Para mí querido cuñado, el Conde Roland.
Si has recibido mi carta debe significar que he muerto, pero hice un increíble descubrimiento, a tres días de la ciudad amurallada y a dos días del pueblo Dhermic se encuentra un espectacular castillo, reside en la cima de una colina, bajo este existe un hermoso valle y a su lado pasa un río, todo es tierra fértil, me sorprendió que el sitio este abandonado, tome el lugar en su nombre, con los hombres que me mandaste, nombramos al lugar como el castillo esmeralda, pero las noticias vuelan, la tierra no tiene dueño ante los ojos de la Orden de Magos, ellos permitieron las disputas por el control de estás tierras, el Conde Demetri pretende expandir sus tierras, mando un ejército bajo el comando del diestro guerrero Solomon de Ardemis, estamos bajo asedio, apenas reducimos sus números llegan más de ellos.
Pido su ayuda para defender sus tierras.
Atte.
El Barón Eastwood.
Un hombre de larga melena dorada leía en la comodidad de su lujoso comedor adornado con animales disecados, se levanto de su asiento y fue a la ventana, teniendo la vista del pueblo encargado.
—¡Pero que osado es el prometido de mi hermana! — volvió a mirar atentamente la carta — Aún así... es una noticia muy interesante.
—¡Efesto! ¡Efesto ven rápido! — llamó a su leal sirviente.
La puerta se abrió, dejando pasar a un hombre en sus treintas, tenía una cicatriz en su mejilla, en su espalda colgaba una espada de hoja corta y una mirada serena, parecía que él había visto todo en el mundo y ahora nada podía sorprenderlo, anteriormente era conocido como La Tempestad.
—Dígame mi señor ¿En qué puedo servirle? — su voz reflejaba una verdadera entrega.
—Necesito que redactes una carta al pelmazo del Barón Emil, ofrecele la mano de mi pequeña hermana por ir a asegurar el castillo esmeralda — el Conde Roland paseaba por el comedor observando a un oso disecado — dile que lo encontrará al norte de la ciudad amurallada, deberá saber que tendrá que sitiar el castillo con un ejército propio.
—¡Mi señor! ¡La mano de Lady Verónica está prometida para el Barón Eastwood! — le interrumpió, intentando recordarle la situación.
—¡Nada de peros! Dudo que viva y recuerda tu lugar, no necesito que me recuerdes cosas sin valor — su severa voz llegaba hasta afuera del comedor, donde un joven de unos veinte años, con pocas influencias y poder oía la conversación.
Se trataba del hijo del Señor del pueblo, el cual recolectaba el diezmo para el Conde, era Sebastián, el se había enamorado de Lady Verónica desde hace siete años, la hermana del Conde Roland admitió sus sentimientos por el joven, pero su hermano se opuso debido a su baja jerarquía, pero ahora el tendría una oportunidad de tener la aprobación del noble.
Lejos un ejército marchaba al castillo nacido de la nada, entre ellos estaba un mago de la orden de magos y a su lado un hombre fornido, con una creciente barba, de su cuello colgaba un relicario de plata, portaba una increíble armadura rojiza, sostenía una bolsa con fuerzas, en ella llevaba la esperanza de lograr su meta, el era Solomon de Ardemis.
La guerra llegaba a Hill's Mortem, una donde nadie saldría victorioso, una guerra donde participarían hasta los espectros, una guerra donde resonaría un réquiem por un alma.