Hielo en mis venas (radwulf #1)

Capítulo XXIV

—Quiero ir a Real —Fueron mis palabras aquella tarde, tras toda una mañana sin Lesson.

Clim me observó silenciosamente, con un libro de registros abierto sobre su escritorio y una humeante taza de té a un lado. Un minuto transcurrió, él cogió la taza y dio un sorbo, con sus ojos aun en los míos, y tras dejar la taza de vuelta en su platillo volvió a fijar su mirada en las letras.

—Cliiiiim... —gimotee, ofendida por su silencio.

—Después. —Medio gruñó.

Me crucé de brazos, comenzando a sentir como la impaciencia bullía bajo mi piel.

—Pero ya casi esta el sesenta por ciento de las viviendas habitables... —Comencé, esperando que me prestara atención—, no que vayan a ser utilizadas ni el treinta por ciento. Los cultivos ya han comenzado a germinar...

Él hizo caso omiso a mis palabras, dando vuelta a una página.

—Lord Zed y Lord Dion me ayudaron a colocar hechizos de protección alrededor de la ciudad —continué, no queriendo dejarme guiar por el enfado—. Sin olvidar que ya has dispuesto los puestos de los soldados y las medidas precautorias... y hace unos minutos me mordió un perro. Casi me arranco la mano.

Sin perturbarse ni un poco, cogió su pluma y garabateó algo sobre el papel. El impulso de lanzar algo a su cabeza fue casi incontenible.

—Cliiiiiim. —Medio gimotee, medio gruñí.

—¿Qué? —gruñó, dejando la pluma mientras me daba una mirada molesta—. No podemos simplemente marcharnos. Para empezar, tu fuiste la que aceptó hacerse cargo de la reconstrucción.

—Si, pero...

—Nada de peros. Si tanto deseas ir a Real, concéntrate en terminar tu trabajo y tal vez, si no surge algún imprevisto, podríamos trasladarnos durante la temporada. Por lo que a mi respecta, todavía tenemos trabajo aquí como para pensar en trasladarnos a algún lugar.

Su regaño logró enfriar mi impaciencia, mas no pude apartar la sensación de que necesitaba estar en Real. Algo ilógico.

—Bien, como usted diga General —berree cual niña chiquita, dando media vuelta para volver a mi escritorio.

—Al menos no estás ansiosa por ver a Tyrone.

Me detuve en el umbral de las puertas, deliberando un segundo en si debía reaccionar molesta por lo que implicaban sus palabras, o ignorarle y continuar como si no las hubiese dicho. Escogiendo la segunda opción, sabiendo que enfrentarlo tan solo me traería dolores de cabeza, continué mi camino y mi tarde.

Durante las semanas siguientes mantuve una fría cordialidad con él, evitando encontrarnos a solas y comenzar una nueva discusión. Tenía bastantes sentimientos y pensamientos con los que lidiar, sin contar el papeleo que se acumulaba y el cansancio que me asaltaba cuando menos lo esperaba.

Lyssa y Cyna buscaban nuevos métodos para aliviar mi tensión, y la señora Sarah preparaba un sin fin de diversos platillos destinados a recobrar mis fuerzas. Todo sin que me sintiera capaz de detenerlas.

Entonces, cuando logré convencerme de que esa sensación, esa necesidad de ir a la ciudad Real por quizá qué extraña razón, no había sido más que un capricho injustificado, mis queridas amigas y Doncellas comenzaron a actuar un poco extraño. Murmurando por los rincones, paseando por mis habitaciones con un cuadernillo y pluma, anotando quién sabe qué, y evadiendo el tema cuando preguntaba por ello. Hasta aquel día en que mantuve mi mirada sobre ambas, inmersas en una plática a murmullos de pie junto a las ventanas de mi sala, sin dar señales de haber notado mi presencia.

Me senté en mi nuevo sofá en silencio, tratando de escuchar sus palabras y así lograr esclarecer sus extrañas actitudes.

... lo indispensable... temporada... —decía Cyna.

Lyssa, quizá sintiendo mi mirada, volteo con una sonrisa nerviosa.

—Milady, ¿necesita algo? —preguntó, apartándose de Cyna con prisa mal disimulada.

—Yo... ¿cuándo me dirán qué traen entre manos?

Se detuvo de golpe, a medio camino de llegar hasta a mi, y Cyna comenzó a reír ocultando su rostro entre las manos.

—Te... dije... —balbuceo.

Lyssa bufo, balanceándose sobre sus pies como si quisiera echar a correr, con las mejillas coloradas y la mirada evasiva.

—Bueno, el General nos dijo... que preparásemos las cosas necesarias para el viaje a Real. Aunque nos pidió que no le contásemos nada todavía...

—¡Yo me opuse! —Alegó Cyna, dejando su pequeño ataque de risa—. Me opuse, milady. Me opuse a este-este...

—¿Secretismo? —Propuso Lyssa, dándole una mirada antes de sentarse a mi lado—. Lo siento, me pareció sensato no decir nada hasta confirmarlo.

—¿Vamos a Real? —inquirí, temerosa de permitirme siquiera sonreír.

—Si, el General acaba de dar la orden oficial...

Pegue un chillido y abrace a Lyssa, asaltada por una alegría tan repentina y abrasadora, que cualquier decoro tardó varios minutos en hacer acto de presencia. Algo más que avergonzada, finalmente volví a sentarme a un lado, con mis ardientes mejillas y sus risas envolviéndome.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.