Capitulo VI
Liana esperaba pacientemente sentada al lado de la puerta, el mayor Álvez le dijo que solo tardarían 15 minutos, pero ya habían pasado más de 30. La niña jugaba inconscientemente con su gancho de cabello, lo abría y lo cerraba, lo abría y lo cerraba. Nunca había sido buena para esperar, pero últimamente siempre terminaba esperando.
Después de que Lous despertara la pequeña se había empeñado con acompañarlo a todos lados, pero desde el primer día supo que no iba a ser fácil cumplir su empeño.
Lous iba de un lado a otro, siempre acompañado del mayor Álvez, leyendo y traduciendo una cantidad significativa de libros; los primeros días los acompaño pero luego descubrió que prefería esperar afuera.
Ella nunca antes había visto al mayor Álvez y cuando le pregunto a su padre cuál era el trabajo de este le dijo que era como un albacea o un bibliotecario. Dudaba mucho que eso fuera cierto, pero lo que si era cierto es que el mayor siempre llegaba con una pila de distintos libros.
Aún así podía soportar el hecho de esperar. Desde que Lous había llegado a su vida ya no se sentía sola, incluso su padre la visitaba más a menudo, el interés era Lous y ella lo sabía, pero aún así apreciaba verlo.
En los momentos que Lous no estaba traduciendo o en los que no estaban estudiando ambos (por obligación del rey) solían pasar el rato en la cubierta, viendo el cielo y el horizonte.
Luego de diez minutos más, los dos traductores salieron de la habitación.
–ya era hora– la niña se levantó de un brinco.
– Bueno si me permiten, princesa– el mayor Álvez hizo una pequeña inclinación y se fue por el pasillo. Liana lo siguió con la mirada, el mayor no tendría más de 33 años, era alto y bastante delgado.
–¿Lista?–los dorados ojos de Lous buscaron los suyos, ella aún no dejaba su asombro por sus ojos de un dorado profundo, cómo si hubieran fundido oro en ellos, combinaban con su cabello cobrizo, cómo si el fuera algún tipo de ser de luz.
–¡Claro! ¿Quieres ir a la cubierta? Esta a punto de anochecer.
Juntos los niños corrieron por los pasillos de la zona norte, Liana había intentado explicarle a Lous como funcionaba el laberinto, pero este aún prefería seguirla.
La cubierta estaba vacía a excepción de dos vigías que se mantenían en silencio. Los niños llegaron a su sitio preferido; uno justo en la proa y tomaron asiento para ver el atardecer.
No pasó mucho tiempo para que Liana se diera cuenta que estaban cerca de una galería cerrada.
–¡Mira!– con un empujón llamo la atención de Lous– una galería cerrada ¿Habías visto antes una?
–es una puerta– el niño se levanto, parecía intrigado –¿Por qué es una puerta?
–esa es una pregunta extraña, es como preguntar porque el sol es amarillo.
–No, si es una puerta significa que alguien la construyó.
–eso dicen, que los gigantes las hicieron, ¿No hablan de eso los libros que te dicen que traduzcas?
–No. Hablan de personas, o de gigantes quizás, pero solo cuentan sus historias. Hoy leí uno que hablaba sobre sir Erl un hombre que conquistó a toda una nación con su ejército de 10 hombres. Parecen más bien cuentos que realidad.
–Pues los gigantes si existieron, este mundo es prueba de ello, quizás sean historias verdaderas.
–no digo que no parecen historias verdaderas porque hablan de gigantes, lo digo porque hacen cosas fantásticas e improbables. ¿Cómo solo 10 personas le ganan a 1000?
–buen punto.
–¿Y que se supone que hay detrás de las puertas?
–nadie lo sabe, pero prefieren no saberlo, por eso mi padre empezó la revolución, querían quitarle el cetro al rey Uron.
–¿si tienes el cetro tienes la llave de las puertas?
–eso es una manera extraña de verlo, pero si, en teoría funciona así, solo que siempre lo pintan como algo más mágico.
–es un extraño mundo ¿No crees?
–¿Lo es? – la niña empezaba a perder el interés en la conversación, miraba al sol esconderse entre los muros.
– si, vivimos en una casa abandonada de gigantes, una casa en ruinas y sin techo, pero que tiene unas puertas extrañamente cerradas, en este mundo, existieron no solo los gigantes, sino también los seres mágicos y ahora nosotros.
–¿Casa abandonada? ¿Que dices?
–si, ¿que vez en el horizonte?– la niña no sabía que responderle–cuando nos acercamos a estás puertas lo único que se ve son muros. Estamos encerrados en un cuarto, y la puerta de salida está cerrada.
–¿El mayor Álvez te metió eso en la cabeza?
–no, son solo cosas que pienso– dicho esto Lous permaneció en silencio mientras la luz del sol se fue.
–es una manera distinta de interpretar las galerías– dijo Liana cuando noto que su amigo ya no quería seguir hablando– nunca nadie me había dicho algo parecido.
–disculpa.
–no está mal pensar de manera distinta, quizás incluso tengas razón, tiene lógica–el niño pareció volver a animarse luego de que ella dijo eso.
–si, tiene sentido.
Liana tomo una tiza del fondo de unos de los bolsillos de su vestido, en su última clase de arte la había olvidado ahí. Y sin más empezo a dibujar en el suelo metálico.
–esté es en teoría el mapa de nuestro mundo, o por lo menos es el que me han obligado a aprenderme– dibujaba con naturalidad en el suelo los pasillos de las galerías abiertas, y marcaba con una X las que se encontraban cerradas–dicen que hay alrededor de 10 galerías cerradas, pero solo conocemos las que están lejos del monte Rajash–marco el lugar de este con un gran circulo– también es posible que dentro de estás galerías cerradas existan muchas más.
El niño veía el dibujo como si se tratara de algún tesoro.
–¿Cómo conoces el mapa?
–me hicieron aprenderlo. ¿No habías visto uno?
–no tengo permitido ver nada que pueda ser usado como información para espiar.