc se enterara de la verdad de los sucesos de la pasada noche, no estaría tan confiado en lo que decía ahora. Gracias al cielo esperaba estar muy lejos de él cuando eso sucediera.

—No me interesa lo que ella piense.

—A mí tampoco —mintió expertamente Herroc. La verdad sea dicha, él sentía una cosquillita molesta en la boca de su estómago desde que despertó con la rubia entre sus brazos. E intentaba convencerse, en vano, de que se debía a su aversión a tocar a otras personas. —Ella cree que dormimos juntos, imbécil.

Karim levantó la vista de su único ojo sano.

—¿Y cuál sería el problema a eso? ¿Desde cuándo te interesa la opinión de los otros?

Herroc entrecerró los ojos, descubriendo el pobre intento de manipulación de su amigo.

—El problema es que ella piensa que durmió por primera vez conmigo. Parece que tu prospecto de esposa se guardaba para su dichoso futuro marido y en su lugar he aparecido yo. Ahora… —suspiró, —estoy seguro de que me has hecho esto a propósito para que yo no pueda sacármela de encima.

Karim quiso reír por la expresión atormentada en el rostro de su amigo. No obstante, y a pesar de lo que Herroc profesaba era más que obvio que el joven no se encontraba del todo disgustado con esa premisa.

Por eso que decidió pincharlo un poco más.

A Karim le encantaba orillar a las personas.

Y el pobre Herroc Briceton no sería la excepción.

—Dile la verdad, Herroc —resolvió con simpleza. —Nunca se te ha imposibilitado ser brutalmente honesto con las personas. ¿Qué hace a Irina Phillips diferente?

Herroc se enderezó en toda su altura y miró desde arriba al rostro de su amigo. Sus facciones se endurecieron y ambos muchachos se midieron el uno al otro.

—Veo que estás demasiado aburrido con tu vida privilegiada, Karim —el heredero Briceton fue el primero en hablar. —Te has convencido de que tienes patria potestad en la vida de otros y que tus acciones nunca tendrán consecuencias.

Silencio.

—Por un segundo casi te lo creo —fue lo que dijo Karim. —Te ves tan serio y lleno de honor que realmente sospeché que te hubiese afectado encontrar a esa preciosura en tu cama.

Herroc apretó con tanta fuerza los dientes que estuvo a punto de rompérselos. Por el contrario, y para ignorancia de su interlocutor, ocultó demasiado bien esa reacción. Él sonrió apenas y tomó asiento frente a su antiguo amigo y fingió que ninguna idea alocada comenzaba a maquinarse en su cabeza.

—Aunque estoy en contra de lo que has hecho, y de que me trae más problemas que resoluciones estoy pensando que esto no ha sido tan mala idea después de todo.

—¿A qué te refieres? —preguntó Karim realmente curioso ahora. —¿Tienes algún plan en el que te sirva Irina Phillips?




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