Hielo en mis venas (radwulf #1)

Capítulo XXI

Poco a poco fui recobrando los sentidos. Sin embargo, todo lo que sentía era un profundo agotamiento. No podía abrir del todos mis ojos, ni mover un dedo sin perder las pocas fuerzas. Solo tenía en claro que me hallaba en mi lecho, puesto que Lyssa y Cyna estaban a mi lado, y no dejaban de parlotear sobre lo necia que es Lady Amace.

Cuando finalmente logré hablar, lo único que murmure fue agua. Segundos después, una mano alzó un poco mi cabeza y un vaso rozó mi labio inferior; entonces el fresco líquido se deslizó sobre mi lengua.

—Poco a poco —dijo Cyna, alejando el vaso.

Divise su figura apartándose hacia la suave penumbra.

—Traeré un poco de sopa —murmuró Lyssa a la distancia.

Escuche la puerta cerrarse y, gracias a que el aire comenzaba a refrescar, me percate de que el día estaba llegando a su fin. Algo a esperar tras mi profundo sueño.

—La señora Sarah ha preparado un ligero caldo para usted, ya que el General dijo que posiblemente hoy despertaría —decía Cyna, sentándose a un lado mio—. Que bien que acertó, pero eso no quita nuestra preocupación por usted.

Pestañee lentamente, intentando procesar sus palabras.

—¿Hoy? —murmuré apenas.

—Si... —balbuceo, removiéndose con obvia incomodidad—, usted... hace tres... días...

Sus ojos vagaban por la habitación, incapaces de dar con los míos.

No tuve que esperar más de un minuto para que mi mente despertará por completo y comprendiera lo que mi doncella decía; dormí durante tres días. Lo que por un efímero momento había asimilado como una "mañana y tarde perdida", resultó ser más de lo que habría pensado. Aunque, si lo pensaba bien, tenía cierta lógica entonces, todo aquel cansancio pese a las horas de sueño.

—Oh —susurré apenas, cerrando los ojos por una repentina punzada tras ellos.

—Y Lord Tyrone ya llegó —murmuro de golpe, como si pretendiera que yo no escuchase.

Un largo minuto transcurrió, en lo que me forzaba a asimilar la realidad.

—¿Se durmió otra vez? —La voz de Lyssa me llevó a abrir un ojo, apenas, intentando visualizarla con claridad.

—No —dijo Cyna, inclinándose hacia mí—. ¿Milady?

Moví mis labios pidiendo un poco más de agua y ella me dio a beber unos sorbos, antes de que me ayudara a quedar medio sentada, con varias almohadas a mi espalda que Lyssa le ayudó a encajar. Aquella posición no podía decirse que fuera cómoda, puesto que mis músculos continuaban su protesta.

Lyssa se acomodo a mi lado, y con el tazón de sopa en su regazo comenzó a darme algunas pequeñas cucharadas.

El pensamiento de apoyarme en mis fuerzas cruzó mi mente, pero le rechace sin contemplaciones. Las palabras de Clim rondaban mi cabeza, recordándome que podía hacerlo... aunque tomase un tiempo. Y aunque tuviera que permitir que alguien más me cuidara.

No mucho después me hallaba nuevamente al borde del sueño y les pedí, con voz apagada, que me ayudasen a llegar hasta la sala de baño. La única pequeña cosa en la que no estaba dispuesta a ceder, y que para mi fortuna comprendieron sin mayor dilación. Ambas fueron mi apoyo a cada tembloroso paso, evitando que la falta de fuerzas fuera motivo para una dolorosa caída.

Entonces regrese a mi lecho, sintiendo un profundo alivio cuando las frías mantas cobijaron mi ser. Cerré los ojos y me dispuse a dejarme absorber por el cansancio y el sueño, pero un pensamiento se impuso. Sin poder contenerme, y mientras me aferraba al valor que casi perdí, tantee el fresco aire nocturno, internándome en este hasta llegar al único calor que resaltaba sobre el resto, Clim. Su cálida silueta al otro lado de las puertas de su oficina, me permitió dilucidar que aún se hallaba despierto, inmerso en una pila de documentos... hasta que me sintió.

Pese a la sorpresa que sentí cuando su calor acarició gentilmente mi frío, logré mantener mi concentración prácticamente intacta, y así, tanteando sus fuerzas, murmure un efímero gracias.

Y entonces suspire, permitiendo que mi cuerpo continuará sanando.

Un par de días después, Lesson se presentó en las puertas de mi sala pidiendo verme. Tuve que imponerme sobre la preocupación de mis Doncellas para darle la oportunidad, aunque sabía que mi apariencia no era la mejor.

Al momento en que se asomó por las puertas, pude notar como intentaba no verse sorprendido por lo que vio. Se acercó a un lado del lecho, donde permanecía medio sentada con la Historia de los Dioses en mis piernas, y una taza de humeante té en la mesita de noche.

—¿Sería tonto de mi parte preguntar cómo te sientes? —Inquirió, con una sonrisa algo forzada.

—Sé que me veo tan fatal como me siento, Lesson —murmure.

Se sentó a mi lado y alcanzó el libro, abriéndolo al azar mientras lo acercaba a su rostro.

—Estamos intentándolo... —balbuceo—, Clim y yo... llegamos a un acuerdo.




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