Historias cortas

La apuesta

La apuesta

 

Nunca podré olvidar el día que lo conocí aunque él no me recuerde.

Yo tenía unos siete años y cruzaba la plaza camino a casa, había ido a ver a mi abuela que vivía a sólo una calle de allí.

Entonces un sonido desgarrador me detuvo, había un niño llorando, llorando desconsoladamente.

Nunca había escuchado a nadie llorar así, estaba sentado en el banco y se veía como la persona más triste del mundo. Me acerqué a él y puse una mano sobre su brazo.

Como si mi contacto hubiera sido un interruptor, dejó de llorar y levantó la cabeza para mirarme, tenía los ojos hinchados y enrojecidos, pero aún así me di cuenta que eran lo más azul que había visto en mi vida.

Una vez que había llamado su atención no supe qué decir  para consolarlo, así que sólo me senté en el banco junto a él.

-¿Te puedo ayudar? – pregunté, a lo mejor había perdido a sus padres o no sabía como regresar a casa. Él sólo sacudió la cabeza en forma negativa y vi que el labio le temblaba, fuera lo que fuera lo que lo había hecho llorar no era algo que yo pudiese solucionar.

Me metí la mano en el bolsillo y saqué los caramelos que me acababa de regalar  mi abuela,  era algo inusual que yo tuviera golosinas, no teníamos mucho dinero y sólo me daban en ocasiones especiales, me metí uno a la boca y los demás los deposité en las manos de él. Tal vez si estaba ocupado comiendo, no tuviera tiempo para pensar en cosas tristes.Luego de mirarlos un rato, tomó uno y lo comió, estuvimos en silencio un buen rato.

Era hora de que yo regresara a casa o iban a preocuparse, me bajé del banco y él me miró. Los ojos estaban un poco mejor, pero la tristeza estaba aún allí, era tan profunda que aún en mi inocencia comprendí que el dolor estaría mucho tiempo instalado en él y me dolió como si fuera mi propio dolor.

Llevé las manos a mi cuello y desabroché la cadenita que llevaba, era un pequeño crucifijo de plata que me había regalado mi madre, era mi único tesoro en el mundo.

Ella me lo había dado para protegerme y sentía que  aquel niño necesitaba más protección que yo, así que me acerqué y se lo puse al cuello.

-Para que te cuide – le dije y  me fui luego de darle un beso en la mejilla. Le hubiera dado un abrazo, pero ya estaba demasiado sorprendido el pobre.

Aquel día dejé mis más valiosas pertenencias con él y a la noche recé porque estuviera bien, nunca creí que lo volvería a ver .Me equivoqué.

Pasaron varios años y no fue hasta que llegué a la secundaria que volví a saber de él.

Lo reconocí por los ojos, bueno por los ojos y porque era alguien muy difícil de olvidar, no había cambiado mucho físicamente. Sólo más altura y madurez en sus rasgos.

Era tal vez el alumno más popular de la escuela, su nombre era Jake Callahan. Era alto para su edad, tenía el cabello rubio oscuro, casi castaño y los ojos tan azules como yo los recordaba.

Fue en ese entonces cuando  le pude poner un nombre al niño de mis recuerdos , y también me enteré de otras cosas, era un año mayor que yo, su familia era muy rica y años atrás había muerto su hermano mayor.
Éste último dato me hizo comprender por qué lloraba  el día que lo había conocido. Por lo visto había dejado aquella tragedia atrás y ahora que era un adolescente  siempre se lo veía riendo  y haciendo bullas por los pasillos.

Era atractivo, rico y popular, lo tenía todo. Lo opuesto a mí.

Un par de veces estuve tentada a acercarme a él, pero no tenía caso, era obvio que no me recordaba y que yo no pertenecía al círculo en el que él se movía.

Yo era todo lo contrario, pobre, estudiosa, demasiado ya que debía mantener mi beca para estar allí, y tan tímida que me costaba relacionarme con los demás. No encajaba en aquella escuela y había decidido que lo mejor para mí era ser tan invisible como pudiera, aunque en general era blanco de las bromas de  Marisse.

Así como Jake era el rey de la escuela, Marisse era la reina, y obviamente eran la pareja perfecta,  al menos ella hacía todos los intentos para que así fuera. Andaba siempre prendida a él y al chico no parecía molestarle, claro que con lo bella que era a nadie le hubiese molestado.

En realidad no me molestaba que ella fuera linda, sino su personalidad.  Era engreída, caprichosa, se creía omnipotente y le gustaba humillar y maltratar a los más débiles.

De hecho nuestro primer enfrentamiento fue porque yo ayudé a una niña a la que ella estaba maltratando porque la había chocado en un pasillo, desde ese día Marisse se la agarró conmigo.

Las cosas empeoraban día a día, en una ocasión en que yo cargaba los libros para llevar al aula, me atropelló y me volcó encima la bebida que traía de la cafetería. Lo peor fue que ella venía acompañada por Jake , fue lo más vergonzoso de mi vida. Él hizo amago de ayudarme, pero Marisse lo detuvo de un brazo y  creo que mi mirada de odio también lo detuvo, claro que no estaba dirigido a él, aunque en aquel momento creo que también lo odiaba por presenciar la escena.

Me parece que esa fue la vez que estuvimos más cerca durante todos mis años de secundaria, claro que yo siempre era consciente de dónde estaba, incluso asistía a los partidos de básquet ya que él era el capitán del equipo. Jake tenía a todas las chicas enamoradas,  y yo no era la excepción. Sólo que yo era más que realista, los últimos años me habían hecho serlo, mi madre había estado enferma, mi padre había estado preso y ahora apenas si sobrevivíamos. Yo me esforzaba para mantener mis notas, porque el estudio era la única forma que tenía de salvarme y porque quería que mis padres estuvieran orgullosos de mí. Porque más allá de todo, en nuestro hogar no faltaba el amor. Nos queríamos mucho y a eso nos aferrábamos en los momentos de abatimiento.




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