Historias de Cementerio

Confiteor Deo - Parte II

—¿Está espantado, Padre?

—No, hija. Me pregunto, más bien, cuál es el propósito de que estés aquí ¿Buscas el perdón de Dios?

—Ay, Padre, cuánto desconoce de este mundo y del siguiente. Aunque lo hiciera, no hay forma de que pueda librarme de lo que hay más allá. Sí, me aterra, pero debo enfrentarlo. Sólo... Sólo quiero dejar un testimonio, que alguien me recuerde como la humana que fui, la que cometió errores. Le contaré todo desde el principio

Las cosas que doña Luisa me relató esa mañana puedo contarlas sin problema, pues no se realizó el sigilo sacramental. De lo contrario, no podría decir nada y ustedes se perderían de esta historia. A partir de aquí, narraré los hechos justo como ella lo hizo, para que la historia sea más entendible:

Como dije, practico la brujería desde los 15 años. Dónde aprendí o quién me enseñó es lo menos relevante, incluso lo he olvidado. Lo único que sí recuerdo fue que traicioné a mi maestra, porque ella se dedicaba a hacer simples limpias, a leer las cartas, a curar el mal de ojo, esas cositas que todos han hecho al menos una vez en la vida. Dejaba suficiente dinero para comprar pan y verduras, a veces, un trozo de carne, pero no alcanzaba para vivir sin preocupaciones: siempre estábamos al día, sobreviviendo, como todos. Mi ambición no podía tolerar eso, pues era la razón por la que me había escapado del pueblo donde nací, donde cuatro de mis hermanos habían muerto por falta de dinero para pagar medicamentos y doctores, y mi hermanita pequeña murió de pura hambre. El problema era que no tenía otro lugar a dónde ir y no quería hacer otra cosa: no me pondría a limpiar casas o lavar ajeno, porque yo no era la sirvienta de nadie.

Un día, mi maestra me envió al monte a buscar unas ramas y yerbas para sus limpias y yo traía harta hambre porque no habíamos recibido un solo cliente en el último mes. Tenía toda mi fe puesta en encontrar alguna fruta o alguna gallinita extraviada, cualquier cosa que sirviera para comer, aunque fuera poquito, porque ya no quería tomar tés para engañar la tripa. Lo bueno de la naturaleza es que siempre te da más de lo que le pides, sobre todo cuando estás desesperado.

Al llegar a los arbustos que me indicó mi maestra, vi clarito una tela en el piso, con una canastita llena de fruta y pan y, a su lado, un hombre sosteniendo una copa de vino:

—Luisa, pásale, me has hecho esperar mucho tiempo—dijo con voz seductora.

—¿Usted quién es?—mis ojos ya veían de arriba a abajo, de un lado a otro, buscando una piedra, un palo o algo que me sirviera para defenderme, porque lo primero que me vino a la mente fue que mi maestra me había vendido con ese hombre—¿Cómo sabe mi nombre?

—Yo lo sé todo, desde el principio hasta el final—levantó una ceja e hizo una mueca, en un gesto claro de ironía—. Sé, por ejemplo, que estás pensando que te vendieron conmigo. Sé lo de tus padres y tus hermanos. Conozco la desesperación de tu corazón, el dolor que te causa el hambre, no sólo en el estómago: en tu alma. Y vengo a proponerte algo.

—No le estoy entendiendo, señor.

—Claro que no, qué descortés soy. Pasa a comer, sin compromiso. Ven, eres mi invitada de honor.

Ni la pensé mucho: me rugían las tripas de tanta hambre. No me importó si tenía algún veneno o si era comida echada a perder: lo que quería era callar la panza y los pensamientos de mi cabeza, enfocados sólo en eso. Abrí la canasta y vi unas piezas de pollo. Me agarré un pan para acompañar y comí con tanta desesperación, porque no sabía cuándo volvería a comer. Se me olvidaron las formas, las maneras, no me interesó "tener modales". Y el señor, lejos de reprochar, me sirvió una copa de vino.

—Disfrútalo, Luisa. Todo esto lo traje para ti.

—¿Quién es usted?

—Más bien, deberías preguntar qué soy y lo que soy es un amigo preocupado por ti, un amigo al que le consterna tu situación y quiere hacer algo para ayudarte.

—Pero yo no lo conozco...

—Claro que me conoces, desde antes de nacer. A todos aquellos que pueden ser mis amigos, los marco desde antes de que lleguen a este mundo. Tienen el llamado y saben cómo llamarme y tu situación del último mes me envió una señal de alerta. Sé que me necesitas y yo también te necesito.

—No, pues después de esta comida tan rica, dígame, ¿qué puedo hacer por usted?

—Sin más rodeos, Luisa. Me ha enviado Belial, príncipe de los Infiernos, quien ha escuchado tus súplicas y deseos de riqueza, de conocimiento, de descubrir aquello que está oculto y de gobernar las sombras. Necesitamos a alguien que sea una conexión con los humanos, una especie de puente, que lleve todo lo que sabemos, hacia ellos. Ninguno de nosotros puede entrar sin invitación o sin tener alguien que le hospede—notó la expresión desencajada de mi rostro: yo nunca había escuchado de ese demonio y jamás me imaginé que uno de sus mensajeros pudiera verse tan normal. Además, todos esos años los había vivido sabiendo que sólo existía Dios y que era bueno—. Si, Luisa, todos los humanos creen esa mentira, pero, si Dios es bueno, ¿por qué tú pasaste hambre, mientras tu maestra te enviaba a este monte para darse un festín?

Llenó un poco mi copa de vino y colocó su mano sobre ella. Lo vi mover los labios, recitando algo, pero no comprendí ninguna de las palabras. Al quitar su mano, pude ver con claridad cómo esa mujer comía sin parar, bebía vino y disfrutaba del pan. Y lleva todo el mes haciendo eso: inventándote quehaceres para que te vayas de la casa y que ella pueda comer.

—¿Qué fue eso?

—Sólo la verdad, Luisa. El mundo es cruel, es injusto. Las personas que se consideran santas o buenas, como esa mujer, son las primeras en pecar. Ella trabaja para el Dios que no te ha escuchado. Él permite que ella cometa esa injusticia en tu contra. No me respondas hoy: piensa esta noche, regresa mañana y dime si aceptas ser nuestro puente. Si aceptas, nosotros te pagaremos con todo lo que tu corazón desea: comida, dinero, una casa... Cada cosa que desees. Y, si no aceptas, al menos ya habrás comido algo para resistir el hambre y la injusticia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.