Hielo y Sombra - La guerra del norte

Capítulo 7

Praxius - Castillo de Anakaris

 

 

Praxius había entrado en su carruaje al mismo tiempo que sus compañeros habían subido al suyo. Dando la impresión de haber partido con ellos antes del desayuno.

 

Se sentía más ansioso que nunca. Existía una gran posibilidad de que Dreysha se arrepintiera, después de todo, él era un dragón y ella una princesita. Si hacía caso a lo que se hablaba de ellos, debería tener mucho miedo.

 

Dos o tres veces miró hacia afuera para ver la posición del sol, a través de las blancas nubes que cubrían el cielo. Podía oír por fuera carruajes, ir y venir, voces de personas que se despedían.

 

A mitad de la mañana empezó a nevar, esta era una primavera fría. El cochero tenía instrucciones de marchar cuando él golpeara y detenerse de la misma manera. Y así lo hizo. Al llegar el sol al cenit tocó con dos golpes la madera del carro y este comenzó a moverse.

 

Al llegar a la salida del jardín apenas el coche se detuvo, ella se desplazó por la puerta entreabierta en forma de sombra sorprendiéndolo.

 

—Vaya que eres rápida, niña—sonrió.

 

Ella también sonrió.

 

—No quería arriesgarme a que alguien me viera, he tenido mucho miedo de que pasara otro carruaje y miraran hacia donde yo estaba, o que alguno se detuviera y meterme en el equivocado. Pero nada de eso pasó, creo que la suerte está de mi lado.

 

—Este carruaje pertenece a alguien de Syukur, que se quedará a la boda, lo contraté en la ciudad, el cochero no nos delatará porque sabe que si lo hace le espera la muerte, por haber cooperado en la huida de una princesa.

 

—¿Se lo has dicho?

 

Afirmando con la cabeza continuó:

 

—No le dije exactamente que huiría una princesa, pero le di a entender que si supieran que me ayudaba lo matarían. Cuando sepa que has desaparecido no tardará en hacer la relación. Mi comitiva partió antes del desayuno y todos piensan que me he ido con ellos. Mi beta con los demás seguirán la ruta que bordea el mar y se detendrán en algunas ciudades a pernoctar para ser vistos. Nosotros viajaremos por el sur de las montañas, y evitaremos las poblaciones.

 

—Me parece bien, yo estuve durante el desayuno y me vieron a media mañana, así que no podrán relacionarnos.

 

Se acercaban al lugar preparado para el arribo de los dragones.

 

—¿Estás segura de esto, Dreysha?—Aunque deseaba llevársela, sentía que debía darle la opción de arrepentirse.

 

—Sí—ella lo miraba de manera muy abierta.

 

—Apenas me conoces.

 

—Sé que no me harás daño.

 

—¿Él te hizo daño?

 

—No, pero también sé que él sí me lo haría.

 

***


 

Dreysha - Anakaris

 

 

El carruaje se detuvo y ella bajó rápidamente convertida en sombra para ocultarse tras unas rocas.

 

Praxius descendió con calma, pagó al cochero y esperó a que este se marchara antes de volverse hacia la helada plataforma.

 

—Dreysha, será mejor que cierres los ojos—dijo mientras se quitaba la capa.—No quiero impresionarte con mi dracónica desnudez.

 

Ella cerró los ojos obedientemente, hasta que sintió un fuerte movimiento delante.

 

Quedó impresionada. Tan solo un dedo suyo era más grande que su cuerpo entero. No podría dejar de sorprenderse ante la magnificencia del dragón, su piel era del color del mar profundo, pero por encima, lo que serían las escamas se veían como grandes placas de hielo, que hacían un crepitante sonido con cada movimiento que él hacía. En su boca azul oscuro, los dientes estaban dispuestos en varias hileras iguales a carámbanos y sus alas, gigantescas, parecidas a las de los murciélagos, también eran de tonalidades azuladas y blancas.

 

—Sube—su voz sonó suave como un crujir de nieve

 

Ella se apresuró tomando su bolsa de viaje y trepó sobre él por su ala izquierda extendida, había algo parecido a púas que se extendían por su columna vertebral, donde pudo sentarse y asirse.

 

Praxius empezó a aletear corriendo por la plataforma hasta empezar a elevarse. Dreysha se agarró con fuerza al hueso saliente delante de sí y cerró los ojos, aterrorizada. No quería mirar, además del frío y la nevizca, el viento era terrible. Se alegró de haberse puesto las tradicionales ropas agyirianas, pantalones, faldas, camisa y corsé de piel, y una capa muy gruesa de urio. Luego de un rato se acostumbró al movimiento suave de las alas contra sus rodillas, notó que ya no había nieve y al observar el paisaje también pudo darse cuenta de que volaban sobre las nubes, era completamente increíble, maravilloso, algo que jamás en su aburrida vida hubiera imaginado.




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