Capítulo 13: Misión gatuna.

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—¡Rubelango pa’l body! —Grité en mi oficina, últimamente había estada comunicándome más seguido con los chicos, hicimos un grupo de whatsapp—. ¡Ay Dios! Me siento como si estuviese en esas historias de Wattpad de youtubers y tú —chillé y junté mis brazos a mi cuerpo para soltar un grito ahogado.

Estábamos hablando con Alex, Mangel, Rubén y Chetto sobre años pasados cuando las fanses eran mucho más yanderes que ahora, lo siguen siendo, pero un poquito menos. También de algunas experiencias que habían tenido en otros países cuando fueron por primera vez.

Tanto habíamos hablado que se había pasado la hora del almuerzo y además los chicos de pasantía ya habían llegado, necesitaba que los pasantes se pusieran a trabajar, me despedí de los chicos y fui a entregar los folletos para los pasantes.

—Vale chicos, aquí está todo lo que deben hacer hoy y yo regresaré más tarde a revisar vuestros trabajos —coloqué varias carpetas al centro de la mesa en la que ellos trabajaban y caminé otra vez a mí oficina.

—¡Hey! —Me giré sobre mis talones para ver quién estaba detrás de mí. Al verlo sonreí y me acerqué a abrazarlo—. ¿Cómo estás, ___? Parece que el ambiente en el trabajo no te ha cambiado mucho, siempre utilizas tus camisetas holgadas y jeans desgastados.

—Bueno, no me gusta usar esos tacones todo el día y tampoco las blusas —un escalofrío me recorrió la espalda al recordar la mala experiencia que tuve no con una, sino con varias blusas formales. Dirigí mi vista a sus manos y vi que llevaba algo—. ¿Qué traes allí, Alex?

—Vale, como vi que te habías entretenido hablando con los chicos en whatsapp, así que decidí traerte un poco de comida de tu lugar favo… —no pudo terminar debido a que la puerta de mi oficina se abrió y entraron mis dos amigos con los ojos cerrados y algo en la mano caminando orgullosamente.

—¡Hey, _____! A que no adivinas a quien nos encontramos hoy que fuimos a… —Nathaniel abrió los ojos y vio a Alex—. Tu restaurante favorito, a pedir comida, para, ti —terminó con la voz desanimada, Abby tenía la boca abierta.

La pelirroja, señaló a Alex y me miró a mí, Nathaniel nos miraba a ambos con cierta decepción. Yo no sabía qué hacer, empecé a balbucear cosas, cosas sin sentido y a mover los brazos intentando explicar por qué Alejandro estaba en mi oficina.

—___, podemos hablar un momento —miró a los chicos—, a solas —yo repetí la acción del peli-negro y ellos entendieron rápidamente, salieron por donde entraron y cerraron—. No me dijiste que ellos vendrían —dijo en susurro.

—Ni siquiera yo sabía que vendrían, tampoco sabía que vendrías tú, así que no me reprendas —le di un zape en la frente—. Porque si ellos hubieran venido antes y yo si hubiera sabido, estaría en las mismas que estoy ahora. Dos, si supiera que tú ibas a venir y no supiera que ellos vendrían, igual. Tres, si me hubieran avisado que vendríais no pasaría eso.

—No te enojes ¡coño! —Le enseñé la lengua y el hizo lo mismo—. Ahora pensemos en que haremos para librarnos de esta. A menos que les digamos la verdad —dijo con rapidez y lo miré sorprendida, no esperaba que dijera eso—. ¿Qué? Ya nos vieron juntos, no podemos hacer nada para que no piensen algo más.

—Tienes razón —lo señalé con una sonrisa en mi rostro y abrí la puerta en un intento de parecerme a las caricaturas, fallido—. Chicos, venid por favor —ambos, quienes conversaban sobre lo que supuse la escena que acababan de ver, entraron de nuevo y señalé las sillas frente a mi escritorio para que se sentaran.

Yo me senté en mi silla y Alex se puso de brazos cruzados junto a mí, los dos mirábamos al otro par con semblante serio y ellos nos veían angustiados.

—Vale, ya nos habéis visto juntos —habló Alex leyéndome la mente, ya que justamente eso era lo que iba a decir—. Es momento de deciros la verdad —el rubio y la pelirroja miraban atentos a mi primo, esperando respuestas.