LA NOCHE DE LA CONJUNCIÓN.
Una vez cada siglo, la luna y el sol se alinean de tal forma que su luz se fusiona durante una sola noche.
Para la mayoría, es solo un fenómeno hermoso.
Para los Hijos del Sol y las Hijas de la Luna… es el día más peligroso del calendario.
Se dice que en esa noche, cualquier sello mágico puede romperse… y cualquier pacto antiguo puede renacer.
Ambos bandos lo sabían.
Ambos estaban dispuestos a impedir que el otro aprovechara la oportunidad.
LA TRAMPA.
Luna Veyra, Alma Seréne, Violeta Érebo y Estrella de Lys viajaron juntas hacia las ruinas de Lythra, donde el eclipse tendría su punto máximo. Ninguna confiaba del todo en la otra, pero la sangre que compartían y las visiones que habían tenido las impulsaban a estar allí.
Mientras tanto, Kael Draven, Elias Solburn, Soren Ardent y Lucan Helior recibieron órdenes distintas… pero curiosamente, todas los conducían al mismo lugar.
Lo que ninguno sabía era que alguien más, una tercera fuerza oculta, había orquestado todo para que se encontraran.
EL PRIMER CRUCE.
La primera en notar algo fue Alma.
—No estamos solas —susurró, posando la mano en el hombro de Violeta.
Del otro lado de las ruinas, entre las sombras, Kael y Elias aparecieron, seguidos por Soren y Lucan.
Los ocho se miraron… como depredadores que se encuentran frente a frente.
Silencio.
Ni el viento se atrevió a soplar.
—Así que… las leyendas eran ciertas —dijo Elias, con una media sonrisa arrogante.
—Y más de lo que tu orgullo puede imaginar —replicó Estrella, cruzándose de brazos.
EL ATAQUE.
Antes de que pudieran decidir si pelear o hablar, el suelo tembló.
Grietas se abrieron bajo sus pies. Una energía oscura comenzó a salir desde lo profundo, arrastrando consigo criaturas que no pertenecían ni a la luz ni a la sombra.
—¿Qué demonios es eso? —preguntó Soren, encendiendo sus manos en llamas.
—No son nuestras —dijo Luna, retrocediendo un paso—. Son de ellos.
Nadie necesitó explicación: la tercera fuerza había llegado.
UNA ALIANZA IMPOSIBLE.
Kael, con voz grave, fue el primero en romper el orgullo:
—Si no peleamos juntos, moriremos todos.
Violeta lo miró con desconfianza.
—¿Y cómo sé que no me clavarás un cuchillo en la espalda cuando todo acabe?
Kael sonrió, oscuro.
—No lo sabes. Pero si quieres seguir respirando, tendrás que apostar.
En cuestión de segundos, el círculo se cerró:
Hijas de la Luna y Hijos del Sol, espalda contra espalda, listos para enfrentar lo que venía.
En el cielo, la conjunción brilló… y algo muy antiguo despertó.