Historias de conquista: Destino

Acto 1 – Humanidad

¿Me permites contarte una historia? Un quizás, un posible, un tal vez.

Una historia sobre nosotros. Sobre ti y sobre mi… sobre lo que podríamos llegar a ser... sobre lo que podríamos llegar a ver.

Una historia con bases que ya conoces, pero con un desenlace un poco diferente al que debería suceder… o no.

Una historia de la vida. Una historia que atraviesa nuestras vidas. Esa vida que repetimos día tras día, a menudo sin siquiera percatarnos, sin cansarnos jamás de reproducirla.

Las personas van y vienen, algunos se quedan mientras otros se marchan. Unos pocos realmente viven la vida, mientras que muchos dejan que la vida sea quien los viva. Y luego están aquellos que simplemente han tenido suficiente.

¿Puedes verlo a través de la pantalla?

Espíritus quebrantados, personas despojadas de sus sueños, y sueños despojados de sus personas. Son escasos aquellos que comprenden el verdadero significado de la vida, y aún más escasos los que saben cómo vivirla.

Todo parece igual, todos parecen fundirse en la uniformidad. Aunque algunos puedan comprenderlo, les resulta indiferente. Nada parece tener importancia. Solo unos pocos destacan, aunque sea brevemente; solo en ocasiones y de cierta manera logran tener relevancia.

Existen historias y coincidencias listas para tomar forma, que no podrán ser hasta que alguien les permita existir. Solo la vida brindará esa oportunidad, y solo nosotros somos capaces de darles lugar.

Eventos listos para desencadenarse, esperando un catalizador, un soñador, un oportunista. Siempre existe una forma para demostrar tu valía, en todo momento, y en cualquier lugar, algo está a punto de ocurrir. Solo es cuestión de buscar y estar preparado para aprovechar la casualidad.

La vida les da oportunidades a todos, sin importar si han actuado bien o mal. A la vida no le importan esas banalidades ya que no existe lo absoluto, los extremos solo existen para aquellos incapaces de reconocer el espectro de grises.

Somos los recipientes de aquello que debe ocurrir, de lo que tiene que ser. Sin importar si es bueno o malo, importante o no, somos nosotros quienes hacemos girar al mundo.

Somos nosotros quienes tomamos decisiones sobre quién vive o muere, a quién amamos u odiamos. Poseemos cierto grado de control sobre todo y, al mismo tiempo, sobre nada. Somos seres caóticos, cada uno con el potencial de conseguir o perderlo todo; pero siempre condicionados por el tiempo que nos otorgue la vida.

La humanidad es una notable excepción en la Tierra. Somos los únicos seres que hemos desarrollado las artes, la filosofía y las ciencias hasta un punto en el que soñamos con lo imposible y hacemos realidad lo que parecía inalcanzable. Nuestra capacidad para imaginar, crear y superar límites es verdaderamente extraordinaria.

Melodías jamás escuchadas, formas de pensamiento que nacen y mueren en fugaces divagaciones, e inventos casi mágicos que brindarían al mundo las respuestas a preguntas jamás formuladas.

Nuestro potencial para explorar lo desconocido y dar vida a nuevas expresiones es una maravilla única.

Elegimos lo que queremos creer, dándole forma a benévolos dioses y a los más depravados demonios con el fin de darle consecuencia y significado a nuestra existencia.

Inventamos leyes divinas con el fin de guiar a aquellos que se sienten menos capaces, aquellos con resolución débil y voluntad frágil, o quienes luchan sin fin por encontrar el propósito de su existencia. Permitiéndonos sentir que algo tiene significado y valor, y que los sacrificios que hemos hecho o dejado de hacer no han sido en vano. Buscamos encontrar consuelo y paz en la idea de que hay una razón trascendental detrás de todo lo que experimentamos.

En nuestro constante avance, poseemos una gran capacidad para transformar todo a nuestro paso; ya sea de forma rápida y contundente, o de manera gradual y delicada. Tenemos la habilidad de impactar en nuestro entorno de manera significativa, tanto acelerando como desacelerando los cambios según nuestras intenciones y necesidades.

Nos convertimos en una plaga devoradora que arrasa con todo a su paso, sin razón justificada. Nos sumergimos en nuestras acciones sin siquiera percatarnos de las consecuencias que acarrean.

Buscamos aprovechar los recursos de la Tierra en pos de obtener beneficios económicos, sociales y espirituales.

Actuamos como si nada importara, como si el valor de todo lo demás fuera insignificante frente a nuestro anhelo insaciable de progreso y la sensación de que todo está a nuestro alcance.

Podemos ser tanto la solución como la causa de las enfermedades y catástrofes que continuamente afectan a nuestro hogar.

Albergamos una arrogancia sin límites al preservar a aquellos que ya no son adecuados para un mundo en constante cambio, amparándolos cuando quizás ya no deberían permanecer. Prolongamos lo inevitable, tanto en nosotros como en aquellos seres no humanos, sin considerar si realmente deberían o no ser salvados.

Como seres humanos contribuimos al proceso de selección natural, filtrando y favoreciendo la supervivencia de las especies más aptas para el futuro de nuestro planeta.

Como seres humanos somos catalizadores de los cambios drásticos necesarios en la evolución del mundo. Estimulando extinciones masivas, que a lo largo de millones de años darán forma a nuestro planeta hasta que nuevas formas de vida surjan.




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