Clim finalmente arribo un par de horas después, por una de las puertas laterales de Palacio. Ahí le esperaba yo, viendo con un nerviosismo que me obligue a ocultar, como entraban, uno a uno, los carros en que eran transportados los piratas. A través de los barrotes, logré vislumbrar varios puñados de hombres y unas pocas mujeres, sentados muy juntos y atados de manos y pies con pesados grilletes. Pero mi atención se centro en él.
Sobre Sath, se acerco hasta donde me hallaba frunciendo el ceño.
Definitivamente no le agrada que este aquí.
—¿Qué haces aquí? —gruñó.
Si... ni un poco.
—Oh, querido General, no debería hablarle así a la virreina de Radwulf. —Le dijo Wills, pasando su brazo sobre mis hombros, otra vez, en un abrazo quizá demasiado descarado.
Aunque no me molestaba.
—No te metas, Wills. —Le gruñó, para luego descender de su corcel.
Di un paso hacia él, dirigiendo mis manos a Sath. Acaricie su hocico sintiendo su cálido aliento sobre mi piel, y sentí su agitación mientras ignoraba a Clim. No tardo en maldecir y ordenar a Gale que guiase a Sath hasta su corral.
Fruncí los labios cuando les vi irse, escuchando como Wills reía a costa de su General, mientras los piratas eran bajados de los carros, uno a uno, formando una fila a la que eran atados con cadenas. No quería, pero inevitablemente recordé cuando había sido yo quien estaba atada de esa forma.
Me estremecí, segundos antes de que Clim cogiera una de mis manos y me jalase hacia el interior... Empero, un chillido sonó tras de mi.
Solo basto un jalón a mi mano y Clim nos giro.
Antes de que pudiera procesar lo que sucedía, estabilice mis pies y voltee... tan solo para ver a una mujer con la espada de Clim clavada en el pecho.
La mirada enloquecida de ella comenzó a apagarse justo cuando Wills me jaló tras él, lejos de la escena, gritándole a alguien. Pero no entendía a quién, o qué. Ni siquiera estoy segura de haber respirado durante aquellos largos segundos. Eternos segundos en que procese lo cerca que había estado... el tan tangible e innegable hecho de que alguien intentó matarme.
De alguna forma termine en un sofá. Lyssa y Cyna llegaron hasta mi, la primera inclinándome hacia adelante mientras frotaba mi espalda.
—¿Quiere vomitar? —murmuró Cyna.
Sacudí la cabeza, pero ahí fue cuando me di cuenta de que me sentía mareada.
—Beba —ordenó Lyssa, acercando una taza a mis labios y enderezandome un poco para dar un sorbo—. Verhá, que Noemia venga cuanto antes.
—¡No! —chille, alzando el rostro tan solo para volverlo a bajar por el consiguiente mareo—. No necesito... Yo solo...
Lyssa volvió ha instarme a que bebiera, aunque tenía el estómago revuelto. Di un sorbo, pero la amargura pareció empeorarlo.
—Pero, milady... —murmuro Cyna.
—Yo... solo estoy... estoy procesándolo... —balbucee.
Poco a poco fui asimilando que Clim, él mismo Clim que me había sostenido tan gentilmente, mató una mujer frente a mi. Una herida semejante no tiene cura.
Sabía que fue él quien se enfrento al Traidor, que fue su mano la que acabo con su miserable vida. Pero, saberlo y verlo son cosas tan diferentes. Completamente diferentes.
Casi podía sentir la sangre sobre mi piel, aunque sabia que no era posible, las sensaciones no me dejaban.
Por favor... no puedo ser tan patética.
No después de todo lo que he vivido.
Me abrace a mi misma, tomando profundas bocanadas de aire, hasta que escuche la voz de Noemia.
—¿Macy? —Se acercó y me enderece de golpe, luchando contra las nauseas mientras le encaraba.
—No-no. —Le dije, sacudiendo tan solo un poco mi cabeza—. Yo... puedo con esto.
Le vi a los ojos, tratando de que comprendiera sin tener que decírselo. Esperando que me permitiera hacerle frente sin su ayuda.
—Como quieras —dijo, dando un paso atrás.
—Pero... —gimoteo Cyna.
Lyssa continuó frotando mi espalda, mientras me inclinaba y retomaba el control de mi respiración. Largos minutos pasaron y finalmente escuche la voz de Clim.
—¿Está bien? —preguntó.
—¿Tu que crees? —Le gruñó Noemia.
—Por favor, no comiencen —Les pidió Lyssa.
Luego de un silencioso minuto, sentí que Clim se acercaba. Mi cuerpo se tensó involuntariamente, pero me obligue a no reaccionar así, tan miedosa. Él había protegido mi vida. Seguían siendo sus manos las que quería estrechar, seguía siendo él, y solo él por quien mi corazón clamaba.
—¿Macy? —inquirió, poniéndose de cuclillas frente a mi.
Alce el rostro, encontrándome con sus preocupados ojos.
Sigue siendo él.
Y entonces suspiré, permitiendo que su cálida presencia aliviase mi tensión. Me incline hacia él, sus brazos me envolvieron, estrechándome con fuerza contra su pecho y pude sentirme tranquila otra vez. Pude respirar a través del cúmulo de emociones.