Al cabo de un par de semanas, la aburrida vida de Irina pareció volver a la normalidad. Todavía no podía sacar de su mente el haber despertado en brazos de Herroc, pero al menos no sufría tan seguido de crisis de ansiedad creyendo que en cualquier momento saldría alguna noticia suya que la involucrara con el heredero de los Briceton.
Lastimosamente a su paz efímera ahora se le sumaba el hecho de que sus padres estaban furiosos con ella. Nada fuera de lo común, solo que esta vez nada era su culpa. El susodicho que habían elegido como su futuro marido se había echado para atrás frenando todas las negociaciones con su familia. Cosa que a su madre la tenía histérica. Ella había jurado y perjurado que Irina se casaría finalmente con ese hombre ya que su familia lo había presentado como desesperado por hacerlo.
—Hemos arreglado una cita para esta noche con el hijo de la familia Ducher —le informaron en medio de un triste almuerzo. —Matthew está impaciente por tener una cita contigo y conocerte.
¿Es que no podían darle siquiera una semana sin disgustos?
—Lo dudo mucho —murmuró ella recordando al joven banquero. Según sus sospechas, a Matthew le iban más los tipos como él, hombres. Pero en la alta sociedad esas cosas todavía no eran muy bien vistas.
A pesar de que la gente, en los círculos donde Irina creció, se jactara de mantenerse a la moda había ciertas cosas que aún no estaban aceptadas frente al escrutinio público. Todo se resumía a las apariencias. Era obvio que existían parejas del mismo sexo entre personas de la alta sociedad. Sin embargo, no eran bienvenidas en la mayoría de los eventos, por ensuciar el legado.
***
La cita con Matthew, a la que se había visto obligada a asistir, era aburridísima. Lamentablemente, su padre había sido claro con ella. Irina debía hacer buenas migas con él ya que su familia era bastante rica e influyente.
El encuentro se había pactado a suceder en un concierto de ópera, donde solo los más influyentes de la sociedad asistirían.
Y donde los fotógrafos tendrían la exclusiva de la noticia sobre la nueva pareja.
Decir que Irina estaba avergonzada, hubiese sido un eufemismo. La joven se sentía humillada a niveles inimaginables, ya que Matthew estaba obstinado en casarse con ella. Él quería una esposa que le sirviera de tapadera y así luego, pudiese hacer y deshacer a su antojo con su verdadera pareja.
Mientras estaban en uno de los palcos VIP del lugar, Irina miró al cielo que se podía vislumbrar a través del techo cristalizado del teatro, y lanzó un deseo al aire. Ella pidió que su vida cambiara, era lo único que quería.
—Te ves terrible, señorita Phillips —dijo una voz a sus espaldas. Ella se tensó al oírlo. Conocía demasiado bien al dueño de ese tono enloquecedor.
—Herroc.
El tiempo pareció congelarse a su alrededor y su acompañante fue el primero en poner mala cara.
—Lo siento si interrumpo tu hermosa velada, Matthew. Eres el único que la disfruta —se disculpó Herroc falsamente. —Debo llevarme a mi esposa. Tenemos cosas que arreglar.
—¿Qué? —la pregunta de Matthew resonó con tono chillón.
Irina sintió que su alma dejaba su cuerpo.
—Supe que tu familia está interesada en hacer alianzas con los Phillips, pero no creo que esta sea la forma.
Herroc comenzó un monologo que sus interlocutores demoraban en seguir.
—No quedaré como un cornudo delante de toda la sociedad y eso es justamente lo que sucederá si permito que esta… cita continué. Me llevo a mi esposa ahora —Él tomó la suave mano de la rubia y la acercó a su lado. —Nos vamos, muñeca. Llénate de energía positiva y fortaleza porque estamos metidos en la mierda hasta el cuello.
—¿Qué dices?
—Estamos felizmente casados hace unas semanas, señorita Phillips de Briceton. Al parecer dormir juntos no fue lo único que hicimos.
Y con esas palabras susurradas a su delicado oído, la declaración de guerra había sido lanzada.
Matthew pareció comprender tardíamente lo que Herroc anunciaba, sin embargo, antes de darse por vencido respecto a encontrar a una tonta esposa que le sirviera como pacificador para con su familia, y que así dejaran de molestarlo con sus prácticas habituales, decidió hacerle frente al idiota de Herroc Briceton. ¿Qué se creía ese otro imbécil? ¿Qué podría salirse con la suya y quitarle a Irina Phillips? Pues estaba muy equivocado. La tonta rubia era el material perfecto que Matthew buscaba, y ahora que al fin había encontrado a una mujer atolondrada que respetara su palabras como ley, no pensaba dejarla ir.
—No estoy de humor para bromear contigo, Briceton —contestó el futuro banquero entre dientes y haciendo acopio de un tono frío. —Si no tienes nada mejor que hacer, déjame aconsejarte que te largues a tu casa. Hay personas aquí que queremos disfrutar de la velada.
Herroc bufó, aún sin ganas de soltar a su esposa.
—Eres el único que piensa que esta tortura puede simular una velada agradable, estimado Matthew. ¿Es qué no ves el martirio en estos hermosos ojos?
Matthew apretó con fuerza sus dientes y miró a la tonta de Irina que seguía con los ojos muy abiertos y quieta como una estatua mientras Herroc la sostenía.
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Editado: 28.11.2024