¡hey, chica invisible!

Capítulo 9: Vuelo

Siempre tuviste los pies en la tierra, solo alguien fingió hacerte volar...

Eran las 6:00 am y ya estábamos sentados arriba del jet familiar, no sabía cómo había amanecido esa mañana en mi habitación. Después de todo, luego de los besos fogosos en el sótano con Ian, los últimos recuerdos que tenía eran sus tatuajes decorando todo su brazo derecho y parte de sus costillas y espalda. Su cuerpo era una obra de arte en donde estaba plasmada una historia con tinta, momentos imborrables dignos de admirar, que le daban un toque sexy a su piel. 

Suspiro acomodándome en el asiento a la espera del desayuno. Me muerdo el labio inferior mientras sonrío, los besos de la noche anterior seguían en mis labios, la sensación se repetía incesantemente, avivando el recuerdo y la sensación de calor en mi cuerpo. 

—Parece que caperucita a disfrutado indagar el bosque...— Kirian sonríe burlón mientras termina de beber un jugo de naranja, —El encuentro con el lobo no estuvo tan mal después de todo... ¿no?— toma asiento a mi lado al mismo tiempo que deja el vaso sobre nuestra mesa.

—¿Dormiste bien anoche?

—Ya desembucha, Rojita.

—No me encontré con nadie en el bosque— me encojo de hombros indiferente aprovechando la situación para robarle una de las donas que tenía apartadas en un plato. Kirian golpea mi mano haciendo que suelte la dona al instante, hago una mueca arrugando mi nariz lista para reclamarle hasta que el estruendo de la mesa termina de quitarme todo el aire del regaño. 

—Mira cara de niña, a ella no la tocas ¿quedó claro?— Ian tenia sostenido al ojiazul contra una de las paredes del jet, su mano presionaba el cuello de su oponente que mantenía una sonrisa burlona en su rostro. 

¿Porqué siempre Kirian tenía que burlarse de todo? 

—Caperucita, controla a tu lobo por favor, parece que alguien aún no sabe controlar sus ataques de ira— soltó una risita deslizando la lengua sobre su labio inferior vacilante, sin romper el contacto visual con el pelinegro. Algo que sabía de Kirian era que siempre miraba a los ojos cuando hablaba, probablemente era una forma de darse auto-seguridad. —No quiero contagiarme si me muerde...

Me levanto con la única idea en mente para calmar a Ian, un tierno y simple abrazo como cuando éramos pequeños. Me acerco a él despacio por detrás, contemplando su espalda unos segundos antes de enrollar mis brazos alrededor de su cuerpo, era lo más cercano a un abrazo que podía darle. 

Sus músculos no dejaban de estar tensos y eso me obligaba a seguir apretándolo cada vez con más fuerza, estaba apunto de subirme a su espalda para envolverlo por completo con mi cuerpo cuando escucho su susurro —No me quejaría nunca de tus abrazos... pero me estás quitando el aire— apenas podía articular las palabras. Aflojé el agarre jalándolo hacia atrás para que soltara al rubio que aún tenía levantado en la pared, empuñó la mano en una porción de la camiseta de su oponente arrastrándolo por los aires junto con él.

—Ian, bájalo...— corte el abrazo tomando posición al lado de Kirian para ser más visible, el gruñido del pelinegro me dejaba claro que no estaba dispuesto a soltarlo —Ahora— rodó los ojos antes de dejarlo en libertad, el ojiazul se estampó contra el piso y se reincorporó rápido como si nada hubiese pasado. —Tu y yo, a la otra cabina— mascullo entre dientes caminando hasta la habitación del jet que estaba separada con una cortina, no necesitaba mirar hacia atrás, sentía los pasos de Ian siguiéndome.

—¿Qué necesitas hablar?— se posa indiferente mientras se recarga en una de las mesas, ¿en serio no se había dado cuenta de que había montado un show hace 5 minutos? 

—¿Se puede saber que te pasa?

—Nada, solo estoy estresado

—Oh, estresado, ¿y por eso montas un show intentando golpear a Kirian? 

—¿Lo estás defendiendo? Te golpeó Adara, ¿vas a dejar que cualquiera te golpee?— Buen punto, aunque solo fue una pequeña bofetada en la mano porque le había robado una dona.

—No me golpeó— alzó una ceja rodeando la mesa de la cabina, acercándose. —Solo quería que dejara de robarle una dona.

—¿Hay que obligarte a que hagas las cosas? Solo no quiero que alguien te lastime...— acarició mi mejilla con ternura y compresión, como si fuera la más ingenua del mundo. Envolvió la otra mano en mi cintura, acercándonos cada vez más mientras se inclinaba para alcanzar a posicionarse en mi oído —Mi pequeña...— susurró con esa voz grave y sensual que me derretía. Mis piernas flaquean por si solas ante la cercanía, su agarre se afianza cada vez más, y entonces comienza, sus labios rozan mi cuello en un camino de besos que apenas me dejan aire para suspirar —mía...— un beso —mía...— otro beso, y así continua torturándome hasta finalizar con un par de marcas. 

—¿Es en serio?— Apunto mi cuello alzando una ceja. Soltó una risita sin articular respuesta, esperando a que nuestra conexión tomara el mando y lograra entender que me decían sus ojos. 

Me cubro con el cabello las marcas al mismo tiempo en el que corren la cortina que nos dividía del resto. Alison se acerca con una sonrisa tierna, vistiendo un jeans ajustado y una blusa con flores que resaltan su figura. 

—Aquí estas, cariño— ¿Cariño?, se cuelga del cuello de Ian con confianza y deposita un sonoro beso en su mejilla antes de esconderse en su cuello, —No sabía dónde estabas— hace un puchero ocultando una pequeña sonrisa detrás. Podía jurar que era el puchero más falso que había visto en mi vida. 

¿En serio no se daba cuenta que se notaba su ternura fingida? 

Aparto la mirada con los brazos cruzados esperando el término de la falsa escena tierna, sentía la rabia nacer en mi interior y como se mezclaba con una extraña sensación de desagrado hacia la castaña que comprimía mi pecho, y aún no sabía porqué. 

¿Desde cuando eran novios? 




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