Con el sol en medio del cielo señalando la mitad de aquel día, volvimos al Palacete en un silencio extraño. Nuestros codos se rozaban a cada paso, y mi sonrisa crecía un poco más a cada vistazo hacia su rostro, el cual no dejaba de estar oscurecido en las mejillas y nariz. Cualquier desconocido pensaría que tan solo estaba un tanto acalorado, pero bien sabía yo, que aquello en realidad era un despojo de lo mucho que le había costado hablarme, de disculparse con el corazón en la mano.
Apenas pisamos el primer escalón de la entrada principal, siendo saludados con formalidad por los dos soldados allí apostados, Lyssa apareció en el umbral, con una carta en sus manos que arranco mi sonrisa de raíz.
—Milady, General. —Nos saludó, con una suave reverencia y una sonrisa evidentemente forzada.
—Lyssa. —Asintió Clim, apenas dándole una mirada antes de pasar a su lado, dejándonos atrás.
No queriendo que se percatara de mi nerviosismo, jalé a Lyssa al salón más cercano y le di un vistazo antes de cerrar las puertas. Subía las escaleras, por lo que me permití relajarme un poco y respirar profundo.
—Debería decírselo —dijo Lyssa, tendiéndome la misiva con una seriedad que golpeó mi pecho cual roca.
—Yo...
Recibí la carta incapaz de encontrarme con sus ojos por la culpa, que aquel pequeño... "error" me llevaba a sentir.
Sin esperar que lograse formular una excusa, Lyssa se marchó. El golpe sordo y lento de la madera al alinearse las puertas, retumbó en mi pecho durante un largo minuto, mientras me forzaba a no acercar el papel al fuego más cercano. ¿Y de qué iba aquella culpa? A los pocos días de llegar a Duhjía, Lord Tyrone me había hecho llegar una misiva en que expresaba su deseo de conocer el estado y las necesidades de la ciudad, y sobretodo, su preocupación por mi. Inevitablemente, Lyssa y Cyna se enteraron, pero a pesar de advertirme que ni Clim, ni Lesson, ni ninguno de nuestros conocidos y amigos tomarían mi interacción con aquel noble como algo sin importancia, fui incapaz de ignorarle.
Así que ahí estaba yo, sentándome en el sofá de la primera sala, con la cuarta misiva de Lord Tyrone en mis manos. Y la certeza de que tarde o temprano tendría que contarle a Clim... más temprano que tarde.
Procedí a romper el sello, pidiendo a Zafhró que nadie irrumpiera en el lugar.
«Mi muy estimada Lady Amace,
Siento alivio de saber que la reconstrucción de Duhjía avanza a buen ritmo, más con la pronta llegada de la primavera. Sin embargo, reitero mi entera disposición a prestar ayuda en cualquiera sea su necesidad, no importando el cuando...»
Un quejido escapó entre mis labios, mientras cerraba los ojos y apoyaba mi espalda en el respaldar del sofá. Su "disposición" era otra de las razones que Cyna argumentaba como clara evidencia de que pretendía congraciarse conmigo, con objetivos ambiciosos y egoístas. Algo que simplemente no terminaba de creer.
«... Espero no ser una molestia »
Termine de leer, casi sin prestar atención a las palabras, y abandone la sala dirigiéndome a mis habitaciones tan rápido como me fue posible. Sólo respire con tranquilidad cuando las puertas de mi armario se hallaban cerradas a mi espalda, cobijando la misiva de Lord Tyrone junto a las anteriores.
El resto de la tarde estuve en mi oficina, inmersa en los documentos, el ir y venir de los ciudadanos y el constante cuidado casi empalagoso de mis Doncellas. Hasta que Lesson, con su habitual sonrisa, irrumpió exponiéndome sin preámbulos una "idea".
—Deberías visitarles —dijo, inclinado hacia mí con sus manos posadas a cada lado del escritorio. Tarde un minuto en percatarme de quienes hablaba.
—La señora Camelh y el señor Gullner —murmure, con un borde cuestionador.
Asintió dando un paso atrás, con su sonrisa creciendo un tanto más. La idea parecía excitarle más que a mi.
—Si. ¿No te gustaría verles? Puedes tomarte un día en ir y volver. Con tu guardia personal, no habrá problema.
—Pero...
—No me digas que no podrás controlarte, ambos sabemos que es mentira —refutó, sin darme tiempo a excusas.
Pero aún estaba la posible negativa de Clim que, pese a que aquella idea ya había cruzado mi mente y ansiaba ver a aquellas personas, las que me dieron cobijo cuando extendí mi mano fuera de las tinieblas, era ese algo que me hizo dudar de nuestra reciente nueva amistad. No me atreví a siquiera abrir la boca, temiendo que mi voz traicionase de alguna forma la apariencia tintada con tranquilidad que mantenía en el exterior.
—Anda, Clim no se negará si se lo pides personalmente.
Observe a sus claros ojos, intentando armarme de valor.
—Está bien —murmuré al fin.
—Oh, Dioses. No actúes como si no te importara. —Me regaño, riendo cuando mis mejillas se calentaron.
Desvié la mirada, sintiendo aquel extraño susurro... aquel algo que sentía junto a Lesson. Como si ya hubiese vivido aquel momento.