Confíen en mí cuando les digo que lo último que quería era tener que estar aquí soportándolo, observando cómo consumía el poco aire que circulaba en el ambiente. En realidad aquello no me molestaba tanto como el simple hecho de que él estuviese haciendo como si todo estuviera bien entre nosotros, como si nada hubiese cambiado, como si él y yo fuésemos las mismas personas.
Pues, le tenía malas noticias, esto no era así. Yo definitivamente no era la misma chiquilla enamorada y tonta, su estupidez e inmadurez la había consumido, extinguido.
Ahora la chica que era lo único que quería era hacerle pagar por lo que me había hecho.
Y lo mejor era que en su ignorancia él no estaba al tanto de esto por lo que cuando ejecutará mí plan exitosamente sería una enorme sorpresa para él. Una bastante desagradable.
— ¿Qué te gustaría pedir?— preguntó hojeando el menú.
—Un latte con mucha espuma y una doble dosis de chocolate — respondí sin mirarlo a los ojos.
Una parte de mí sabía que si me los quedaba viendo por un buen rato, terminaría sucumbiendo ante sus encantos. De nuevo.
— ¿Solo eso? ¿No quieres comer nada? ¿Un sándwich? ¿Una hamburguesa? ¿Patatas fritas?
Una nueva sensación de disgusto asomó por mí rostro al oír sus sugerencias.
—Solo café — bufé— ¿Además quien hace esas mezclas tan extrañas? Son— me quedé en silencio buscando la palabra adecuada — Nauseabundas.
Su boca formó una delgada línea y era obvio que mí comentario no le había caído del todo bien, aunque esto no podía darme más igual.
— ¿Qué tienen? En la variedad está el gusto— inquirio — ¿O que me vas a decir que nunca has metido una papa francesa en un cono de helado?
La sola mención de aquello provocó que mí estómago se revolviese.
—No— exclamé disgustada — ¿Cómo se te ocurre?
—¿Qué? La vainilla le sienta de maravilla al aceite que tienen y si las combinas con un buen vaso de coca cola obtienes el combo completo.
Menee la cabeza divertida. Era asombroso cómo a pesar de que ya no era el chiquillo molesto del que toda la secundaria se burlaba por ser frío, algunas cosas seguían cómo estaban.
—No has cambiado— murmuré más para mí que para él.
—No, no lo he hecho. Claro, tuve que hacer ciertas modificaciones a mí aspecto porque en el mundo de los negocios no aceptarían a un tipo con el cabello largo y aspecto de metalero. No fue sencillo despedirme de mis bucles y mucho menos adaptarme a esto— pasó una mano para quitar uno de ellos que colgaba sobre su frente — En especial porque deja en evidencia el cruel destino que tengo por delante.
Lo observé en silencio intentando comprender de qué estaba hablando.
— ¿Estás insinuando que temes quédate calvo?— dije e hice lo que pude para no sonar burlona.
—Desafortunadamente tengo todas las cartas en contra, ¿o es que no te acuerdas de mí tío?— inquirió.
Me tomé unos segundos para navegar en mí cabeza e intentar encontrar su cara en mis registros sin éxito alguno.
—No, lo siento.
—Lo es. Y aparentemente voy por el mismo camino. En fin. Tuve que dejar a quien yo era atrás para poder insertarme al mundo adulto— añadió.
— ¿Puedo preguntarte algo?
—Lo que sea. Soy un libro abierto.
Aquella frase me generó un sabor amargo en mí boca y tuve que ignorar la necesidad de mencionar el que me había robado.
— ¿Sigues con tu aversión hacía la música?
Asintió.
—Así es. Prefiero enfocar mí atención en otras cosas más interesantes. He logrado sobrevivir sin ella toda mí adolescencia no veo porque no puedo hacer lo mismo ahora.
—Entiendo… ¿Y continuas siendo tan fan de los juegos de rol?
Sus ojos se abrieron como platos y parecía que no comprendía cómo yo recordaba eso.
—La verdad es que sí. Si quieres algún día puedo invitarte y pasamos un buen rato con ellos, claro cuando consiga dónde quedarme.
— ¿No tienes casa?
—Lamentablemente no. Pero la compañía para la que trabajaba se está comportando bastante bien conmigo y rento un cuarto de hotel aunque ya me estaría haciendo falta un lugar propio, ¿sabes? Uno donde permanecer.
—Si— respondí y no podía imaginar lo solo que debía sentirse.
El silencio se apoderó de la pequeña burbuja en la que estábamos inmersos y desconocía si a él le parecía tan incómodo como a mí. Ansiaba poder romperlo, si tan solo tuviera con que. Lo único que se me ocurría era algo que se asemejaba más a un reclamo más que una charla convencional.
— ¿Keith?
— ¿Si?
— ¿Por qué hiciste eso?
Su ceño se frunció al oír mí pregunta.
— ¿Disculpa?
— ¿Por qué robaste mí diario y lo distribuiste por toda la escuela?
La expresión tan serena que traía hasta que me oyó hablar desapareció por completo y fue reemplazada por una llena de culpa.
Era consciente de que posiblemente estaba quedando como una resentida,como alguien que continuaba atada al pasado sin embargo no podía importarme menos, esto era algo que no había podido superar a diferencia de otros asuntos.
Y si bien, mirándolo desde la perspectiva no era un tema tan grave dado que en mí historia jamás había escrito su nombre, la describe era tan específica que cualquiera podía darse cuenta de que el protagonista de la misma era él, cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta de que quien estaba enamorada era él.
—Yo…yo— aclaro su garganta — No planeaba hacerlo, no tenía la intención en un primer momento. No obstante, mis compañeros comenzaron a molestarme. Decían que por juntarme contigo había perdido mí chispa, que me convertiría en el hazme reír de todo nuestro grupo y mí reputación moriría, por lo que tuve que hacer lo que podía para salvarla. En ese entonces no me interesaba quien resultaba herido, aún así ya que madure y no soy un chiquillo tonto lo noto, y te pido disculpas si con mí actuar te heri. No pensaba con claridad en esa época y solo quería protegerme a mí mismo. En serio, lo siento. Espero que puedas perdonarme o mínimo poder volver a ganarme tu confianza de nuevo. La pasábamos bien cuando estábamos juntos.