Hey, chico de los audífonos

Capítulo 1


Ashley

Suena el despertador, pero esta vez no me toma por sorpresa. Llevo horas sentada en la cama con un libro en manos, navegando por sus infinitas páginas. Hace unos días lo comencé y no he podido dejarlo a de lado. Es el segundo libro de la saga "Divergente" de Verónica Roth. Amo su segundo libro casi tanto como el primero.

Dejo los lentes sobre la mesita de noche para levantarme con mi habitual pereza de la cama. Rebusco en el armario el uniforme de la escuela y lo encuentro perfectamente planchado y colgado. Lo dejo sobre la cama y me dirijo al baño. Al salir de mi habitación, me tropiezo con una mujer de unos cuarenta años; cabello rubio perfectamente recogido en una coleta, vestido de flores y unos zapatos algo altos representan el alegre estilo de mamá.

—Ya te vale, Ash. Te quedas toda la noche en vela y encima llegas tarde a la escuela —me riñe con su voz fría, típica de cualquier villano de Disney. Le doy un tierno beso en la mejilla como disculpa y continúo mi camino hacia el baño.

Quince minutos después estoy frente al espejo observando el ridículo uniforme que nos obligan a llevar; falda azul con estampado de cuadros que llega hasta mis rodillas, camisa blanca y corbata. Resignada, tomo mi mochila abandonada en un rincón de mi habitación para bajar hasta la cocina.

Mama acaba de preparar el desayuno mientras que mi padre está sentado en la mesa leyendo el periódico. Él es mayor que ella. Tiene el cabello castaño, alguna arruga que se asoma por su rostro camuflajeadas con pequeñas ojeras, señal de su agotador trabajo. Es abogado y toma mucha parte de su tiempo para ayudar a las personas y descansando poco. Mi madre es diseñadora de modas y casi nunca está en casa, pues dirige una agencia muy importante y todos cuentan con su ingenio y buen gusto.

—Buenos días —me saluda con un beso en la frente— ¿Cómo está mi princesa?

—Un poco cansada, la verdad —hace una mueca—. Pero estoy bien...

—Eso te pasa por quedarte hasta tarde en la biblioteca —me reprocha, junta sus manos sobre la mesa y su mirada me dice que se va a enfadar. No le gusta que me acueste tarde cuando tengo clases al otro día.

—Ayer me fui a dormir temprano —suelto una risa nerviosa.

—Bueno, vamos a desayunar que se nos va a hacer tarde —interviene mi madre salvándome.

Le agradezco en silencio para que mi padre no se dé cuenta. Coloco en mi plato unas tostadas con mantequilla y tomo una taza de leche con chocolate que acababa de preparar mi madre.

Cuando acabo de comer me despido de mis padres y salgo a esperar a mis mejores amigas: Olivia y Mia. La primera es todo un cerebrito en matemáticas, amante del deporte, tiene el pelo rizado castaño claro, casi rubio, su piel es blanca, como si de la mismísima luna se tratara y ojos color miel. La segunda también ama el deporte y la competencia. Es excelente en el tema de moda. Tiene el cabello lacio negro, largo hasta sus caderas, su piel es casi transparente y ojos brillantes como las esmeraldas más exóticas del mundo.

No han pasado ni cinco minutos y ya ambas se encuentran frente a mí. Nos saludamos con un abrazo y caminamos a la escuela, pues quedaba bastante cerca de nuestras casas. Ambas vivían a solo una calle de mi casa y de ahí a la escuela eran como tres calles que entre las conversaciones se nos iba el tiempo rápido.

Ya en la entrada del colegio MILLENIUM BROOKLIN HIGH SCHOOL había una serie de alumnos considerada. Todos divididos en grupos; por una parte, estaba el club de lectura, los amantes del arte, más a lo lejos estaba el equipo de fútbol y cerca de ellos las porristas. Por otra parte, estaban los góticos, skaters, gamers y cerebritos o nerds como solían llamarlos. Muy alejados y en la cima de la escalera se encontraban sentados los populares. Y luego estaba nuestro puesto, cerca del emblema de la escuela. No formábamos parte de ningún grupo, todas teníamos partes de todos los grupos, pero éramos como Divergentes, pues no pertenecíamos a ninguna facción en concreto.

Entramos a la escuela por sus grandes y antiguas puertas. Si no se han dado cuenta se los digo, es una de las mejores escuelas del país y una de las más antiguas. Eso me hace sentir orgullosa de estar en ella. Nos dividimos en el pasillo ya que cada cual tenía un rumbo distinto. Mientras que Olivia se despidió para ir a su tan anhelada clase de matemáticas, Mia se dirigió hacia el área de artes y yo pues en busca de la biblioteca ya que mi primera hora de clase la tenía libre.

Después de estar un buen rato en el silencio tan preciado de la biblioteca leyendo el libro Insurgente, ese silencio fue roto abruptamente. En verdad no fue tan así, pero para mí ese preciado tiempo es oro.

—¿Entonces los tengo que organizar por tema? —pregunta un chico de voz seductora a la encargada de la biblioteca.

—Sí, y después que los organices por temas hazlo alfabéticamente. Cuando termines me buscas —le dice la encargada mientras la veo marcharse arreglándose los lentes.

Pero solo la veo a ella, el chico no lo logro distinguir, y su voz se apagó después de esa breve conversación. Para mi mala suerte, se escucha el estridente toque de la campana. Regreso a mi clase por los pasillos repletos de estudiantes y yo solo tenía a uno en la cabeza.

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Espero les guste... Lau



#23271 en Novela romántica

En el texto hay: secreto, amor, amorimposibe

Editado: 27.07.2021

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