Pasar por una ruptura amorosa es doloroso, en especial cuando había planes de boda y de toda una vida juntos. Fue peor cuando, un par de semanas después, descubrí que la razón tenía nombre, apellido e hijos, y la cosa se puso color de hormiga cuando descubrí que ellos llevaban 6 meses juntos, cuando la ruptura tenía menos de un mes. Y lo sé, sé bien que no soy ninguna santa, pero tampoco un demonio: no me merecía nada de esto y no encontraba la manera de salir adelante. La vida no tenía ningún sentido, pues me dolía más el engaño y la traición que la ruptura en sí misma.
Así fue como terminé con una terapeuta, quien me apoyó y me dió las herramientas para superar tan terrible experiencia. Fue complicado, pero tuve una red de apoyo muy buena, encabezada por mi hermano, quien me acompañó a todas las sesiones, hasta que, un día, le pedí que me diera un voto de confianza, que estaría bien si me iba sola a casa. Dió un salto de fe y, después de dejarme en el consultorio de la psicóloga, se marchó, pidiendo que le compartiera mi ubicación para sentirse más tranquilo. Así lo hice, justo antes de entrar a la sesión.
De esa cita salí muy contenta, más ligera y de muy buen humor. Tenía ganas de hacer tantas cosas que no hice durante la relación porque siempre surgía algo más importante o porque a mi ex no le agradaba del todo la idea. Una de ellas era hacerme un tatuaje y conocía al tipo perfecto: un chico que conocí mientras estudiábamos la preparatoria, con el cual había perdido contacto, pero sabía que tenía su estudio a unas cuadras. Le avisé a mi hermano para que no se preocupara y me puse en marcha.
En el camino, vi florerías, pequeñas tienditas de regalos, un mini súper... Muchas cosas que, aunque forman parte de lo cotidiano, me tenían maravillada porque se me olvidó vivir y disfrutar a causa de un desamor. Todo era bonito, hasta que llegué al estudio de tatuajes. Justo cuando me disponía a abrir la puerta, salió la tipa con la que me había engañado mi ex. Durante muchos días y noches planee todo lo que le diría cuando la tuviera frente a mí, pero, al estar en esa situación me fue imposible hablar. Algo en mi cuerpo, una sensación extraña, como electricidad, recorrió todo mi cuerpo y una vocecita en mi cabeza me decía "estás en peligro, aléjate". Quise irme, pero justo detrás de ella salió el chico que conocía, el tatuador:
—¿Lex? ¿Eres tú?
—Ah, hola, Rodrigo ¿Cómo estás?
—Guau, súper. Me da tanto gusto verte otra vez. Pásale ¿Cómo has estado? ¿Qué tal las cosas con Bruno?
—Rod, ¿conoces a la tipa que salió justo antes de que yo entrara?
—¿A la Corina? Si. Ella viene a dejarle cosas en su altar a mi Santa, porque no tiene su propio altar—recorrió una cortina de encaje blanco que reveló una figura grande de la Santa Muerte, rodeada de flores, velas, manzanas, cigarros y botellas de bebidas alcoholicas—. No te me vayas a ir corriendo; la Niña Blanca es buena, a todos nos ha favorecido.
—Me preguntas cómo están las cosas con Bruno. Te respondo que se largó con ella. Me estuvo viendo la cara por 6 meses. Ahorita ya deben de tener un año juntos.
—No me sorprende entonces la visita de la Corina—me acercó una silla para que pudiera sentarme. Desde donde estaba, podía ver a la perfección el rostro y cada uno de los detalles de la figura de la Muerte—. Verás, más o menos por estas fechas, ella llegó bien noche, pidiéndome ver a mi Flaquita. Accedí, porque no soy nadie para negarla, ¿sabes? Pero vi que hizo un ritual con una manzana, unos cigarros y... Ah, recuerdo que discutí con ella porque mató a una gallina aquí. Me tardé mucho en sacar el olor a muerte y sangre, pero se pudo—respiró profundo antes de continuar—. Mira, sé que ella lo ha pasado mal. Tiene dos niños, es divorciada y todo ese proceso fue difícil ¿si sabías?—asentí con la cabeza—. Pero, y como decía mi mamá, "estar dañado no te da derecho a dañar". Está bien obsesionada con la idea de la felicidad y no dudo que haya usado a la Santa para llegar hasta Bruno, para quedarse con él.
—¿Eso es posible?—pregunté con una mezcla de intriga y asombro.
—Claro que se puede. Mi Niña no es buena ni mala: ella no sabe de eso porque son conceptos básicos y elementales, algo que le da risa. Pero si tú crees en ella, si te acercas con el corazón en la mano a hacer tu petición y le das una ofrenda buena, seguro que te escucha.
—Yo no soy religiosa, Rod. Eso no ha cambiado. Pero, ¿crees que me escucharía a mi?
—¿Que si te escucharía? Te está escuchando justo ahora. Ve a comprarle una ofrenda y regresa para contarle las cosas desde tu perspectiva. Tal vez los dos somos hijos de la Flaquita, pero jamás permitiré una injusticia en su nombre.
Me aconsejo qué cosas eran del agrado de la Santa Muerte y salí a buscar al mini súper una cajetilla de cigarros. También le compré unas rosas rojas y unas manzanas, porque quería que la ofrenda fuera de su agrado. No les puedo explicar qué fue lo que me orilló a comportarme de esa manera. Lo hice, más bien, por impulso, guiada por un no-sé-qué extraño, mucho más allá de mi comprensión mortal.
Al volver al estudio de Rodrigo, coloqué todas las ofrendas en el altar y me senté frente a ella. Comencé a hablarle como si fuera una vieja amiga, contándole detalles de cómo habían sucedido las cosas, de todo el dolor que sentía, de cómo me arrebataron mis planes y mis sueños, la vida que, según yo, me correspondía. Pero, cuando digo que le hablé como lo haría con una amiga, lo digo en serio, incluso esperaba que me respondiera, aunque eso era imposible. Cuando terminé de contarlo todo, Rodrigo se acercó y le dijo a la imagen:
—Hazle justicia, Santita. Creo que mi hermana te usó para hacerle daño.
Rezó una oración, se persignó y me pidió pasar al lugar donde platicamos primero. No me di cuenta, pero lloraba a mares y no podía detenerme. Me dió un poco de agua y papel para que pudiera limpiarme el rostro. Pensé que era una recaída "normal", algo parte del proceso, como decía mi terapeuta. Incluso, mientras me calmaba, llamé a mi hermano para que fuera a recogerme, porque sabía que no estaba en condiciones de llegar sola a mi casa. Rodrigo permaneció en silencio, acompañándome sin decir una sola palabra. Cuando me vió más tranquila, habló:
#166 en Paranormal
#575 en Thriller
#263 en Misterio
fantasmas, fantasmas demonios y hechiceros, brujería mexicana
Editado: 12.03.2025