Tras haber leído las primeras hojas, solo podía sonsacar la cadencia en la voz del Balkar en mis recuerdos. Su gentileza y paciencia siempre eran algo que aprecié, y aun aprecio de un hombre que dedicó años a educarme en lo más importante para alguien como yo. El control.
Anhelaba esos días que jamás, ni en los humillantes momentos en que Clim me trataba con tal desprecio y molestia, se apartaban de mi mente.
Estaba sumida en un trance, continuando mis días tras un velo de interacciones y sonrisas lejanas al interior de mi pecho. Lejanas a la verdad que hasta entonces no permitía obtuviese el control... El dolor, el profundo e inmenso dolor de la realidad golpeándome de frente.
Clim no era mi Clim. El calor que tanto tiempo anhele ansiaba destruirme. Me hallaba sola, sin familia, sin hogar... sin amor...
Solo resta vivir.
Observando por el rabillo de mi ojo, vislumbré la figura de Clim medio oculta por el grueso pilar de un arco. Su firme porte, no carente de la belleza que siempre supe tendría, se mantenía firme, de brazos cruzados con su ceño fruncido y la mirada perdida en un punto lejano frente a él. Por mucho que doliera, no tenía más opción. Aferrarme a los conocimientos del maestro Balkar y dar todo de mi, o mantener a un hombre en mi sombra, que obviamente preferiría perecer en el fragor de una batalla.
De pie, suspiré y me encamine hacia donde él estaba, justo cuando el replicar de unos apresurados pasos resonaron en nuestra dirección. Cyna y Lyssa aparecieron junto a Clim, algo agitadas.
—¡Lady Amace! —exclamó Cyna, con un tono bastante severo en su reproche—. ¿Por qué se ha marchado de los aposentos de Lady Noemia sin escolta?
—Y-yo...
—Venga, milady —dijo Lyssa, sujetándome de un brazo con una sonrisa, acercando su mano libre al libro...
—¡Espera!
El grito de Clim llegó unos segundos tarde. Del punto en que Lyssa había tocado el libro, chispas de color verde intenso se extendieron envolviéndola, mientras gritaba dolorida. Su agarre se afianzó, pero yo no sentía nada fuera de su fuerza, y las sacudidas de su cuerpo.
Un fuerte brazo me jaló lejos de su agarre, sacándome del estupor en que me vi inmersa.
El cuerpo de Lyssa cayó como peso muerto sobre el empedrado. Cyna gritó pidiendo ayuda. Clim me soltó y se inclinó sobre el cuerpo de la chica de largo cabello castaño, que siempre me regalaba sonrisas sinceras, que buscaba lanzar pullas a Cyna solo para verla tartamudear sin lograr replicar.
¿Qué ocurrió?
¿Yo le hice esto?
Temblando sobre mis piernas endebles, vi como dos soldados llegaban y seguían las órdenes de Clim, llevándose en brazos a Lyssa. La pobre Lyssa...
Todo se volvió negro...
Cuando abrí los ojos, lo primero que note fue el agradable aroma a menta. Luego recordé a Lyssa.
Sentada de golpe, sentí como mi estómago se revolvía casi devolviendo mi desayuno sobre la alfombra marrón de Noemia. Estaba en su habitación, y ella me observaba desde el pequeño sofá enfrente con una taza humeante tendida hacia mi.
Pestañeando con prisa, respire hondo y recibí su taza con manos vacilantes. El líquido caliente era lo que olía a menta.
—Lo siento —susurró.
Encontré su mirada, confundida. ¿A qué se debe aquello? Pero antes de lograr preguntar, con mis labios titubeando abiertos...
—Olvide decirte que nadie debía tocar el libro. Solo es para ojos Bletsun, lo siento, no tengo excusa —dijo con voz apagada y su mirada en sus manos, que se cerraban en puños sobre sus faldas.
—¿Qué? —susurré, viendo del apenado rostro de Noemia al líquido dorado en mis manos, y de vuelta.
—Lo lamento tanto —gimió, fregando su cuello con ambas manos—. Pero lo arreglaré. Bebe la infusión, Amace. Necesito que me acompañes.
Se puso de pie, y espero a que terminará de beber el cálido y dulce liquido, para luego conducirme hacia una de las paredes de su sala cubierta por un lienzo. Abrió la puerta oculta detrás de este, mostrando uno de los pasillos escasamente iluminados por los que caminamos en silencio hasta llegar a un pasillo exterior, donde Cyna daba vueltas.
—¡Lady Noemia, por favor! ¡Tiene que haber otra solución! —Se abalanzo desesperada hacia Noemia, sujetando sus hombros.
—Cyna, tranquila. —Le pidió ella.
—Pero...
—¿Lady Noemia?
Una mujer mayor se asomo desde unas puertas, siendo seguida por el grito agónico de una mujer que traspasó la pared de piedra, estremeciendo cada hueso de mi cuerpo. Medio aturdida, seguí los apresurados pasos de Noemia hacia el interior, donde un par de mujeres sujetaban sobre un estrecho lecho a Lyssa, muy agitada y evidentemente dolida.
Ella se acercó al lugar apartando silenciosamente a las dos mujeres con un solo gesto. Ya a su lado, hizo señas instándome a ir hasta ahí. Pero, a un paso... el suelo bajo mis pies se cubrió de una gruesa capa de hielo, lo que instintivamente me llevó a dar un paso atrás.