Hijas De La Luna

Capitulo 8 El Sol Que No Perdona

LUCAN HELIOR.

Lucan había nacido para gobernar.

Eso le decían desde antes de que pudiera caminar.

Su padre, el Gran Maestro Helior, lo entrenó para ser el líder perfecto: fuerte, sabio, implacable. Le enseñó que la luz del sol lo ilumina todo… y que lo que la luz no alcanza, debe ser destruido.

Pero Lucan no creció sintiéndose bendecido.

Creció sintiéndose observado.

Cada gesto, cada palabra, cada respiración debía ser impecable. Nunca podía mostrar cansancio. Nunca podía mostrar debilidad.

Ser “perfecto” se convirtió en su prisión.

Su mayor secreto era que la luz lo agotaba. No la del sol, sino la que todos esperaban que irradiara siempre. Había noches en que se encerraba en su habitación y apagaba todas las lámparas, quedándose a oscuras, solo para poder respirar.

MISIÓN IMPOSIBLE.

Cuando los rumores sobre las Hijas de la Luna se intensificaron, su padre le asignó una misión que lo desconcertó:

—Debes traerme a Estrella de Lys. No muerta. No herida. Entera.

Lucan arqueó una ceja.

—¿Por qué?

—Porque lo que ella sabe… puede destruirnos a todos.

Lucan aceptó. No porque quisiera obedecer, sino porque algo en ese nombre… Estrella de Lys… le resultaba demasiado familiar.

ENCUENTRO BAJO EL ECLIPSE.

La encontró en un mercado nocturno, oculta bajo una capa azul. Vendía frascos con polvo de estrellas y hojas que brillaban bajo la luz de la luna.

Cuando la vio, entendió por qué su padre la quería viva:

ella no parecía temerle a nada… y sus ojos reflejaban un cielo que él nunca había visto.

—¿Lucan Helior? —dijo ella sin siquiera mirarlo—. El príncipe dorado que nunca sonríe.

Lucan frunció el ceño.

—Me conoces.

—Sé lo suficiente —respondió Estrella, entregándole un frasco—. Y sé que no deberías estar aquí.

—Vengo por ti —dijo él, directo.

Ella se giró, con una sonrisa tan peligrosa como dulce.

—Entonces tendrás que atraparme antes de que amanezca.

Y sin más, desapareció entre la multitud.

LA CAZA.

Lucan la siguió durante horas, a través de callejones, techos y pasadizos secretos. Pero lo que no esperaba era que, en lugar de escapar, ella lo guiara… hasta un templo antiguo, enterrado bajo la ciudad.

Allí, con la luz de la luna filtrándose entre grietas, Estrella se volvió hacia él.

—Lucan, hay algo que debes saber. El enemigo… no es quien crees.

Él quiso preguntar, pero ella dio un paso al frente, lo tocó en el pecho y susurró:

—Y cuando lo descubras… tendrás que decidir de qué lado estás.



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Editado: 22.08.2025

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