Una roca se asentó en mi pecho. Aquella historia podía cambiar tantas cosas, para bien o para mal.
Tengo que mostrárselo a Clim, fue mi primer pensamiento, aunque lo realmente sensato era ir con los reyes y Noemia. Me puse de pie y fui a las puertas con prisa, sorprendiendo a Guim en medio de un bostezo. Sin detenerme a dar una explicación de la que no era capaz, me dirigí a la habitación contigua, su oficina, esperando encontrarle... pero me detuve frente a esta con el corazón acelerado.
No se hallaba ahí, lo podía sentir. Así que inhale profundo y cerré los ojos, permitiendo que mi magia viajase por los alrededores, buscándole.
Le hallé en un salón cercano de Palacio.
Corrí hacia el lugar, ignorando el reclamó de Mirt, quien se unió a Altón y Guim tras mis pasos. Baje las escaleras y me apresure en recorrer los metros faltantes a través de un pasadizo, casi perdiéndoles.
—¡Lady Amace! —Me llamó Altón, pero le ignore.
Traspase las primeras puertas, y me detuve frente a las siguientes mientras una familiar voz femenina exclamaba:
—¡Oh, por todos los Dioses, no seas tonto!
Di un paso y, pese a lo incorrecto, acerque mi oído tratando de escuchar lo más claramente posible.
—Hazel, baja la voz.
—Bueno, pero... recuerda lo que me dijiste.
—Estupideces que digo a veces...
—Nada de estupideces, Clim. Pese a todo lo que habías olvidado, recordabas las palabras de tu madre...
—No viene al caso.
—¡Al menos piénsalo! ¿Qué pasaría si Amace se casa con alguien como Tyrone? ¿Acaso no te sentirías...?
—Espera. —El gruñido de Clim me llevo a percatarme de que se acercaba a las puertas.
Dando un paso atrás, di media vuelta y salí corriendo, volviendo sobre mis pasos antes de que él alcanzase a verme. Me apresure pasando entre mis molestos Guardias, hasta que logre encerrarme en mi habitación.
Mi corazón latía desbocado, preguntándose ¿qué es lo que sentiría Clim si me casara con Tyrone? Las posibilidades, las palabras, lo que podrían significar para mi vida.
¿Hablaban de mi? ¿Acerca de mi?
Sabía que había perdido la oportunidad de contarle a ambos sobre la nota del maestro, sin embargo, me sentía demasiado abrumada. Por lo que, tras unos minutos, decidí dejarlo estar.
Al menos por unos días.
Intenté centrarme en mis deberes con Duhjía. Solicitudes por aprobar, informes que leer, decisiones que tomar y respuestas que escribir. Responsabilidades que no había pedido, pero en las cuales ponía todo de mi... o al menos, eso intentaba.
Poco a poco, entre las idas y venidas de mis Doncellas, aquella tarde fui dejando atrás la confusión. Mi prioridad era Duhjía, luego de ello, dedicaría mi vida a resarcir el daño causado, nada más. La posibilidad de rehacer mi vida con alguien, entregar mi corazón a otra persona, permitir que alguien viese mis peores cicatrices...
Si no podía revivir mis sueños de niñez, tenía que crear nuevos sueños.
—Amace —dijo Clim desde mis puertas, distrayéndome de la carta que estaba escribiendo.
Alce el rostro, pestañeando con cansados ojos que entonces note, hacia su tensa figura.
—¿Clim? —murmuré, para luego cubrir mi boca presa de un bostezo—. ¿Ne-necesitas algo?
Me removí incomoda, recordando que apenas unos minutos atrás, creo, Cyna y Lyssa habían ido a insistir en que debía dar por terminado el día, que me esperarían en mi alcoba y si tardaba demasiado volverían para arrastrarme al lecho.
Él pestañeo... ¿sorprendido? Y sacudió la cabeza en una negativa algo brusca, con una mueca.
—Yo... —murmuró, rascando su nuca—, no bajaste a cenar.
—Cene aquí...
—¿Por lo que oíste entre Hazel y yo?...
—No oí nada —mentí. Él frunció en ceño, con la incredulidad brillando en sus ojos—. De verdad, simplemente no quería interrumpir vuestra platica.
Cubrí mi boca luchando contra un nuevo bostezo
—Por favor, no me mientas —gimió, rascando su nuca.
—Yo... —Mordí mi lengua advirtiendo que estaba a punto de decir todo lo que cruzaba mi mente, agotada más allá de lo que había esperado—. Estoy agotada, ¿podemos olvidar eso?
Me puse de pie dejando la pluma a un lado, con la inconclusa carta repeliéndome de improviso. Quería un poco de Jnah y cerrar los ojos por un largo tiempo.
Suspiró, dio un paso atrás y asintió.
—Esta bien —murmuró—, pero un día tendremos que hablar, Macy. Y no podrás evadirlo.
Dio media vuelta y se marchó, dejándome con un regusto amargo que espanto la somnolencia. Me sentía tan despierta, que necesite más que una taza de leche tibia, Jnah y contar estrellas para conciliar el sueño.
El tiempo continuo avanzando, mientras crecía la brecha entre Clim y yo, y crecía mi amistad con Tyrone.