Hijas De La Luna

Capitulo 1 El Murmullo De La Noche

LUNA Avelar.

La luna llena colgaba en el cielo como un ojo silencioso que todo lo veía. No era casualidad que su nombre fuese Luna. Su madre decía que fue un susurro del destino, una advertencia de lo que sería. Desde niña, Luna Avelar supo que no era como las demás.

Vivía en una casa antigua, escondida entre árboles milenarios en los límites del bosque de Arbeth. Las paredes estaban cubiertas de hiedra, las ventanas jamás se cerraban del todo, y cada noche el viento hablaba en lenguas antiguas. Creció rodeada de secretos, de velas encendidas a medianoche, de libros escritos en lenguas que nadie más podía leer. Su abuela, Morganna, le enseñó a escuchar el canto de los búhos y a leer la danza de las estrellas.

A los ocho años soñó con una mujer vestida de plata que le tocó el pecho y le dijo:

"El corazón de la noche vive en ti. Algún día, vendrán por ti."

Desde entonces, cada luna llena le traía visiones. A veces eran solo imágenes borrosas: sangre sobre la nieve, un lobo herido, un beso prohibido bajo el eclipse. Otras veces, eran más que sueños: heridas reales que despertaban en su piel o palabras que se escribían solas en los espejos empañados.

Pero nunca hablaba de eso. En el pueblo, la llamaban "la bruja muda", aunque su voz era clara. Simplemente, nadie estaba preparado para oír la verdad.

Ahora, con diecisiete años, Luna sentía que el ciclo se estaba cerrando. El mismo viento que la vio crecer le traía una advertencia. Algo se estaba acercando. Algo que no venía solo.

LA LLAMADA.

Aquella noche, mientras el pueblo dormía, Luna subió al tejado con una vela encendida y un cuaderno de tapas negras. Escribió una sola frase: “El sol regresa con rabia. La luna debe alzarse.”

Un aullido interrumpió la quietud. No era un lobo. Era algo más… algo que parecía buscarla por su nombre.

Las ramas del bosque crujieron, y entre las sombras, una figura emergió. No era humana. Sus ojos ardían como brasas, y su piel brillaba como hierro bajo el sol. Luna no sintió miedo. Lo había visto antes. En sus sueños.

Él habló, y su voz era como un relámpago contenido:

—Te he estado buscando, Hija de la Luna.

Luna bajó del tejado con una calma que no entendía. Algo en su interior despertaba, como una segunda piel bajo la suya.

—Y yo a ti —respondió, sin saber por qué—. Aunque no sabía que eras real.

Sus miradas chocaron como dos mundos en guerra. No sabían aún que estaban destinados a enfrentarse. O a salvarse.



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Editado: 21.07.2025

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