Hielo y Fuego

21.

Capitulo 21.

POV: Anya

El silencio del vestidor dolía más que la caída.
Tenía la toalla en las piernas, el maquillaje corrido, las manos aún temblando. El patín colgaba flojo de mi tobillo izquierdo y la medalla de “casi” todavía pesaba más que el hielo.
Y, por supuesto, era mi cumpleaños. Porque el universo tiene sentido del humor.

Lev se sentó a mi lado. No dijo nada al principio. Solo me miró.
Yo no quería que me mirara.

—No quiero que me trates con lástima —solté, seca, sin mirarlo—. Quiero que me mires a los ojos y me digas que estás enojado. Que perdimos nuestra oportunidad por mi culpa. Dilo. Di lo que piensas. Que soy una inútil.

Él me miró con calma. Sin rabia. Sin condescendencia.

—No eres nada de eso —dijo—. Solo fue un error. Uno solo. El resto estuvo perfecto.

—Un error que nos costó las regionales —escupí—. ¡Dilo!

Parecía a punto de responder, pero entonces la puerta se abrió.

Claire y Dimitri entraron casi al mismo tiempo, con pasos urgentes, miradas que decían más de lo que sus labios podían.

—Anya… —dijo mi madre, extendiendo los brazos.

—Estoy bien —grité antes de que me tocaran—. ¡Ya basta! ¡Estoy bien!

Retrocedieron. Claire con lágrimas contenidas. Dimitri con el ceño fruncido.
Max, en la esquina, sonreía. Como si todo esto fuera su regalo. Como si por fin pudiera decir: “te lo dije”.

Sentí a Lev tensarse. Lo vi apretar el puño. Pero no dijo nada.
Y entonces apareció Miróv.

Impecable, con su abrigo largo, la mirada afilada como sus críticas.

—Una pena —dijo desde la puerta—. Honestamente, disfruté mucho verlos ahí. Me gusta verlos patinar juntos, porque hay magia cuando lo hacen.

Se detuvo frente a nosotros.

—Pero ya ven… la magia no es suficiente sin disciplina. Y eso, Anya, es lo que a ti te falta. No te tomas esto como un deporte. Tienes talento, sí. Pero te falta madurar. Tal vez el próximo año.

Tragué saliva. No respondí.

Miró a Lev entonces.

—En cuanto a ti, brillas con ella. Se nota que conectas en el hielo, transmites a su lado. Pero cuando ella cae… te arrastra. La levantaste rápido, fue lo correcto. Pero ella colapsó. Y tú, aunque seguiste, perdiste fuerza. Aun así… la federación te quiere en las regionales. Pero sin ella.

Mi corazón se detuvo un segundo.

Lev parpadeó. Su expresión se volvió una muralla.

—Eso no va a pasar. Somos un equipo. ¿No fue eso lo que nos enseñaron estas semanas?

Miróv suspiró, como si hablara con un niño testarudo.

—Ahora mismo estás muy alterado. Piénsalo. Nos reunimos después del fin de semana y me das una respuesta.

Lev iba a responder. Lo sentí tensarse.

Pero yo me adelanté.

—Él va a aceptar —dije—. Y si no lo hace, no volveré a hablarle nunca más.

Lev me miró como si acabara de traicionarlo. Como si no fuera suficiente todo lo que había pasado.

—Tú no decides por mí —dijo, con la voz baja, pero firme—. Y me da igual si no me hablas nunca más.

Se levantó y salió sin mirar a nadie.

Y por un segundo, sentí que no solo había perdido las regionales. Había perdido mi sueño.

Pero no dejaría que el perdiera el suyo.

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POV: Claire

La vi levantarse del banco como si el suelo le ardiera.

Anya no temblaba, pero su espalda parecía sostener el mundo. Se acercó a Max sin mirar atrás, sin dudar, con esa mezcla de furia y tristeza que solo tienen los que están a punto de hacer algo que les duele más de lo que pueden soportar.

—Después del baile de graduación —le dijo, con voz baja, contenida—. Me iré contigo a California.
Max parpadeó, desconcertado.
—Solo así él aceptará su oportunidad —añadió Anya—. Me olvidaré del patinaje. Me olvidaré de Lev.

Me quedé sin aire.

Sentí a Dimitri tensarse a mi lado, pero le tomé la mano. No, aún no. Si hablábamos, si la confrontábamos, solo íbamos a empujarla más hacia Max. Él estaba esperando justo eso: que nuestra preocupación la hiciera correr hacia él.

Ella lo estaba haciendo por Lev. Porque lo amaba tanto que estaba dispuesta a borrarse de su vida para que él pudiera brillar.

Pero también lo estaba haciendo por nosotros.

Por Dimitri.

Por mí.

Lo supe al ver cómo no se atrevía a mirarnos, cómo se mordía los labios para no llorar. No quería que nos pasara lo mismo que a ella y Lev. No quería que nosotros también termináramos separados por el hielo.

Como si su renuncia pudiera salvarnos.

Como si sacrificar su corazón nos protegiera a todos.

Me temblaron las manos.

Me tragué el llanto.

Y, en voz muy baja, le murmuré a Dimitri:

—Al final no tuvimos que vigilarlos mucho tiempo… ni separarlos. El hielo hizo lo suyo. Los juntó… y los separó. Justo como a nosotros.

Dimitri no respondió enseguida. Su mandíbula se tensó, los ojos fijos en su hijo, que seguía en el auto, en silencio, roto en su propia rabia.

—Voy a hablar con Lev —dijo al fin—. O a intentarlo. Sé que no está bien, aunque no lo demuestre.
—Nos vemos en el auto en quince minutos —asentí.

Él se fue.

Y yo me quedé ahí, sabiendo que ya no habría fiesta. Tal vez solo el pastel. Si ella lo permitía.

—Tranquila —me dijo Dimitri antes de alejarse, con una última mirada—.Lo de Max lo dijo por enojo. Y por tristeza. Se le pasará.

No le respondí.

Porque, por primera vez… no estaba tan segura.

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POV: Dimitri

Lo vi desde lejos, recostado sobre el auto, con los ojos clavados en el cielo. Como si allí, entre las nubes pesadas y los focos del estacionamiento, pudiera encontrar una respuesta.
O tal vez solo quería hablar con ella. Con Lenna.
Y aunque eso me dolía, también lo entendía.

Me acerqué en silencio. Traía una bebida en la mano. No sabía si la aceptaría, pero aun así se la ofrecí.

—Hola.

Lev estiró la mano, la tomó con cortesía, sin mirarme. Luego la dejó a un lado, sobre el capó.




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