Rompecabezas

Una mañana en la oficina del médico.

—No entiendo, por qué no me reconoce—dice Alexander.

—En su mente hay un episodio traumático en el que usted está involucrado, dijo el médico. La última persona que vio antes del accidente fue usted, su mente lo asocia a ese momento traumático y por eso lo ha borrado de ella.
Alexander camina por la oficina...no acepta aquella afirmación.
El médico continúa. —Los psicólogos, incluso psiquiatras, llegan al mismo punto. Debe alejarse de ella, si en verdad quiere que su salud mental mejore.

El tiempo continúa sin prisas ni pausas... Solo se quedó detenido para Laura, como también se quedó en algún lugar de su mente, el recuerdo borroso de Alexander.

—Te darás por vencido, ¿justo ahora? —pregunta Daniel.
Alexander mirando el líquido rojizo de una copa.
—Tal vez es mejor que me aleje, como dicen los médicos, si yo no puedo ser feliz, por lo menos que ella lo sea.

Los días pasaron, semanas y meses...

Finalmente, Laura fue dada de alta.

Días antes...

Alexander dejó la casa que ambos compartían, para que ella se sienta cómoda y tal vez pueda poco a poco recordar.

Algunas semanas después...

Daniel y Ruth se han hecho buenos amigos de Laura. Pero generalmente ella prefiere quedarse sola, tal vez los recuerdos regresen a su mente, es su esperanza. Sabe que de todo ese rompecabezas, hay una pieza importante.

Laura sonríe mientras acaricia a su gato...
—¿Me extrañaste?
El gato maúlla.

Luego, tomando una taza de café, mira por el ventanal... Respira hondo, el aroma del café es tan cálido, le hace recordar una sensación, un sentimiento.

Tiene la manía de recorrer la casa, cada espacio, cada centímetro... toca suavemente cada cuadro. Alza las cejas, las plantas de la terraza están hermosas y se pregunta quién las cuidó en su ausencia con tanto esmero. Mira a su gato, ¿quién te cuidó?

Por las tardes sale a caminar al parque, otras veces por la plaza... va al cine, o a un bar. Los hombres sonríen llamando su atención, le ofrecen un trago el que ella rechaza., pero otras veces se queda para hablar un rato, solo eso. En otras ocasiones puede pasar horas en la biblioteca o simplemente camina sin rumbo.

Cada día, cada tarde, hace el mismo recorrido, para finalmente sentarse en la plaza que está frente a su casa.

Fue en esa rutina que se dio cuenta de que un hombre cada tarde se sienta en el mismo escaño, siempre está escribiendo. Laura se pregunta que será aquello que tanto piensa y luego escribe en aquel papel.

Cuando regresa, y abre la puerta, tiene la sensación de algo, espera ¿pero qué? El gato la saca de sus pensamientos, ella llena su platillo con leche.
—¿Sabes que te hace mal? Cambiaremos tu dieta.
El gato rezonga, ella ríe.
—Supongo que los pocos placeres de la vida nos hacen mal. Me prohibieron el café...no lo dejaré.
Ya de noche, busca entre sus vinilos... alza una ceja, cuando encontró un disco que ella no compró, o al menos no lo recuerda.

El otoño pasó demasiado rápido y el invierno se instaló.

Laura está inquieta, tal vez debería buscar trabajo como maestra, pero los niños son muy bulliciosos y ella busca el silencio de sus recuerdos. Necesita encontrar la pieza de su rompecabezas.

—Tal vez debes dejar de buscar, dijo Ruth, forzando los recuerdos, estos se negarán a aflorar. Ten paciencia.
—¿Y si no logro recordar? —preguntó Laura con angustia.
Ruth le sonríe.
—Nuevos recuerdos vendrán.

Entonces, Laura, tomó la decisión de estudiar algo. Rehacer su vida, retomar sus amistades de la universidad, buscar novio (sonríe) Tomó un curso de gastronomía, siempre quiso aprender a cocinar. 

A veces está tan concentrada preparando un platillo especial y luego respira profundamente. Lo cocinó para alguien, pero... ¿Quién?