Historias de Cementerio Vol. 1

Et lux perpetua luceat eis

Perderle sentido a la vida es una de las peores cosas que te pueden suceder porque sigues vivo, respiras. Cada mañana abres los ojos, ves los rayos del sol entrando por tu ventana y las lágrimas se atoran en tu garganta, hacen un nudo que, después, baja al pecho. Y, con ese pesar, con esa terrible sensación, te das cuenta y lo sabes, no hay ninguna duda de ello: estás vivo un día más. Te levantas de la cama, porque algo te obliga a hacerlo, tal vez inercia, y comienzas tu rutina: bañarte, vestirte, peinarte, comer algo, ir a la escuela o al trabajo ¿Qué más da a dónde vayas? No puedes huir de la vida, del fastidio que produce el destino.

Este es el tipo de depresión que mata, pero lentamente. Al menos el que me ha matado a mí en vida, porque puedo estar ahí, puedo ser parte de una conversación, de un evento, de cualquier cosa, y mi único deseo es ser parte de aquellos que ya no sienten dolor, que ya no sufren las penas del mundo material, donde hay que pagar por hacer cualquier cosa y hay que trabajar para poder pagar.

He perdido, he llorado, he odiado, he maldecido muchas más veces de lo que he encontrado, reído, amado y bendecido. Y, lo repito, perderle el sentido a la vida es una de las peores cosas que te pueden suceder porque sigues vivo, pero no tienes valor para acabar con tu existencia porque hay algo que te ata a la existencia, algo que va más allá de las palabras, de las emociones o de ti mismo.

Con todo este enjambre de ideas, con este ruido ensordecedor proveniente de mi cerebro, salí a caminar por las calles de mi ciudad. Me habían despedido de mi trabajo, tenía un par de semanas de que mi novio me había engañado con una chica ordinaria, sin nada especial o algo admirable, al menos desde mi perspectiva, y yo no entendía porqué, mi mente no podía procesar lo que estaba sucediendo en mi vida en ese momento. Desde que tengo memoria, presento una constante melancolía, el anhelo de algo que quizás nunca conocí y que encontré ese día, al caminar sin rumbo.

En mi búsqueda de trabajo, mirando sin mirar si había acaso una cartulina afuera de un negocio, indicando que buscaban algún ayudante, me encontré frente a las puertas del cementerio de la ciudad. Una amiga, en alguna ocasión, me había dicho que era en el panteón y no en la iglesia donde podría experimentar la verdadera paz y calma que todas las almas anhelan. Y yo estaba en ese punto.

Entré, más por inercia y curiosidad que por algo lógico. No tenía sentido. Yo nunca había sido de ese tipo de personas, raritos como mi amiga, capaces de buscar la paz y la calma en un cementerio. Pero, aunque parezca extraño, me sentía bastante bien estando allí.

Caminé primero por los pasillos principales, esos que están bien marcados y delimitados, los que dan buena imagen al tipo de cementerio que hay en mi ciudad. La "primera vista", dijo mi amiga alguna vez. Pero, conforme fui avanzando, las lápidas se apilaban en pequeñas montañas que dificultaban el paso. Los pasillos comenzaron a desdibujarse, a ser más una ilusión que algo palpable y, a los pocos minutos de haber entrado al camposanto, no podía avanzar sin pisar una tumba. Entonces vino a mi mente la idea de estar caminando sobre cientos y miles de cuerpos, pisando sus brazos, pechos y rostros, siendo yo un gigante despreciable, aborrecido por todos los habitantes de esa ciudad fantasma.

No buscaba un lugar en específico, sólo caminaba, guiada por la inercia. Miraba al suelo para no tropezar entre las elevaciones y desniveles, provocados por la acumulación de tumbas, los materiales, la basura de las flores... Y la sensación de estar pisando a alguien más no se iba. No entendía ni un poco a lo que se refería mi amiga al decir que, en ese lugar, puedes encontrar paz y claridad. Tal vez debí preguntarle dónde se encontraba esa paz y claridad, porque, hasta ahora, sólo había encontrado mucho sol, demasiado calor y dolor en las piernas.

Pero las cosas siempre pueden empeorar, eso ya lo sabía de sobra por mis vivencias. El sol intenso se esfumó detrás de un cúmulo de nubes grises, un color muy oscuro, augurando una tormenta. Supe que tenía que irme, pero no tuve oportunidad de hacerlo: comenzó a llover y, en cuestión de segundos, estaba en el cementerio, en medio de una lluvia torrencial. Traté de protegerme un poco bajo el techo de un mausoleo, aunque no resultó muy útil, pues me cubría la espalda, pero mi rostro seguía recibiendo toda la furia de la lluvia. Además, el cielo había comenzado a ser iluminado por rayos y truenos y yo estaba muy cerca de un árbol. Estaba en peligro, hasta que voltee a mi derecha y vi ese lugar....

El cementerio tenía una capilla, un espacio pequeño con un enorme crucifijo al centro y cuatro sillas dispuestas para personas que quisieran orar con sus muertos porque, además de ser una capilla, era el lugar donde se colocaban las cenizas de aquellas personas que optaban por la incineración. Caminé a toda prisa, pero con precaución para no caer. Era el único lugar seguro, podría estar bien hasta pasar la tormenta. Al entrar, me sacudí el pelo y me senté en una de las bancas, donde suspiré. Me parecía increíble que, al buscar un poco de tranquilidad y claridad para mi mente ante la terrible situación que enfrentaba, ahora estuviera atrapada en la capilla de un cementerio. Este debía ser el punto más bajo de toda mi vida, sin duda alguna.

Observé a mi alrededor y vi en las paredes nombres, tantos nombres, con fechas, cuadros de santos, imágenes de María Dolorosa... El Cristo, cubierto por una gruesa capa de polvo, observaba con pena y dolor al suelo. Comencé a sentir mucho frío a causa de lo mojado de mi ropa y me abracé con fuerza, frotando mis brazos con mis manos, esperando que la fricción tuviera algún efecto. Seguí mirando todo lo que había allí, hasta que noté una tela morada en el piso. Si bien el polvo y la suciedad eran evidentes, estaba seca y eso me serviría para pasar el rato, pues la lluvia parecía no ceder. Me acerqué con paso firme para recogerla y, una vez que la tuve en mis manos, la voz de una anciana interrumpió el cerebro:




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