«¿Cuántas veces he hecho lo mismo?» En el silencio de la penumbra, cuando la noche lo envuelve todo con su manto oscuro, las penas del día llaman a su puerta, buscando entrar.
«Gano dinero, lo gasto, me lamento y repito», una frágil figura se reprochaba sentada en un solitario rincón. Del otro lado de la habitación, un colchón con sábanas y colchas revueltas yacía en el frío suelo, junto a una ventana cubierta de polvo, por donde se colaba la pálida luz de la luna.
De su mente brotaban posibilidades que llenaban de esperanza su corazón. «Tal vez debería trabajar solo por las mañanas, me encantaría aprender a pintar». Una leve sonrisa asomó en su rostro, una chispa de ilusión que apenas se estaba concibiendo... pero la realidad, la arrastró de regreso a su sombría existencia, haciendo vacilar el brillo de esa fugaz fantasía.
«Si no trabajo todo el día, no podré pagar las deudas... No vale la pena», se dijo, abatida, mientras el pequeño destello de deseo lentamente se apagaba.
«…»
«¡¿QUÉ CULPA TENGO YO DE TUS VICIOS?!» su mente se nubló con la frustración acumulada a lo largo de toda su vida. Temblando, agachaba la cabeza y se ocultaba entre sus piernas, tratando de sofocar el eco de sus pensamientos.
«…»
Luego de unos segundos, levantó la cabeza y sus ojos se fijaron en el cielo nocturno a través de la ventana. Suspiró, dejando que sus pensamientos se deslizaran hacia un mañana mejor, aunque fuera solo un breve ensueño.
En la quietud de su habitación, una solitaria lágrima recorrió su mejilla. Con el ceño fruncido y la barbilla alzada, una tormenta rugía en su pecho, buscando estallar en un grito… pero solo encontrando el insoportable vacío de la nada.
«…»
«No solo olvidaste mi voz... también... me negaste el derecho a vivir...»
«…»
Respirando hondo, intentó recobrar la calma. «Ya es tarde, lo mejor será que me prepare para dormir. Mañana será un nuevo día...».
Frases de consuelo resonaban en su mente mientras se despojaba de sus ropas, anhelando refugiarse en la suavidad de las sábanas, buscando en ese cálido abrazo un alivio reconfortante.
«Pronto se dará…»
«Siempre hay una razón para seguir…»
«Un día de estos serás feliz…»
Sumergiéndose en el alborotado lecho, dejaba que las reconfortantes mentiras disipasen, aunque fuera por solo un instante, la pesadez de su existencia. En ellas encontraba la efímera fortaleza para seguir enfrentando el monótono futuro, anhelando con desesperación el día en que su vida rompiera el enfermizo ciclo y alcanzara algo más… algo que pudiera llamarse suyo.
Es esa misma rutina que se repetía cada noche. Que la entregaba al desánimo, buscando refugio en la oscuridad de su habitación, aun cuando la sensación de vulnerabilidad persistía. Era un ritual solitario, un acto silencioso de rendición ante el peso del abandono y la tristeza que lentamente la asfixiaban, ofuscando sus pensamientos y acechándola con el interminable abismo de lo desconocido. Rodeada por un silencio inquietante, susurrando sus más profundos temores, oprimiendo su pecho con una sutil pero constante presión.
Incansable, intentaba escapar de las sombras del pasado, de los recuerdos que la perseguían con una tenacidad inquebrantable. Buscaba liberarse de las cadenas invisibles que la aprisionaban, mientras su vida yacía fragmentada, con sueños abandonados y enterrados bajo el peso del tiempo. Confundiéndolos con las cicatrices de los abusos cometidos por aquellos a quienes alguna vez consideró su familia, ella rehuía de esas aspiraciones.
Pero, a pesar de que el tiempo su corazón había endurecido, las grietas de la desesperanza aún dejaban escapar pequeños destellos del profundo anhelo. Un deseo inocente y olvidado, ese que permanecía oculto bajo capas de dolor, una brasa ignifuga por sí sola, esperando la oportunidad de volver a arder. Una simple chispa que le permitiera reavivar las llamas de su verdadero ser, que tanto ansiaba demostrarle al mundo... y a sí misma.
A pesar de la confusión y las tinieblas que la envolvían en el presente, se sentía segura de que su valía sería una de las plumas que escribirían un nuevo capítulo en la historia, incluso en el incierto y sombrío futuro que la aguardaba.
Una vez más, perdida en el vasto reino de los sueños, su mente se hundía en un océano de enigmas, incapaz de retener los efímeros recuerdos que se disolvían con el amanecer. Ajena a las sutiles artimañas que el destino le tejía, su cuerpo, en profundo silencio, se preparaba para enfrentar un desafío mucho mayor que su propia existencia.
Con cada latido y cada suspiro, su espíritu inconsciente encenderse sin éxito, buscando la chispa de determinación capaz de convertir su desolado mundo en cenizas. Una chispa que iluminaría el camino hacia una anhelada redención, aplastando los restos del pasado, donde se erigirían los cimientos de su tan ansiado final feliz.
Aquellos latidos resonaban en sus oídos mientras dormía, acelerando y fortaleciéndose, entonando el compás de una envolvente melodía.
Bum-bum, bum-bum, bum-bum.
Un ritmo constante, un latido incesante, la marcha de la vida palpitaba en cada golpe, un recordatorio de que aún seguía adelante.
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Editado: 26.10.2024