Hijas De La Luna

Capitulo 7 El Fuego Que No Se Apaga

SOREN ARDENT.

Soren no recordaba el calor del sol… solo el del fuego que destruía.

Su infancia fue ceniza.

Nació en un pequeño poblado de montaña que ardió cuando él apenas tenía ocho años. Nadie entendió cómo ocurrió. Un instante estaba jugando… y al siguiente, las llamas devoraban todo.

Lo que nadie sabía —y él jamás dijo— era que el fuego había salido de sus manos.

Fue encontrado por los Hijos del Sol y criado como arma. No le enseñaron a controlar su poder… le enseñaron a usarlo para matar.

A los trece años ya había reducido enemigos a polvo. A los quince, lo llamaban “La Ira de Helios”.

Pero Soren no era solo fuego.

Era un volcán que no sabía cuándo iba a estallar.

Y cada vez que cerraba los ojos, veía las caras de los que había perdido… y de los que había quemado sin querer.

Por eso, en las noches, cuando todos dormían, se sumergía en ríos helados. Buscaba apagar lo que ardía dentro. Nunca lo conseguía.

LA BÚSQUEDA.

Un día, recibió una orden simple:

—Encuentra a la sanadora.

No para matarla. No para atraparla.

Solo para verla.

Pero Soren sabía leer entre líneas. Lo que el Gran Maestro realmente quería era saber si ella podía ser un arma… o una amenaza.

La siguió hasta la costa. La observó desde lejos, caminando descalza por la orilla, con el viento jugando en su cabello. Había algo extraño en ella: parecía… tranquila.

Demasiado tranquila para alguien que estaba marcada por la luna.

EL PRIMER CONTACTO.

Esa noche, Alma lo vio antes de que él pudiera esconderse.

—¿Por qué me sigues? —preguntó sin miedo.

Soren bajó la mirada.

—No lo sé.

—Sí lo sabes —insistió ella—. Tu alma grita incluso cuando callas.

Esa frase lo golpeó. Nadie había hablado así de él.

Ella caminó hacia él y, sin pedir permiso, le tomó la mano.

El contacto fue como un choque de agua y fuego. Él quiso apartarse… pero no pudo.

—Estás ardiendo por dentro —dijo Alma, cerrando los ojos.

—Siempre —respondió Soren, con voz rota.

Ella sonrió con tristeza.

—Yo puedo aliviarlo.

—¿Y si te quemo?

—Entonces… me convertiré en ceniza contigo.

Soren tragó saliva. No sabía si estaba más asustado por el peligro que representaba ella… o por lo que despertaba en él.

EL PACTO.

No se dijeron más.

Pero esa noche, cuando se fueron cada uno por su lado, Soren supo que no podría matarla si se lo ordenaban.

Y Alma… supo que él sería la herida más dulce que llevaría en el corazón.



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Editado: 22.08.2025

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