Hielo en mis venas (radwulf #1)

Capítulo XXVI

Aquel día, visite el atrio para encontrarme con al menos doscientos cadetes en medio de sus lecciones. Lesson les hablaba desde el centro del lugar, girando mientras les señalaba los puntos corporales que podían atacar sin que fuesen golpes mortales. Llamó entonces a Wills, quien precisamente me acompañaba. Siendo el repentino centro de atención, me dejo dirigiéndose hacia Lesson con una espada de madera que cogió de un cadete.

—¿Sería mucho pedir que no me avergüences frente a los cadetes? —pregunto a Lesson, con una sonrisa que traicionaba su tono quejoso.

—¿Qué? Creí que te gustaba morder el polvo. —Le respondió, recibiendo una espada igual de otro cadete.

Riendo, Wills se posicionó con una mano doblada a su espalda y la otra sujetando la espada en dirección al suelo. Para luego lanzarse de improviso hacia Lesson, ondeando la espada en un perfecto ángulo que habría lastimado su garganta, si este no hubiese bloqueado su ataque con un movimiento fluido. Dando un paso atrás, Wills borró toda sonrisa de su rostro y comenzó a asestar golpe tras golpe, provocando que Lesson retrocediera de su puesto inicial, paso a paso.

Algunos cadetes jadearon con sorpresa ante un golpe que hizo saltar virutas por el aire. Y entonces, Lesson dio un paso al frente, deslizando su espada en un golpe de costado que desvió la trayectoria de la espada de Wills. En un rápido movimiento, golpeo su hombro provocando que trastabillase hacia atrás con una mueca.

—Uno. —Comenzó a contar, alzando la espada.

Su relajada postura y casi inalterada respiración, me recordó que su título "maestro sobre maestro" no era un simple adorno. Y, por supuesto, confirmo mis suposiciones respecto a nuestros propios enfrentamientos.

Tras un bufido molesto, Wills volvió a atacar, propinando golpes en una sucesión llena de fuerza y rapidez. Pero Lesson no dejo de interceptar cada uno, comenzando a contar en voz alta cada certero golpe que le daba, hasta cubrir los principales puntos del torso y brazos. Solo entonces le propinó una estocada final, directamente al hígado que hizo jadear y detener a Wills.

—Odio cuando haces eso —gimoteo, dejando caer la espada para fregar con una mueca su magullado cuerpo.

—Ahora, quiero que se dividan en parejas y golpeen cada punto de su compañero. Solo una vez que lo hayan logrado podrán ir a comer, antes no —dijo Lesson, ignorando las quejas y gruñidos de Wills.

Los cadetes se dispersaron por el lugar, obedeciendo las órdenes de su maestro con sonrisas y miradas decididas. Ni siquiera me percate de cuando se había plantado en mi rostro una sonrisa, pero al notar las furtivas miradas que me dedicaron algunos, la borré de golpe.

—Macy —dijo Lesson, acercándose con el aún quejoso Wills detrás—, ¿vienes a darme tu opinión sobre los cadetes? —Preguntó, con una sonrisa contrastando la seriedad de su mirada.

—Este... no. Solo buscaba un poco de distracción —respondí, moviéndome incomoda.

—Oh, Dioses. Y yo aquí creyendo que ansiaba verme morder el polvo —dijo Wills, con un falso tono herido y una mano sobre el pecho.

Lesson rió, ofreciéndome su brazo antes de caminar conmigo alrededor del atrio.

Los cadetes ya habían comenzado a intercambiar golpes, esforzándose en dar a los puntos anteriormente señalados, pero con un resuelto y apresurado aire que me recordó la primera vez que vi a Clim alzando su espada de madera contra el maestro. Nunca ha sido extraño ver a niños jugando con espadas de madera, no obstante, no muchos aprenden a utilizarla como es debido, a no ser que fuese entrenado por un miembro del orden militar. Y muy rara vez alguien perteneciente a la nobleza logra un manejo de armas cercano al "arte".

Comentándome sobre algunos cadetes que peligraban una vergonzosa vuelta a casa, Lesson me llevo a dar varias vueltas mientras veíamos como, poco a poco, lograban asestar los golpes requeridos a sus compañeros, para luego despedirse ante su maestro y correr fuera del atrio. Sin duda, muriendo por probar algún bocado del comedor cercano. A diferencia de cuando yo entrenaba ahí, habían sido retiradas las mesas con comidas y bebidas, para dejar cabida a cajas llenas de espadas de madera y mesones con espadas y dagas de metal, de diversos pesos y longitudes. Unos cuantos escudos decoraban los gruesos pilares, con diseños variados y desgastados por el tiempo. Pocos soldados se asomaban al lugar en medio de sus rondas, o quizá queriendo reír por la torpeza con que algunos cadetes pretendían lucirse frente a su maestro.

—Deberías venir a entrenar uno de estos días. —Me dijo, despidiéndose con una sonrisa cuando Cyna y Lyssa fueron por mi.

Mi esfuerzo en mantener una sutil sonrisa comenzaba a avivar un fuego de molestia en mi vientre, que lentamente me consumía.

Aquella noche, una extraña sensación no me permitía conciliar el sueño. Un algo que no se debía al caos de mis sentimientos. Era algo externo, algo en el mismo aire que no supe, o quizá no quise identificar.

Sin saber que hacer, y no queriendo molestar a las chicas, me puse de pie y fui hasta una de las ventanas, haciendo a un lado la cortina para ver el exterior. El descenso de la temperatura fue el primer claro indicio, seguido por las oscuras nubes que terminaron de cubrir la bóveda estelar. Sintiendo un azote de pánico en lo más profundo de mi ser, vi como los copos comenzaron a caer. Uno tras otro, en una hermosa pero terrorífica danza que se burlaba de mi cual cruel amigo...




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