Herroc suspiró y se preparó para el mal rato. Él se bajó del auto y le pidió a Irina que esta vez esperara a que le abriera la puerta, no quería llegar a casa de sus suegros y dar una mala impresión de poco caballeroso. Ella rio, únicamente porque la situación lo ameritaba. Sus padres pensarían lo peor de él, indistintamente si le abría una puerta o no.
—¡Hola, Phillips! Qué bueno encontrarte en casa. ¿Tu adorable esposa también está aquí? Tenemos que hablar con ustedes.
—¿Qué demonios haces con mi hija, Briceton? ¿Estás acosándola?
Herroc ayudó a Irina a bajar.
—Podría decirse de esa manera.
—¿Qué?
—¿Podemos pasar o prefieres montar un espectáculo en los jardines de tu casa? Por mi parte no hay problema alguno, estoy acostumbrado a llamar la atención a donde sea que vaya —Herroc parecía disfrutar de provocar a su padre, pensó Irina.
Los tres ingresaron en silencio hasta el living de su casa, donde su madre los esperaba sentada como una reina sobre su trono. Ella abrió grandes sus ojos al ver la identidad del hombre que la acompañaba.
—Bien, ya todos reunidos no quiero dilatar más las cosas, me gustaría anunciarles que somos familia —comenzó diciendo Herroc para pasmo de sus progenitores. —No es necesaria una celebración, pero me complacería gratamente llevar a cabo una pequeña fiesta para anunciarle al mundo nuestro matrimonio.
Esa era una manera astuta y rápida de entregar las malas noticias, pensó Irina con haciendo una mueca interna.
—¿Qué… has dicho? su madre fue la primera en pronunciarse. —¿Casados? ¿matrimonio?
Herroc asintió con una sonrisa incomoda. Sólo en ese momento Irina pudo notar la tensión de su cuerpo. Claro, el tipo era todo sonrisas falsas para sus padres, pero la superficie de su cuerpo irradiaba enojo.
—Creo que me di a entender bastante bien. Irina y yo estamos casados. Así que, en conocimiento de esta noticia, por favor dejen de enviarla a citas con hombres que jamás estarán a su altura.
Su padre se acercó violentamente hasta ella, e Irina quiso encogerse.
—¡Tú, mujerzuela malcriada! ¡¿Cómo te atreves a presentarte en esta casa con esa sarta de estupideces saliendo de tu boca?!
Irina notó que en ningún momento su padre se iba en contra de Herroc, que era quien gritaba a los cuatro vientos que estaban casados. Tristemente, comprobó una vez más que su problema machista era con ella y solo con ella.
Pues bien, ella le daría motivos para hablar.
O provocarle un aneurisma. Los que sucediera primero no le importaba.
Irina estaba harta de ser un personaje pasivo en su propia vida, una que ella no había pedido, pero que sus padres se encargaban de destruir de a poco.
—Estoy casada con el hombre que quiero, papá —bramó en voz alta. No era una mentira, pero nadie tenía porqué saberlo. —Me demoré en decirles… porque bueno, las circunstancias no han sido las mejores.
Herroc sonrió disimuladamente y se acercó a su oído para susurrarle un secreto.
—Hasta yo me lo creí —dijo. Luego, se dirigió hacia sus padres. —No vinimos a pedir su permiso, queríamos anunciarles antes de que lo vean publicado en los medios.
—Eres una vergüenza para esta familia, Irina. ¿Cómo te atreves a convertirte en una mujer tan fácil que…? —comenzó diciendo su padre, pero se vio interrumpido por un puñetazo por parte de su ahora esposo, que desestabilizó todo su cuerpo.
—No te atrevas a ensuciar sus pensamientos con tu mierda, Phillips —amenazó Herroc, ya sin humor en su rostro. —Si tienes algo que decir en contra de nuestro matrimonio, te pediré encarecidamente que lo hagas directamente a mi persona. No dejaré que tú, ni nadie insulte a Irina. ¿Entendido?
Ella quiso llorar. Esta era la primera vez que alguien, aparte de su abuelita, intercedía por su bienestar.
—¡Lárgate de mi casa, golfa, y no aparezcas nunca más frente a mis ojos! —gritó su padre y su madre chilló al ver que Herroc se le iba encima. —Y tú, maldito infeliz…
Los dos hombres se fueron a los puños comportándose como borrachos bárbaros que peleaban por una jarra de cerveza.
—¡Irina, haz algo! —le gritó su madre histérica, pero Irina estaba demasiado lejos de querer interceder. Ella, internamente, disfrutó de Herroc dándole una lección a su odioso padre. Solo Dios podría juzgar su comportamiento. —¡Deténganse los dos! ¡Ya basta!
Herroc se enderezó y escupió un poco de sangre que tenía en la boca.
—La sorpresa está hecha para los débiles, Phillips. No finjas que nuestra unión te sorprende, cuando tú mismo te has esforzado por alejarla de mi lado.
El pesado y denso silencio se hizo en la sala de su casa mientras las cuatro personas se miraban unos a otros.
Irina Phillips se marchó aquella noche de su casa con solo una maleta de mano y la mirada acusatoria de sus padres, que le deseaban de todo, menos prosperidad en su nueva vida de casada.
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Editado: 28.11.2024