Historias Cortas

EL POZO

Oscuridad. Es lo que veo a mi alrededor. Una manta negra y densa que lo cubre todo. Ni un solo rayo de luz. Ni un solo rayo de esperanza.

Hace frío, hay mucha humedad en el aire y estoy mojada. Empapada, de hecho. Pero por alguna razón que escapa a mi entendimiento, ya dejé de intentar. Me rendí. Suficientes veces resbalé y caí tratando de escalar las paredes para salir, pero el pozo parece cada vez más profundo. Su puerta está cada vez más lejos de mí, y yo más lejos de ella. A cada segundo que pasa me siento más lejos de la libertad y menos lejos de mi condena. Mi única compañía son las gotas que caen de algunas de las piedras más altas que conforman el pozo. Hacen un leve sonido que se vuelve casi estridente al retumbar en forma de eco.

Permanezco sentada. Es en vano seguir engañándome. Ya no hay más esperanzas. Los demás habían logrado salir. ¿Qué? ¿Que por qué yo no? Ah… porque no tengo a nadie. Todos los demás recibieron ayuda de alguien de la superficie, pero yo no. Y aunque lo intento no recuerdo cómo fue que todos llegamos a ese maldito agujero, pero sí se que soy la única que queda aquí abajo, y la única que quedará para siempre.

Hubo una época, una hermosa época de mi vida, en la que hubo personas que me hubieran ayudado a salir de ahí, pero ya no quedaba ninguno. El tiempo los había alejado a todos de mí. A algunos por el camino de la muerte y a otros por el camino del destino. Un destino que los llevó lejos… muy lejos de mí. Tan lejos que puedo asegurar que me cuesta recordar sus rostros, aunque tal vez la oscuridad, el silencio y la soledad ya me estén afectando la memoria.

No sé cuánto tiempo llevo aquí abajo, pero en lo que a mi concierne han pasado años.

Lo difícil de estar tan solo es que no puedes evitar pensar. Pero no pensar en cosas simples y banales que a corto plazo perderán el sentido, hablo de pensar cosas tan profundas que te llevan a replantearte tu vida entera. Te planteas preguntas como “¿ya hice todo lo que quise?” o “si muero mañana ¿me iría con la conciencia tranquila sabiendo que deje una huella en este mundo?”. Lo mas duro es cuando la respuesta a ambas preguntas es un rotundo y duro “no”.

Mientras estos pensamientos recorren mi mente siento como mi cara vuelve a humedecerse. Pero no es una gotera del pozo. Es llanto. Otra vez estoy llorando. A estas alturas ya no tengo en claro ni el por qué. He pasado tantas horas llorando en soledad que ya no recuerdo que es lo que me motiva. Ni siquiera sé si tengo un motivo. Solo se que me siento triste. Siento un peso en el pecho, como si alguien estuviera encima mío tratando de debilitarme… y lo logra. Abrazo mis piernas contra mi pecho y hundo el rostro en mis rodillas. Sé que nadie me ve llorar, pero es una mala costumbre que desarrollé tras años de intentar ocultar mi sufrimiento de los demás. Detesto que me vean triste. Sobretodo mis padres; el que se preocupen por mi me hace sentir peor aún. Lo ultimo que necesito es cargar sufrimiento ajeno cuando a penas puedo con el mío.

Luz. Eso… ¿eso es un punto de luz? Tal vez sí.

Levanto la cabeza y veo un ínfimo rayo de luz que da justo en mi rodilla izquierda. Lo sigo con la mirada y noto que proviene de una pequeña abertura entre dos piedras. Dudosa y tratando de no generar falsas esperanzas, me acerco a una piedra del tamaño de mí puño y la arranco con fuerza. El rayo se vuelve mas grande. Es como una pequeña ventana. Aunque muy suaves y lejanos, puedo jurar que escucho ruidos. Voces. Risas. Gritos. El mundo parece seguir perfectamente sin mi presencia. Y claro, ¿por qué se detendría por una persona simple y común como yo? No es como que sea indispensable en la vida de alguien.

Tal vez si siguiera quitando piedras podría hacer un agujero lo suficientemente grande para caber y tratar de cavar hasta salir de aquí. Pero jamás lo sabré.

Suspiro. Vuelvo a poner la piedra en su lugar evitando que entrara el más mínimo rayo de luz esperanzadora. Vuelvo a sentarme contra la pared opuesta. Vuelvo a abrazar mis piernas y vuelvo a hundir mi rostro en mis rodillas.

Como ya lo dije, me rendí.



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En el texto hay: tristeza, sentimientos, soledad

Editado: 01.04.2020

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