Hija de cenizas

Capítulo 9 — El precio del poder

AERYN

Regresar no se sintió como volver a casa.
Se sintió como caer en una trampa que aún no ves, pero ya huele a veneno.

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Las puertas de la Academia se abrieron al amanecer, frías y solemnes. Ni una bienvenida. Ni una palabra de aliento. Solo el crujido del metal y las miradas que pesaban más que cualquier herida.

Dorian marchaba junto a mí, tenso, con la mano cerca de la empuñadura de su espada. Nyssa iba vendada pero erguida, como si negarse al dolor fuera su manera de decir “sigo aquí”. Eliar no decía una palabra.

La directora Kaelynn nos esperaba en el centro del atrio.
Sus ojos no brillaban con luz.
Brillaban con sospecha.

—¿Por qué activaste el vínculo? —me preguntó. Sin saludo. Sin cortesía.

—Yo no lo activé. Él me respondió.

—¿Y cómo es posible que una novicia despierte un lazo con un dragón ancestral?

No supe qué contestar.

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El interrogatorio duró horas. Me preguntaron por cada detalle, cada segundo.
Tuve que repetir cómo me escabullí, cómo encontré la llama azul, cómo él me habló.

Y aún así, no fue suficiente.

—No podemos confiar en ella —dijo un instructor al fondo—. Su poder es inestable. ¿Y si es un anzuelo? ¿Y si las sombras la marcan?

Dorian se adelantó.
—Si no confiamos en ella, moriremos todos. Fue su poder el que nos salvó allá afuera. Lo vi con mis propios ojos.

La directora lo miró.
—¿Y tú qué papel juegas en esto, Arkwell?

Él no respondió.

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Durante la noche, no me dejaron regresar a mi dormitorio. Me asignaron una nueva habitación en la torre norte. Más alta. Más fría. Y, sospechosamente… más vigilada.

Pero no estaba sola.

—¿Aeryn? —Nyssa apareció en la puerta con una sonrisa torcida—. Tienes admiradores secretos… y enemigos silenciosos.

—¿Y tú qué eres?

—Una amiga, hasta que me muestres lo contrario.

Se sentó junto a mí. Me lanzó una pequeña bolsa.
—¿Qué es esto?

—Pan dulce. Y una advertencia.

La advertencia era simple: alguien dentro de la Academia estaba moviendo hilos. Y no eran precisamente aliados.

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Esa noche, soñé con fuego.
Con alas.
Con un nombre que aún no recordaba, pero sentía cerca.

El dragón me habló mientras las estrellas se disolvían en cenizas:

—El poder tiene un precio. Pero el silencio... cuesta más.
—¿Qué debo hacer?
—Buscar la verdad. Incluso si duele. Incluso si traiciona.

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A la mañana siguiente, alguien había dejado una nota bajo mi puerta.
Solo dos palabras escritas en tinta negra:

“Valemore Traidora.”

No sé qué me dolió más.
El odio.
O el miedo que sentí al pensar…
que tal vez no estaban tan equivocados.




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