¡hey, chica invisible!

Capítulo 4: Una noche inusual

Somos una casualidad llena de intensión...

IAN
Adara...

Solo se repetía incesantemente su chillido en mi mente mientras corría hacia Bringhton, no tuve tiempo de secarme el pelo cuando de la nada ya me había dormido. No sé qué sería de ella si no la hubiera llamado a mitad del sueño.

—Robert, hermano— le sonrío al guardia recargándome en la reja para aguantar el frío. 

—Ian, sabes que no puedes estar aquí a estas horas, me meterás en aprietos por tus chicas— Ups...

—Vamos solo será esta vez— busco la billetera en el buzo que llevaba puesto. En este mundo todo se soluciona con dinero, saco 20 dólares y los meneo en el aire escuchando la reja abrirse. Perfecto.
—Probablemente me quede, pero tú sabes Rob, nunca has visto nada— le guiño un ojo antes de correr sigilosamente hasta la habitación de Adara.

Bien, ahora cuál era la maldita habitación. Me paseo ojeando los números grabados al costado de cada puerta intentando que una señal divina me diera la respuesta. 

30 de septiembre, 2008

Césped...

El olor a césped húmedo era lo mejor del otoño sin dejar atrás el frío. Amaba el frío como a mis autitos de juguete, esa sensación escalofriante casi congelante que te daba el frío me hacía sentir vivo. 

Inhalo el aire helado congelándome por dentro, nunca me cansaría de ver las hojas caer. 

—¿Ian, porque se caen las hojas? ¡No me digas que se murió el arbolito!— sonrío cerrando los ojos y dejo mi cabeza caer hacia atrás. 

Ay Adara que parlanchina eres...

¿Como le explicas a una niña de 6 años que existe un proceso biológico natural tras una estación?

—No se está muriendo pequeña, solo está cambiando las hojas— le explico en el tono más suave que puedo —¿Alguna vez te has cortado el cabello?— sonrío al verla asentir concentrada
—Es lo mismo, piensa que los árboles deben ahora cortarse el cabello y perder sus hojitas, pero luego verás unas hermosas hojas verdes en cada uno de ellos—

—¿Puedo ser un árbol?— hace un pequeño puchero sin cortar la conexión entre nuestras miradas. ¿Quién le enseñó a comprar a las personas tan bien? 

—Bien, cierra los ojos— Luego de comer decidimos que la convertiría en un árbol y ahora solo me faltaba acomodar las hojas sobre su cabello levemente ondulado. Sostenía sus manitos con fuerza frente a sus ojos porque sabía que si miraba no sería un árbol, ese era el trato. —Todo listo—

Sus ojitos celestes brillaban de felicidad mientras acariciaba su cabello. Era ternura pura. 

—¡Mami! Mira, mira, mira, ¡soy un arbolito!— lo último que vi fueron sus pequeñas piernas corriendo hasta la casa y se opacó mi mundo cuando sentí el árbol detrás mío crujir. 

Carajo. 

—¡Adara, detente!— su rostro impactó en el jardín congelado, la cuerda del árbol a medio talar se había atada a su pie. Me lancé encima de ella obligándonos a rodar por el césped, los gritos despavoridos de la familia sumándose al impacto del árbol al caer. La había cagado en grande.

—¡Ian!— Camille se dirigía molesta en mi dirección. Que más da otro golpe. Siento su mano impactar en mi mejilla, la sensación ardiente de un corte impregnándose en mi rostro me hace gimotear de dolor, estúpido anillo.

—¡No le pegues!— gritó Adara golpeando la mano de su madre tomándonos por sorpresa a ambos, tenía sus cejas casi juntas y su rostro no podía albergar más enojo. —¡Te odio!— los ojos de mi hermana casi se salen de sus órbitas al escucharla. 

—Vámonos Ian— sentí su mano jalarme con rapidez. No tengo dudas que heredó el carácter de su madre —¿Estás bien?— seguía con la mano puesta en mi mejilla, sus ojitos azules llenos de preocupación. 

Me inclino a su altura pellizcando su nariz que no dejaba de saltar por si sola, ya tenía vida propia.
—No golpees nunca más a tu mamá ¿si?— me siento en el piso del oscuro sótano al que habíamos llegado. Joder maldito corte deja de sangrar, quito la mano de mi mejilla gimoteando.

—¡Ian!— me mira con los ojos cristalizados antes de abrazarme, lágrimas deslizándose por sus mejillas sin control —No te mueras— tomo su rostro con cuidado entre mis manos para acariciar sus mejillas. 

—Nunca te voy a dejar, bonita.

Desde ese día me había prometido que nunca dejaría que nadie la dañara, nos dañara. 

Diviso la habitación 301, ya era hora. Me escabullo despacio dentro del cuarto cerrando con cuidado.

¿Desde cuando Adara dormía en ropa interior?

ADARA

Suspiro acomodándome en la cama por última vez, dormir en ropa interior incomodaba, en especial por el brazier. Nadie me dijo que Bringhton tenía habitaciones mixtas, me había lanzado a la cama apenas tuve tiempo de reaccionar.

—Pequeña— un susurro llena la habitación y me arranca una sonrisa.

¿Como llegó tan rápido?

—Aquí— susurro de vuelta abriendo un poco la cama. —Ven.

Su calor me impregna a penas se tumba en la cama y me abraza, portar poca ropa en este momento tenía sus ventajas, podía sentir sus brazos por completo enrollarse en mi cintura. Su cuerpo se comprime junto al mío, me llena esa sensación escalofriante y placentera de nuevo, tal como si pequeñas hormigas se deslizaran por mi piel. 

—¿Que había pasado? ¿Estás bien?—Ian se acomoda debajo y descansa sus manos en mis caderas, ¿Desde cuando nuestra confianza se había sobrepasado? 

—Conocí a mi compañero de cuarto, eso pasó— asiente acariciando mis caderas suavemente, el brillo oscuro en sus ojos reflejaba el autocontrol que estaba ejerciendo sobre si mismo, no quería mostrar su lado posesivo. 




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