—No te preocupes, está bien— lo único que puedo divisar es la espalda de Ian y su mano sosteniendo un teléfono. ¿Con quien habla? —Lo sé, ¿crees que no lo intento? No es fácil cuando...— me muevo sobre la cama despacio intentando enfocarme en la conversación.
—Despertaste— No idiota, es una alucinación. Sonrío negando mientras me estiro sobre el colchón y bostezo cubriéndome la boca con una mano. Agh aliento tóxico.
Corro al baño por la pasta de dientes y el cepillo, lavo mi boca con rapidez viendo su ceño fruncido. Oh no querrás sentir mi aliento tóxico, Brown.
Le sonrío empastada, no quiero que sus ideas hagan que se enoje de nuevo. —Me tenías preocupado— da un suspiro acercándose a dejar un beso en mi sien y creo que me podía atragantar de la ternura.
Escupo la pasta a una velocidad inhumana ahogándome con mi propia saliva y comienzo a toser agarrando mi estómago. Porqué siempre debo estar al borde de la muerte. —Respira...—Ese tono suave calmándome junto a sus caricias en mi espalda. Podía ver sus ojos llenos de preocupación a través del espejo.
—Estoy bien, estoy bien— Solo casi muero ahogada, nada de que preocuparse. Levanto los brazos separándome para enfrentarlo, su vista pegada en mis labios me hace tragar saliva con dificultad, su pulgar presiona ligeramente mi labio inferior mientras se desliza por este, avivando los choques electrizantes en mi interior. Su tacto era la chispa que me encendía en fuego.
—Creo que aún no se te quita el aliento tóxico— susurra quitando su dedo manchado con pasta dental. Gruño escuchando sus carcajadas mientras lo echo del baño.
—Tienes 15 minutos para alistarte, debo presentarte tu nuevo instituto— ¿Ya había amanecido? ¿Y la cena?
—¡Te quiero, conejito!—su grito a la lejanía me hace saber que ya ha desalojado la habitación. Estúpido apodo de infancia.
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—Muy bien a tu derecha está la mejor cafetería que hay en esta zona— Ian hablaba cada 5 minutos y aunque nunca me negaría a escucharlo, ya me estaba comenzando a aburrir, —Por aquí está la oficina del director donde por cierto debemos pasar a buscar tus cosas... lockers, fuentes de agua y demás— apunta rápidamente cada cosa que menciona desesperándome —Bueno creo que lo demás lo descubres sola— sonrió acomodando su brazo sobre mi hombro mientras nos parábamos frente a una gran puerta de madera con un ventanal.
Bringhton era una institución muy amigable con el medio ambiente, dotada de zonas verdes llenas de árboles y una gran pileta en el centro del patio, podía ser calificado como el mejor instituto de Londres.
—Vamos por tu horario y número de habitación—¿mencioné que se podían internar personas? Debía estar toda la semana internada en Bringhton, ya que era su método de aprendizaje eficaz. Si el alumno está constantemente rodeado de aprendizaje, obtendría la capacidad de rendir más.
—Pero si no es nada más que la pequeña Evans— un hombre de cabello blanco me sonríe mientras me tiende su mano. —Arnold Hathaway, encantado de conocerte, espero no seas igual de revoltosa que tus padres— ¿mis padres habían estudiado aquí?
De seguro vio la confusión en mi rostro porque comenzó a contarme toda la historia familiar,
—Ethan era el mejor jugador de Futbol Americano, nuestro corredor estrella, de seguro eso debes de saberlo— asentí confundida, —Camille por el contrario era toda una loquilla, juntos eran dinamita y casi destruyen la sede Universitaria— comencé a jalar una de las esquinas de la camiseta de Ian.
Que incómodo que alguien más te cuente tu vida familiar y que precisamente no sea tu propia familia. —Espero no me saques canas verdes tú también— asiento por última vez sonriendo al sentir la mano del castaño entrelazarse con la mía.
—Todo listo, ¿vamos?— inhalo su perfume escuchando el tintineo de unas llaves cerca de mi oído.
—Que tiernos son— ¿eh? Giro mi rostro observando a la secretaría, los pelos desordenados escapaban de su peinado — ya quisiera tener a alguien así de preocupado ¿cuanto llevan de novios?— oh no, no es mi novio. "Vamos Ian, niégalo" le digo con la mirada. Asintió girándonos sonriente.
—Llevamos 3 meses, ¿cierto cariño?— el brillo en sus ojos retándome a contradecirlo. Lo odio.
—Llevábamos querrás decir— suelto su agarre saliendo enrojecida de Dirección.
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—¿Una sonrisita?— Sonrisita tu abuela, maldito. Estaba en la puerta esperando que Ian se fuera, no estaba para bromas luego de la travesía con la secretaria. Ahora todos creerían que estaba en una relación con mi tío, me daba escalofríos de solo pensarlo.
—¿Ya te vas a ir?
—¿Que?
—Perfecto te veo el fin de semana— volteo en dirección a las escaleras buscando el número de mi habitación.
—¡Oye, espera!— su grito volviéndose lejano a la distancia.
—301, 301, 301— susurro paseándome por el pasillo lleno de puertas y me detengo frente al número correspondiente grabado a un costado. Giro la manilla adentrándome para desempacar la maleta. Dos camas estaban dispuestas ordenadamente en la habitación, trazando una indirecta división entre las cuatro paredes, cada una con su respectiva mesita de noche, sin pasar desapercibida la puerta que guiaba al closet compartido.
Me despojo de mi ropa paseándome solo en bragas y brazier, no había rastro de mi compañero de cuarto.
Necesitaba con urgencia una ducha.
—Joder necesito un masaje— hago crujir mi cuello estirándome mientras escucho el celular vibrar.
—¿Me perdonas?— sonrío ante la voz somnolienta de Ian.
—¿Que hora es? —ojeo el reloj, 20:30 pm. Perfecto había perdido el día recorriendo el instituto.
—Vaya, vaya, vaya...— me volteo chillando y suelto el teléfono. —Pero que tenemos acá— un chico rubio de ojos azules estaba recargado en la puerta, sus ojos negros lujuriosos escaneaban mi cuerpo.